Capítulo 1

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Mi hermana es distinta a los demás. No juega a la rayuela ni salta a la comba. No se pone vestidos rosas con flores ni zapatos blancos. No juega con las muñecas de lana ni con sus casitas. No es como las demás chicas.
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Vivo en Londres, con mi padre, George Hamilton; y con su mujer, Petra Popov. Y por supuesto con mi hermana, Lucile Hamilton.
Nuestra casa está al lado de la estación de tren de Blackfriars. Es un piso con patio interior, con una pequeña boardilla. La boardilla forma gran parte de las vidas de mi hermana y mía; solemos subir para contarnos secretos, historias de miedo o cualquier cuchicheo que se haya oído en el barrio. Es un lugar que nos encanta, pues además de tener nuestra propia privacidad, estamos rodeadas de libros de todo tipo; de ciencias, de matemáticas, de animales, de misterios...
La mujer de mi padre, Petra, no sabe de la existencia de este lugar. Y mejor que no lo sepa, pues seguro que quemaría los libros y se la quedaría para guardar sus asquerosas botellas de vodka ruso. Mi padre no se lo dice precisamente por eso, para que deje de matarse con el alcohol y también, porque era el lugar favorito de mi madre.
Rara vez se oye ya en nuestra casa el nombre de Mary Hamilton. Si alguna de nosotras pronuncia su nombre, mi padre se enfada muchísimo. Dice que lo pasado, pasado está; pero tanto mi hermana como yo, sabemos que cada noche, llora en su habitación desconsoladamente.
No entiendo por qué está enamorado de Petra, siendo una mujer tan horrible. Ni en comparación con mi madre, que le encantaban los animales, cantar al alba, prepararnos el desayuno con todo su cariño puesto en él, leernos cuentos antes de dormir, darnos besos de buenas noches... Era tan perfecta, que la gente imaginaba que era una reina; además de por su increíble belleza y su gran corazón, que era capaz de perdonar a cualquiera.
Petra es todo lo opuesto. Odia a lo animales, cada vez que hay un ratón merodeando por la cocina, lo aplasta con el pie, pero no lo mata del todo, para después meterlo en agua hirviendo y terminar de matarle. Si cantara sería horrible, pues su voz repugnante de cuervo ruso rompería en mil pedazos los cristales de las ventanas. Jamás nos prepara el desayuno, y si lo hiciera, estoy segura de que le echaría veneno. Lo de leer cuentos, es impensable para alguien como ella; y si nos diera besos de buenas noches, os juro que nos saldría viruela por toda la cara.
La odio.
Antes éramos tan felices... Y miranos ahora. Sé que mi padre solo está con ella por trabajo, pero no sé por qué exactamente.
Mi padre trabaja en la estación de tren de Blackfriars, de eso la cercanía de nuestra casa respecto a la estación. Es un maquinista bastante respetado, es muy bueno en su oficio.
Pero yo sé que no es feliz, cada vez que regresa de llevar pasajeros a otros lugares de Inglaterra, se frustra. El mero hecho de tener que volver a nuestro barrio, le molesta. Yo creo que es porque piensa que no tiene  opción de salir de este lugar. Por alguna razón, él siempre lo ha odiado.

Mi hermana Lucile es muy lista. Le puedes preguntar cualquier cosa y te responde al segundo. Para mí ella es la persona más valiente que conozco, siempre que hay algún problema, se enfrenta a quién sea simplemente con su amplio vocabulario. Es muy generosa y siempre se preocupa por los demás.
Va a empezar los estudios superiores la semana que viene, y eso que sólo tiene 11 años. Los demás compañeros de su nueva clase son bastante más mayores que ella.
Está muy emocionada, pues le encanta aprender cosas nuevas. Es mucho más inteligente que los demás; como dice mi padre, ha sido bendecida con el cerebro de un genio.
Yo creo que ha sido bendecida en todos los aspectos.
Pero el resto de la gente no lo cree así.
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La luz entra por las cortinas blancas de mi habitación. Me levanto rápidamente de la cama para prepararme para bajar a tomar el desayuno. Calzo mis zapatillas de estar por casa, me recojo el pelo en un moño y me aseo la cara con agua.
Abro la puerta y me dirijo a la habitación de Lucile.
(Toc, toc)
- ¡Lucile, es hora de desayunar!

- ¡Ya voy!

Lucile sale de su habitación con los pelos despeinados y su camisón arrugado. Parece una bruja sacada de un cuento.

- Lucile, anda que mira que pintas llevas...- la digo riéndome.

- He pasado mala noche, hermana. No podía parar de darle vueltas a lo que me espera en la clase de estudios superiores. Estuve repasando los términos esenciales de lo que daremos el lunes.- me contesta seriamente con su refinado vocabulario.

- No te preocupes, Lucile. Seguro que eres más lista que todos los demás (la saco una sonrisa).

Bajamos las escaleras para ir a la cocina...

Espejos en la mochilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora