V. PAREIDOLIA

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Corrí, no tan rápido como para que mis piernas dolieran, pero sí tanto como para que mis pulmones lo hicieran, después de todo nunca fui alguien con grandes capacidades físicas, menos de resistencia

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Corrí, no tan rápido como para que mis piernas dolieran, pero sí tanto como para que mis pulmones lo hicieran, después de todo nunca fui alguien con grandes capacidades físicas, menos de resistencia. Cuando finalmente llegué a la entrada de la preparatoria, tuve que detenerme durante unos segundos y apoyar mis manos en mis rodillas, flexionando mis piernas para recuperar mi respiración.

—¿Planeabas dejarme planteada?

Y cuando levanté mi mirada, allí se encontraba ella, con los brazos cruzados sobre su pecho y su ceño fruncido. Su cabello negro desordenado y sus molestos cachetes regordetes, se veía igual a un gatito molesto, pero aquella comparación es absurda, porque los gatitos son seres adorables y ella simplemente se acercó y golpeó mi cabeza con su puño, no con demasiada fuerza.

—Como soy un Dios misericordioso te perdonaré ésta vez —dijo, fingiendo gracia—, Pero sólo ésta vez, ¿estamos claros? —Su expresión cambio de un instante a otro, volviendo a fruncir el ceño.

—Está bien, lo siento. —dije, intentando sonar apenado, pero no pude evitar soltar una suave carcajada.

—Vamos, o se hará tarde para que lo veas. —acomodó su mochila en sus hombros y comenzó a caminar.

Me puse a su lado— ¿A dónde vamos? —pregunté con curiosidad.

—Ya lo verás, no te pongas ansioso antes de tiempo. —respondió, sin despegar su vista de la calle.

A lo largo del camino, Emiliana no volvió a emitir palabra alguna y yo tampoco tenía interés de volver a entablar una conversación con ella, pero tampoco quería mantener el silencio un tanto incómodo que había entre nosotros.

—¿Tienes gatos? —terminé preguntándole cuando paramos por un semáforo en rojo.

A pesar de que me dirigió una mirada confundida, respondió—: No, mi mamá no me deja tener mascotas.

—Pero, ¿te gustan?

—Sí —pensó por un momento— Creo.

—¿Crees? —enarqué una ceja.

La luz cambió a verde, así que continúanos caminando, conmigo siguiéndola a su lado.

—¿A qué van todas éstas preguntas? —Me miró con curiosidad mientras jugaba con las correas de su mochila—. Creía que te desagradaba.

O yo era muy obvio, o ella simplemente era demasiado atenta acerca de su alrededor.

—Bueno, sí, pero quiero conocer a mi posible secuestrador.

—¿Posible secuestrador? ¿Qué carajos?

—A ver, me estás llevando a algún lugar, del cuál no sé nada y tampoco me dices y además ni siquiera emites una sola palabra a menos que yo te pregunte, es un poco raro, o eso creo yo.

Su expresión incrédula lo decía todo, sus ojos entrecerrados y su boca entreabierta— ¿Quieres que hablemos de algo en verdad raro? ¿Eh? —preguntó con sorna.

—Okay, hasta ahí, déjalo hasta ahí, por favor.

—Muy bien.

La conversación acabó ahí, conmigo sin querer escuchar lo siguiente que iba a decir y con ella envuelta en sus pensamientos impredecibles. Aún no comenzaba a atardecer, pero debía faltar poco para que el sol se comenzara a esconder de la luna. Continuamos así por varios minutos, caminando entre personas, evitando chocarlas, entre risas de niños, ladridos de cachorros y gritos de vendedores. En algún punto terminé mirándola, si cabello se agitaba con cada paso que daba, pero sus ojos mantenían ése brillo impredecible, pero al final comencé a preguntarme qué clase de pensamiento rondaban en su cabeza, qué clase de pensamientos tenían las personas como ella.

Hasta que al final, sin darme cuenta, detuvo su paso— Para tu suerte, ya llegamos. —extendió su brazo, mirándome con una pequeña sonrisa.

Nos encontramos en un pequeño parque, niños corriendo, sus padres intentando ir tras ellos, pequeñas flores adornaban el verdoso pasto. Emiliana me tiró del brazo, para detenerse bajo la gran sombra de un árbol y estirarse en el suelo, cuando se dió cuenta de mi duda, simplemente palmeó el lugar a su lado, terminé haciendo lo mismo que ella.

—¡Mira! ¡Ésa nube tiene la forma de un gato! —apuntó su dedo al cielo, el cual estaba cubierto con varias nubes—. ¿Sabes? Deberías tener un poquito más de confianza sobre ti mismo.

—¿Eh? —La miré, confundido.

—Siempre te he visto mirándola —Me sentí demasiado avergonzado después de escuchar eso, pero ella simplemente siguió—. Probablemente sea porque la idolatras que piensas que ella es alguien completamente inaccesible para ti, pero creo que es todo lo contrario, simplemente debes intentarlo, aunque salga mal.

—No quiero —susurré—. Me da miedo.

—El miedo se pasa, el arrepentimiento no —suspiró mientras se paraba, para ponerse en cuclillas y sacar algo de su mochila—. En fin, ¿no te gustaría capturar lugares así?

Las nubes danzaban en el cielo, mientras el cielo comenzaba a pintarse de colores y el sol huía de la luna.

Posó una cámara encima mío— Tal vez no puedas cambiar lo que sienta tu corazón, pero sí puedes cambiar lo que siente el suyo. —susurró suavemente, para irse corriendo a acariciar un perro.

Emiliana es una chica que danza con las nubes y ayuda al sol a reconciliarse con la luna.

Emiliana es una chica que danza con las nubes y ayuda al sol a reconciliarse con la luna

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⏰ Última actualización: Mar 21, 2020 ⏰

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