Sé que recibo miradas de reproche al tocar tres veces el botón. No le doy importancia. El colectivero frena tres cuadras antes de la universidad. La mente sigue pareciéndome un misterio aún tras año y medio estudiando neuropsicología. Es tan compleja que creo que el ser humano tardará décadas en comprenderla por completo.
El día pasa lento, nada inusual que pueda diferenciarlo de los otros. La temperatura es elevada pero desafortunadamente el código de vestimenta no permite vestir otra cosa que no sea pantalón.
El sol comienza a caer. Ceno en el comedor comunitario, un sándwich de pechuga con agua que traje de mi departamento. La de acá tiene un sabor extraño.
Por suerte, el ambiente está climatizado aunque el hedor a frito hace que me apresure a masticar. Masticar me lleva a ramificar mis pensamientos. Mis horarios no coincidieron con ninguno de los de mis amigas, hecho desalentador pero que me beneficia. Inventar excusas para no exponer lo que sufro por las noches es cansador.
Subo al colectivo y me siento al fondo. Cuando ya estoy a tres cuadras de mi casa se suman miradas de desaprobación a mi colección.
Toco tres veces el botón del ascensor, abro la puerta y pulso tres veces el interruptor de la luz. Me veo obligada a cambiarlos constantemente, se funden en un abrir y cerrar de ojos. Decido bañarme mañana temprano, soy capaz de quedarme dormida en la ducha si lo hago ahora. El pantalón y la blusa vuelan junto a las zapatillas al costado de la cama.
Estoy soñando, lo sé cuando las letras de los carteles se distorsionan siendo imposibles de leer. Corro por mi vida, me persiguen, pero les llevo ventaja. Siento el frío helándome la piel. El silencio es aterrador. Los locales están cerrados y con las ventanas rotas, dan la impresión de un pueblo fantasma.
La calle de tierra está desierta, busco ayuda mientras corro por mi vida pero no hay nadie más que ellos y yo. No son reales, esto no es real. Miro por detrás del hombro. Grave error. No veo el agujero en el suelo y el envión me impulsa hacia delante. Mi cabeza se estrella contra el cordón, escucho el ruido de mi cráneo al romperse.
Abro los ojos, estoy bañada en sudor y con la respiración agitada.
— Siete, siete, siete. Ocho, ocho, ocho. Nueve, nueve, nueve. —
Ya pasada una hora tomo un caramelo para volver a dormir. Hago cálculos. Me quedan menos de tres horas antes de que suene el despertador. No pasan ni cinco minutos cuando reconcilio el sueño. La velada transcurre. Sin sueños. Sin pesadillas.
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IMPERFECTA ILUSIÓN ☽ - Historia Corta
Historia CortaMe toma de los hombros y me tenso, no quiero. No quiero pero me toca. Siento fuego en el pecho, manos recorriendo mi cuerpo. Estoy indefensa, lo sabe, lo aprovecha. Sabe que no puedo hacer nada contra él. Juega conmigo, consciente del miedo que inu...