La charla inicial

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Damián era su mejor amigo hacia años, lo conocía a la perfección. Lo quería incondicionalmente, pero algo en su forma de ser le molestaba a veces. Él sabía bien todo lo que ella había sufrido por amor, pero hablaba como si él hubiera vivido más cosas, aunque no fuera así.

-Yo estoy seguro de que en materia de amor hay que dar todo, siempre- le dijo una tarde en su casa, mientras le alcanzaba un mate con cara de saber todo sobre el amor. Ella estaba un poco enojada, porque Damián jamás había tenido nada serio con nadie, nada de verdad, nada en lo que  haya tenido que sacrificar algo que le doliera, pero lo dejo seguir hablando.- Aunque te lastimen. Las buenas personas como yo se van a olvidar de que las cagaron y van a dar todo una y otra vez. Siento que la vida me lo va a recompensar.

- A las buenas personas las cagan...- le dijo mirando al piso. Sentía que la sangre le hervía, odiaba cuando hablaba de sentir el alma rota cuando nunca le habían destrozado el corazón.

-Pero vos tenes que pensar que...

-¿Sabes que pasa negro? -Le dijo de golpe, mirándolo con los ojos empañados de la bronca. - Que no a todos nos rompieron el corazón de la misma forma. Y al final uno se cansa de dar todo y no recibir nada. -Respiro profundo y miro el cielo raso sobre ellos mientras comenzaba su relato. -Cuando me enamore por primera vez, o eso creía que sentía, le entregué todo de mí a esa persona y a él le dio igual. Se cagó en mi salud, en mi integridad física y psicológica. Se cansó de humillarme y hacer conmigo lo que quería. Me hizo creer que así era el amor. Y cuando empecé a empoderarme me dejó y se encargó de tirar mierda de mí por todos lados inventando cosas que me costaron amigos y la mirada prejuiciosa de mucha gente.

Respiro profundo y siguió, Damián sólo la miraba, como con lástima.
- Después me enamoré. Me enamoré posta como nunca lo hice antes, entregué todo de mi otra vez porque aposté a que esa persona iba a ser mi compañero toda la vida. Lo cuide más que a mí misma, deje mi existencia en sus manos porque de verdad confiaba en él.

Pero ese chico no sabía amar. Amaba a medias. Un día sí y otro no. Un día daba la vida por mí y al otro me ignoraba. Me amaba a mí pero también a otras. La lujuria lo podía más que el amor. La pasión que él sentía por mí era corporal no sentimental. Pero no podía soltarlo porque lo amaba, y no quería perderlo, tenía fe en que iba a cambiar algún día, pero nunca lo hizo. Y ese amor a medias un día dejo de ser mío para ser de alguien más.

Le di todo de mí, no me dejó nada, no me dio nada, se llevó todo lo que tenía.

Y no me alcanza la memoria para recordar tantas amistades que olvidaron el significado de esa palabra en cuestión de segundos. -Dejo de mirar al techo para mirarlo a los ojos. -Siendo sincero, ¿Te parece que me queda algo para entregar? ¿Que tengo algún resto de amor o cariño para darle a otro hombre? -Trago saliva y con ella todo el dolor que estaba recordando. - No, no me queda nada. Ya está, ya aprendí, me tengo que guardar un resto de amor, para seguir después de las traiciones.

-Pero...-le dijo titubeante- ¿Y, si te enamoras otra vez? ¿Sabes que puedes pasar, no?

Se rio y lo miro como solo ella sabia hacerlo.

- Obvio que puede pasar, ojalá me vuelva a enamorar. Pero no, yo no me vuelvo a entregar por completo a nadie por muy buena que sea esa persona.

Relatos de mi vida anteriorWhere stories live. Discover now