Capitulo extra 4. (Merida y Erik)

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Merida

Los días transcurren normal, siguiendo su curso como si yo no me hubiera equivocado e ilusionado como una tonta cuando Erik me dio el regalo de mi cumpleaños. Aún siento vergüenza por ese día, de ese malentendido que espero que solo se haya creado en mi cabeza. Sé que Erik se dio cuenta de que algo ocurrió, solo me faltó que se me cayera la mandíbula inferior sobre la mesa cuando abrió la pequeña cajita para saber de que en mi mente me esperaba que fuera otra cosa. Y que conste que sé que todo fue culpa mía, que mi imaginación tomó vida propia en ese momento y se fue ciegamente creyendo que solo habría una cosa redonda, brillante y que tendría que colocarme en el dedo. Tengo claro que fue mi cabeza la que se lo inventó todo, pero... pero ahora no sé por qué estoy tan obsesionada con eso.

¿No pasa que cuando una se quiere quedar embarazada lo único que ve son carritos de bebé? ¿Que cuando una está soltera solo ve parejas muy enamoradas? Pues así me sentía yo. Que cada anuncio que veía eran de cosas que se podrían poner en una boda. Ahora, cuando me recorría Madrid, veía más tiendas de trajes de novia. No sabía que habían tantas en mi barrio ni tantas joyerías. Parecía como si el destino me recordara lo patética que fui cuando vi lo que tenía Erik entre los dedos, porque hasta esas joyerías tenían muchos anillos de compromiso en los escaparates. Me estaba volviendo loca, y lo que me acabó por rematar fue el álbum de fotos de la boda de mis amigos Cloe y Pedro.

-Me encanta esta en la que salimos todas.- nos dijo Cloe, y yo lo único que podía hacer era agarrarme con fuerza a mi copa de vino blanco para no soltar por mi boca lo que me había pasado la semana anterior y ese maldito malentendido. Porque aunque me emocionaba ver las fotos de la boda de mi amiga, también había una parte de mí cuerpo que me recordaba ese gusanillo que se había creado en la boca de mi estómago ese fatídico día. Yo quería eso. Yo deseaba eso con Erik y no sabía cuando lo iba a tener.

La siguiente semana intenté tomármelo con más calma. Intentaba distraerme con otras cosas, con el estudio de las oposiciones y demás, y me repetía mentalmente una y otra vez que no pasaba nada, que ya llegaría ese día, que Erik me quiere y que no hay prisa porque ya vivimos juntos y estar con él es todo lo que quiero. Tanto me lo repetí que esa pequeña llama que burbujeaba en mi interior bajo tanto de intensidad que se me fue olvidando.

La vida volvió a continuar con normalidad, y fue la mejor normalidad porque estaba entre los brazos de Erik noche sí y noche también. Todo seguía su cauce como debía ser, y entendí por fin que si el compromiso tiene que llegar, llegará, pero que mientras iba a disfrutar del camino.

***

-Esta tarde tengo que salir.- me dice Erik dos semanas después de ese malentendido, pero ya no tiene importancia para mí.

Yo estoy recogiendo los platos y limpiando todo lo que hemos utilizado para comer, y me giro con las manos llenas de espuma para encontrarmelo en el umbral de la puerta, mirando su móvil y rascándose la cabeza.

-¿A dónde vas?- pregunto volviendo a girarme hacia la pila para seguir con mi tarea. Y aunque no lo vea, sé que ha dudado un segundo antes de responderme.

-Em, con Pedro.- esa duda no se me pasa desapercibida y se cuela en mi estómago.

-Ah, que bien. ¿Va a ir Cloe?.- vuelvo a preguntar, y no sé por qué mi cuerpo se pone alerta, como si ya supiera que algo no va bien.

-No, no creo.- y me giro para poder mirarlo a los ojos y saber si me está mintiendo, pero sigue mirando su teléfono. ¿Qué habrá tan interesante en la pantalla que no puede ni mirarme a mí?.

-¿Y qué vais a hacer?- sé que parece que le estoy haciendo un tercer grado, pero hay una cosa en el aire que no me deja tranquila del todo. Llamémoslo ese sexto sentido que todas las mujeres tenemos.

Que Empiece el baile.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora