He estado viendo niños jugando y corriendo sin preocupaciones, realmente no les importa por qué todo lo alrededor nuestro está devastado. Es comprensible, no hay por qué dramatizar tanto las cosas. Aún veo escombro por todos lados, edificios viejos destruidos hace años... o décadas. Estoy muy cansado, me podría caer en cualquier momento, pues solo dormí 3 horas. El templo estaba muy lejos, y debía ir por obligación, me pagan por cuidarlo. Si voy por mi cuenta, voy a caer rendido en esa arena hirviendo y moriré lentamente. Tener compañía me vendría muy bien, al menos para cruzar. ¡Pero mierda! Se sentirá como si un niño ayudara a un pobre anciano a cruzar. Qué vergüenza.
Salí de casa y cerré con llave la puerta. Vivo solo y bastante miserable con este trabajo. Que la guerra haya terminado fue mi maldición, ya no hay trabajos de buen salario. Es irónico que vivir en guerra conlleva una vida plena y próspera, si no te clavan un metal filoso en tus puntos vitales, claro.
Mi camino se cruzaba con el frente de la casa de mi vecino, un compañero de pelotón y un amigo que estuvo en las buenas y en las malas. Giré mi cabeza para observar qué estaba haciendo en su jardín improvisado, y parecía estar regando sus flores con una cubeta de agua. No era muy gentil con sus bellezas de la flora, me sorprende que sigan floreciendo. Se percató de mi presencia, y no tardó en saludarme.
—¡Qué onda, Rämnsta! ¡Te ves más cansado que nunca! ¿Ya no te hace efecto el café? —Dice Greygole, mi vecino.
—Si, pero ahora me siento jodido. Ayer no junté mis ojos en toda la noche, y ahora solo dormí 3 horas —respondí, sin parar de bostezar.
—Demonios, ¡vas a necesitar ayuda para cruzar el desierto entonces! Morirás si caes dormido ahí —dijo Grey, preocupado.
—Justo como pensé. Nunca pido favores, pero ayúdame por favor a cruzar al menos... —Dije, jodido en mente y forma.
—¡No hay problema! ¿Solo vas a hacer guardia, no?
—Sí, quizás pueda dormir un rato allá. De todas formas, nada pasa allá y nada pasará.
—¡Muy bien! Vamos entonces —dijo Greygole, siendo solidario, como siempre. Tiró la cubeta por ahí a su suerte, como si nada. Pensé que se iría al interior de su casa para prepararse a salir, pero al parecer no. Pobre Greygole, ojalá pudiera llevarte a un terapeuta.
Mientras vamos en camino, veo viejas vigas empolvadas y aún en buen estado. ¿Cómo solían llamar esos edificios grandes? Como sea, en un par de años más, nuestros niños serán educados con conocimiento de historia de los humanos y su cultura. Ya hasta se ha hecho el museo de la raza extinta, groseramente. La caminata era relajante, pero el silencio se terminó hasta llegar al desierto.
—Whoa... ¡el calor se ha pronunciado más fuerte desde la última vez! —Dijo Grey, sudando como una raza cerdo.
—¿En serio? Esa armadura dice otra cosa —dije, mientras golpeaba ligeramente su torso protegido con mis nudillos—. El calor aquí siempre ha sido el mismo, tú solo estás llevando la mismísima fiebre del hierro en tu cuerpo.
—Oh no, ¡claro que no! ¡No pienso quitarme esta nena! Mi padre ha muerto en esta armadura y mantengo vivo su alma atormentada en busca de justicia. No moriré deshidratado ni por los despreciables monstruos de este desierto —respondió Grey. Otra vez esa promesa de hace años...
—Greygole, por el amor de Lucretia... Maté cualquier monstruo habido y conocido en este desierto, con mi propia espada y magia. La única manera en que podrías morir aquí es deshidratarte hasta quedar como esos cráneos de vaca tirados en el suelo, ¡y estás a punto de volverte eso! Y si lograras cruzar, ¿cómo te vas a regresar? —Pregunté, enojado. Greygole es muy necio la mayoría de las veces, y es un idiota. Aunque su estrés postraumático es lo que hace resaltar esas cualidades típicas de él.
ESTÁS LEYENDO
Doomed Requiem: Un mundo cruel debajo al nuestro.
FantasyLos seres humanos se han extinto por razas de animales que evolucionaron a espaldas de ellos, hasta volverse antropomórficos y superiores. Rämnsta, un soldado veterano caimán, cuida de un antiguo templo humano donde se dice, resguardan almas de ance...