Tercera parte.
3. Camas gemelas.
Abrimos la puerta para entrar a casa, con un suspiro exhausto entre los labios. Hoy, después de todo, el día no había ido tan mal y tan aburrido como lo esperaba. Pero definitivamente había resultado cansando.
El piso de madera finalmente estaba seco, y olía a qué acababa de ser lavado: pino y lavanda.
—Ya saben la regla—grita papá desde el comedor cuando nos escucha llegar—, ¡quítense los zapatos después de ir a la playa!
Esa en realidad fue la regla de Susana, pero a mi papá le gusta gritar y prefiere dejárselo a él.
—¿Estuvo buena la playa hoy?—dice por su parte Susi, más lejos de lo que Papancho suena. Por lo que deduzco, está en la cocina.
—Sí—grita Sebastián por nosotros, sonando agitado. Nos sacamos los zapatos llenos de arena en la entrada y los dos niños de inmediato corren hacia la sala de estar, al otro lado de la cocina.
Lupe los mira irse con algo que no terminó de decidir cómo furia o envidia, pero que fulmina por completo a mis hermanos. Ella se ha tomado el tiempo de sentarse en las escaleras frente a la entrada para desanudar sus sandalias de tela, y con cuidado las ha dejado en el mueble para zapatos a un lado de la puerta.
—Lupe, pon la mesa. Por favor—agrega nuestra madrastra, justo a tiempo antes de que Lupe ande escaleras a arriba.
—¡No!
—Vamos, es tu turno. No me discutas.
—¡Siempre es mi turno!—chilla, sensiblemente. Corre por las escaleras y se asegura de gritar:— Es el turno de Julio.
—Lupita, hazle caso a tu madre—riñe mi papá, asomando medio cuerpo por la puerta que dirige al comedor pero ella ya ha desaparecido. Frunce el entrecejo y me dirige una mirada—¿Y Lupe?
—Arriba.
—¿Qué le pasa a esta chamaca?—Papancho suspira, negando con la cabeza. Me hace un gesto para que lo siga y camina hacia el comedor.
—No la está pasando muy bien últimamente—la justifico, siguiéndolo para ayudarle con la mesa.
—Sí, pero no entiendo porqué—él dice, colocando los seis tapetes correspondientes—: ¿Será por mi Susanita?
—Nada de eso—le tranquilizo—, ella ama a Susi, papá.
Tomo unos platos de la vidriera en una de las paredes de la habitación y coloco cada uno sobre la mesa larga. Antes podíamos usar el mostrador de la cocina para comer, pero ahora somos demasiados para usarlo todos a la vez.
—¿Entonces?
Papá se detiene en la punta de la mesa, con una jarra de agua de naranja en manos.
—Julio—digo, esperando que el nombre responda a sus preguntas. Es cuando el pone la jarra en el centro sin dejar de mirarme un segundo, que puedo ver que aún no lo ha pillado.
—¿Qué hay con Julio?—indaga. Me tomo un respiro mientras coloco los vasos a un lado de cada plato, y cuando termino, lo miro de frente.
—Consume todo su tiempo con Sebastián.
—Bueno, sí. Pero es porque los dos son muchachitos—justifica como si fuera lo más obvio del mundo, terminando con los últimos detalles de la mesa:—es por eso que se llevan tan bien juntos.
—Ella se siente excluida todo el rato, papá—gruño, poniendo mis manos sobre mis caderas:— Debiste verla hoy en la bahía. Estaba tan triste y sola.
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HERMANO, aristemo
FanfictionDonde las aburridas vacaciones familiares de Temo dan un giro enorme con la llegada de Aristóteles a su casa de verano, por suerte. •Contenido Adulto. •Basado en el filme francés »Un frère« de Victor Habchy y Martin Escoffier. •Sin fines de lucro.