El más frío de los inviernos
Pensaba que el año pasado sería el más frío de mi vida cuando vi los veintiséis grados bajo cero reflejados en el estanque rectangular y helado del teléfono al consultarlo entre los altos edificios del centro de la isla. Cuando la taza en el alféizar de la ventana como un milagro cananeo convertía en pocos minutos el líquido en roca. O cuando el cristal entreabierto durante la noche se cubría por la parte de dentro con el himen puro del invierno.
Pero no. Ya sé que es más frío este diciembre y lo serán aún más los meses venideros. Aunque me he refugiado en el sur, junto a pulpos y caracolas, creyendo que aquí soportaría mejor las tempestades, y la verdad es que no he acertado con la estrategia, porque ahora, como la golondrina desorientada que ha perdido el viaje migratorio estacional de sus congéneres, tengo que hacer frente, sin más compañía que las plantas, a los crudos rigores del tiempo.
Y las películas, las series, los anuncios, los fondos de pantalla y los cuadros de las barberías remilgadas y los cafés modernos, arrojan sobre mi cabeza la peor ventisca.
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Luz, sal y arena
PoetryLibro para los retos poéticos del Taller literario de Poesia_ES