II. VÓMITO PRIMAVERAL

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—No, no, no, no, no, no —negué, lo más rápido que mi boca podía, mientras agitaba bruscamente mi cabeza y mis manos—

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—No, no, no, no, no, no —negué, lo más rápido que mi boca podía, mientras agitaba bruscamente mi cabeza y mis manos—. Esto es un malentendido.

Me acerqué a ella y puse mis dos manos sobre sus hombros, para empujarla lenta y suavemente hacia afuera de la sala.

—Ajá. —enarcó una ceja.

Una vez que estuvimos completamente fuera, cerré la puerta del cuarto y fijé toda mi atención sobre ella— Yo... —pensé en cómo explicar la situación, pero, a decir verdad, es cierto que cualquier pensaría que soy un pervertido si viera la cantidad de fotos de Lizy que he tomado.

Su expresión se suavizó, cruzó sus brazos sobre su pecho, dió un suspiro y dijo—: ¿Quieres explicar aquello? —asentí—. Bien, te escucho.

Mirando hacia el piso, tomé una respiración profunda, para después botar todo el aire de una sola vez y soltar—: Estoy enamorado de ella. —murmuré, mientras sentía cómo mi rostro comenzaba a sonrojarse.

Puso una cara de incredulidad— Eh... creo que eso ya lo sabía.

—Desde la secundaria. —mantuve mi vista fija a cualquier otra cosa menos en ella.

—Oh —puso una mano sobre mi hombro, como consolándome—. Pobre de ti, pero eso no explica lo otro. —dice, apuntando hacia el cuarto oscuro.

—Eso... es una larga historia. —traté de mirarla hacia sus ojos, pero había demasiada vergüenza en mi ser.

—Tengo tooodo el día. —Una sonrisa de boca cerrada iluminó su rostro, pero antes de que pudiera decir algo, la puerta del salón se abrió bruscamente.

—Oh, Emi, ya estás aquí. —dice Ezra, sonriendo.

Ezra Aysel, es un compañero de clases y un participante bastante activo en el Club de Fotografía. Es una persona demasiada dulce para su bien, su cabello castaño cae sobre su frente y sus ojos son de un color avellana que hace que brillen intensamente, son de un color que hace parecer que la primavera vomitó sobre ellos.

Se acerca hacia nosotros, abrazando a Emiliana con total confianza en cuanto está al lado de ella y frota su cabeza contra la de ella en un vaivén— Ezra, molestas. —gruñe ella, mientras aparta su cabeza con un poco de brusquedad. Desconocía por completo su relación, pero se veían, obviamente, bastante cercanos.

—¿Ya conociste a Oli? —pregunta, mirándome suavemente y manteniendo en todo momento aquella sonrisa amable que le ofrece a todos, Emiliana asiente, intercalando miradas entre los dos—. ¿De qué estaban hablando?

—De nada realmente interesante, sólo de la obse- —Antes de que pudiera decir algo más, cubro su boca con una de mis palmas y la llevo a rastras hacia el cuarto oscuro, Ezra miraba confuso la situación.

—Perdón, te la devuelvo en un segundo. —digo sonriente y él sólo atina a devolverme la sonrisa con una mueca de confusión, agitando su palma como si se estuviera despidiendo.

Una vez que estamos adentro, cierro la puerta y miró fijamente a Emiliana, ella estaba de brazos cruzados y con el ceño fruncido.

¿Saben el dolor que una patada en la entrepierna provoca para un hombre? Yo no lo sabía hasta entonces, pero básicamente es como si te arrancaran las bolas, pero sin arrancártelas, claro.

Caí de bruces contra el piso, contrayendo las piernas contra mi pecho— ¡Jesús! —Todos mis futuros hijos murieron en ése instante—. ¿P-por qué hiciste eso?

Su expresión no cambia en ningún instante— No, la verdadera pregunta es: ¿Por qué hiciste eso?

Touché.

Me enderecé en el lugar, apoyando mi espalda contra la puerta, manteniendo mis rodillas hacia mi pecho y di un largo suspiro, acompañado de un leve gruñido— Porque le ibas a decir sobre esto. —murmuré, moviendo mis manos y señalando a las fotos que estaban esparcidas por todo el suelo.

Se agacha para sentarse en el piso al igual que yo, pero estira sus piernas y apoya su espalda en el mesón detrás de ella— Ajá, ¿y?

—No quiero que lo sepa nadie, ni siquiera ella —respondo, refiriéndome a Lizy, alcanzó algunas de las fotos tiradas y las tomo entre mis manos—. Por eso hago esto, porque no quiero decírselo, no... puedo decírselo.

Una sonrisa ladeada aparece en su rostro, el mismo brillo de malicia de hace unos minutos vuelve a destellar en sus ojos— Entonces... —hace una pequeña pausa para dar un suspiro—. Hagamos un trato.

—¿Un trato? —siento un escalofrío al ver la alegría con la que lo propone.

—Síp, un trato —Su sonrisa no abandona su rostro en ningún momento—. Tú haces lo que yo te diga y yo no le digo a nadie sobre esto, ¿qué te parece?

Frunzo el ceño—¿Qué clase de trato es ése? Por supuesto que no voy a aceptar, jódete.

—¿Es que acaso quieres recibir otra patada en las bolas? —pregunta con tono burlesco.

Oh, no, no otro genocidio más, ya tengo suficiente con mis ya fallecidos hijos.

Se para y sacude su falda cuando ya está completamente de pie— Bien, entonces le diré —Se paró frente a mí, con una mirada de molestia—. Muévete, quiero salir.

Pienso durante algunos segundos, esto realmente no me convenía para nada, si le decía a alguien, el rumor correría hasta llegar a oídos de Lizy, o incluso podría decírselo directamente a ella, ambos caminos me llevaban a un rechazo inminente por parte de mi amor no correspondido.

Suspiré— Está bien.

Juntó sus palmas y aplaudió, sonriendo alegre y sádicamente a la vez— ¿Trato? —puso una de sus manos frente a mí.

—Trato. —respondo, apretando su mano, sellando nuestro trato.

Sellando mi pacto con el Diablo.

Sellando mi pacto con el Diablo

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Querido OliverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora