Prólogo

209 9 10
                                    

Mirian

Le doy vueltas a mi café con la cucharilla por tercera vez sin mirar realmente lo que estoy haciendo. Mis ojos llevan posados durante media hora en la pantalla de mi ordenador portátil, y en esa hoja casi en blanco que tengo delante, sin percatarse de lo que pasa alrededor en esta cafetería. No se me ocurre nada, no sale nada bueno de mi cabeza, y llevo escritas cuatro líneas que me parecen una completa basura. Estoy atascada, bloqueada sin saber realmente qué es lo que quiero contar o sin saber como poner en palabras esa idea pequeña que ha rondado mi mente durante varios días, pero no encuentro la inspiración para ordenar las letras ni para crear frases coherentes. 

Suelto un suspiro lastimero en cuanto me doy cuenta de que hoy tampoco será un buen día para mí, y decido darle un trago a mi café caliente para ver si la cafeína despierta un poco mi mente atascada, pero nada de nada. Decido borrar lo poco que llevo escrito y empezar de cero ya que no me gusta lo que he hecho hasta ahora, y si no me gusta a mí, es muy posible que tampoco le guste a la gente que me lea.

"Capítulo 1.

Sara era una estudiante de diez. Se centraba demasiado en los estudios de bachiller porque su sueño era trabajar de abogada, pero tanto ahínco ponía en sus asignaturas que no se daba cuenta de lo que realmente pasaba a su alrededor. 

Sara solo tenía un amigo, Carlos, porque creía que no necesitaría a nadie más que a él ya que después se iría de esa ciudad que no la ha tratado demasiado bien durante su infancia, pero de lo que no se daba cuenta es de que Carlos tiene muchas cosas que contar a su mejor amiga."

Otra vez ese atasco interno, de nuevo esa sensación de no saber por donde seguir con la historia y de no estar contenta con lo que he escrito. Que rabia me da sentirme así.

¡A la mierda! 

"Y follaron como conejos".

Dejo caer desesperada mi cabeza sobre el teclado de mi ordenador sintiéndome inútil, sintiendo que no valgo realmente para esto, para poner en palabras todo lo que me imagino y que es una pérdida de tiempo que lo intente. 

Cuando levanto la cabeza veo que la pantalla se ha puesto medio azul y que la otra parte se ha congelado la imagen. Con los nervios a flor de piel porque se me haya estropeado el ordenador y haya podido perder todo lo que había escrito anteriormente, empiezo a golpear como una loca la tecla de escape.

-¡No! ¡No! ¡No!.- unas ganas tremendas de llorar aparecen en mis ojos. En este ordenador está todo mi trabajo, las fotos con mis amigas, novio y familia, mi vida entera prácticamente, y he tenido que tener la brillante idea de dejar caer todo el peso de mi cabeza sobre él. Más tonta y no nazco. ¡Joder!.

Me froto los ojos y toda la cara con frustración, intentando buscar cualquier solución para arreglar el maldito ordenador. Yo no tengo ni idea de informática, lo básico para entender un poco la tecnología de hoy en día, y puede ser que si lo toque lo estropee aún más. Tengo que llevarlo a algún informático. 

-¿Estás bien?- un voz masculina hace que aparte las manos de mis ojos y le mire desde mi silla.

Casi se me cae la mandíbula hasta los pies por la imagen que tengo delante de mí. Un chico, bueno no, un hombre hecho y derecho que sujeta una vaso desechable de café en su mano derecha y que me mira preocupado. Su pelo moreno parece más brillante con la luz que entra por las ventanas de esa bonita mañana, y tiene un poco de barba oscura que le hace parecer más mayor de lo que realmente será. Tengo que darme una bofetada mentalmente para arrancarme a hablar y no seguir pareciendo una estúpida. 

-He... Sí, sí.- le digo rápidamente e intentando guardar la compostura. Ojalá pudiera hacerle una foto y mandarsela a mis amigas. Seguro que todas querrían estar en mi lugar en este mismo momento. 

Que Empiece el baile.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora