Prologo

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Recuerdo que a pesar de ser mediados del verano, la lluvia se colaba por mi ventana empapando mi departamento. La tórrida lluvia conseguía infringir en mi espacio de descanso como si de un diluvio se tratase.

Era un día gris, como los que no habíamos tenido en mucho tiempo.

Pero eso no me importó en aquel momento y no me hubiese importado aun si incluso todos mis libros o materiales de estudios se dañaran; nada en absoluto hubiese podido arruinar mi felicidad esa mañana.

Una noche atrás me escribieron para ofrecerme aquella entrevista en la Multinacional con la que tanto había soñado. Mi corazón casi sucumbió al conocer que sería el mismísimo CEO quien me entrevistaría. ¡El señor Black! Iba a ser entrevistada por el hombre más apuesto e inteligente en el planeta tierra.

"Exagerada, solo es el hombre más apuesto en New York"─ me recrimino la conciencia.

"Es casi lo mismo, el mundo se concentra aquí"─ me recordé.

No todos los días, el hombre que había vendido más que Apple me recibía en su despacho.

Camine con prisa en el lugar. Si no me marchaba pronto llegaría tarde y eso sí que hubiese podido tornar mi ánimo en gris y denso como el clima.

No espere a verme en el espejo, sabía que iba vestida de la manera correcta: Unos pantalones negros , camisa negra y zapatos bajo, igual de fúnebres que el resto de mi atuendo.

"Es lo que te han pedido" – me recordaba mi conciencia.

Y así era. El email que me enviaron la noche previa detallaba que era del agrado del señor Black que todos sus empleados vistieran negro y que estaban trabajando en incorporarlo a las políticas de la empresa.

Para ese entonces, hacía poco menos de un año me había graduado de Parsons University, con una licenciatura en Diseño Industrial y una maestría en Diseño y Tecnología. Tenía pensando que al graduarme, tendrían un montón de ofertas de trabajo esperando por mí, pero no fue exactamente así.

Aplique para docenas de distintas posiciones en las multinacionales establecidas en New York, pero como había de esperarse, nadie estaba interesado en contratar a alguien joven y sin experiencia.

Pensé en desistir, pero al final aquella parte persistente en mí decidió mantenerse contactando diferentes empresas y rezando para que pronto alguna de ellas accediera a entrevistarme; porque de lo contrario terminaría de patitas en la calle por no poder pagar mi departamento.

Esa mañana había decidió que tomaría el metro. Ni loca iba a sacar mi chatarra andante a la calle. Hubiese pasado la mitad del día lidiando con el transito incesable de la ciudad y posiblemente apagándose en cada esquina porque la transmisión estaba defectuosa.

Y como dije, si no me presentaba a la entrevista, estaría patas en la calle.

Un mes antes, mis abuelos me ayudaron a pagar la renta. Pero este mes hubiese preferido vender todas mis pertenencias antes de volver a pedirles algo así.

Pero ya saben, la necesidad no mira caras, al menos no la mía.

El viaje en el metro se sintió más largo que de costumbre, aunque el metro se movilizaba bajo tierra, podía escuchar la lluvia a cantaros caer en el piso sobre nosotros, y empezaba a preocuparme porque ni siquiera llevaba conmigo un paraguas.

"Tu vida es tan miserable que no te alcanza para comprarte uno."

Y otra vez, esta conciencia mía trataba de autodestruirme. Era como si de alguna manera u otra, yo misma fuese mi peor enemiga.

Asistiendo al Señor Black Donde viven las historias. Descúbrelo ahora