Eramos tres

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"Quiero fotos tuyas provocativas" le mando Javo por mensaje, y ella quedo paralizada. No confiaba en él, tenía miedo de que las divulgara, de que las usara como amenaza.

"No quiero" Le respondió ella.

"¿No confias en mí? No se las voy a mandar a nadie. Una buena novia manda ese tipo de fotos" le dijo él.

"¿Seguís con fiebre? ¿Cómo te sentís? Voy a andar cerca de tu casa, ¿necesitas que te lleve algo?" le mando al mismo tiempo Simón.

Y ella supo a quién debía responderle.

"A vos" le envió con los ojos cerrados.

Desde entonces las cosas cambiaron, y mucho.

Durante tres meses, todo con Simón fue color de rosa. El amor entre ambos era contagioso. Él la estaba salvando, y ella lo estaba ayudando a no salirse de la ruta. Pero con el paso de los días, el temor de ambos se fue haciendo realidad. Ella no estaba en un buen momento, hacía poco le habían diagnosticado bipolaridad, y la medicación que le habían recetado la estaba volviendo un ser poco sensible, apenas más activo que una planta. Debió dejar el colegio, los campamentos, las salidas. Todo le provocaba pánico, y revolver con su equipo terapéutico todo lo vivido al lado de Javo solo la hacían caer más y más.

Simón le prometió estar ahí siempre, aun cuando ella en medio de un llanto violento de esos que te dejan sin oxígeno le grito que alejara, que nada podía esperar de ser enfermo como ella. Sin embargo él la abrazo, y le prometió superar todo junto.

Pero él tenía solo diecisiete años, estaba en un momento de su vida de salir con sus amigos y probar la rebeldía. Mientras ella se pasaba horas deprimida en su cama, mirando la paredes verdes de su habitación, preguntándose cuando seria su próxima crisis, y rogando que llegara la hora de volver a tomar su medicación para dormirse y no sentir esa sensación de soledad y rechazo que la estaba ahogando y matando en vida.

"¿Estas despierta?" le envió Simón esa tarde.

"Por ahora" le respondió ella.

"¿Cómo te sentís para salir?" Simón sabía que ella le pediría que vaya a hacerle compañía al menos el resto que estuviera lucida. Pero en el fondo solo le enviaba esos mensajes por compasión ante la situación de ella.

"Un rato aguanto" le dijo ella, para la sorpresa de ambos.

"Voy a estar en casa con Debi si queres venir, se queda a dormir".

Algo en ella exploto. Era la tercera noche que se quedaba Debi en la casa de Simón. Se suponía que debía ser lo contrario, que ella debería dormirse sobre el pecho de él, escuchar sus problemas, reír y salir a caminar. No ella, no su mejor amiga.

No sabía cuánto tiempo llevaba desmayada sobre el piso de la cocina cuando comenzó a sentir el frio de este. Sobre la mesa estaban los frascos vacíos junto a una botella de vodka con poco contenido. Había perdido la cuenta de la cantidad de pastillas que había tomado. No sentía el cuerpo, le costaba caminar y tenía un zumbido constante en los oídos. Creía que iba morir pero esa idea no la asustaba.

No podía mantenerse despierta, y perdía la conciencia por momentos. Sin embargo todo lo que quería era dormirse y despertar a su lado. Pero casi muere intentando no seguir pensando que en su cama había alguien más, y esa persona era Debi. No entendía que había hecho mal para que le hicieran algo así ¿Qué tenía tenia Débora que no tenía ella? ¿Por qué justo ella? Habiendo tantas otras más, ¿Por qué su mejor amiga?

Trato de calmarse. Intento convencerse de que no era verdad, de que solo eran amigos que dormían en la misma cama. Pero la idea sonaba absurda hasta para ella.

No, no podía soportar esa realidad, no aguantaba semejante traición. Ella estaba muriendo y Simon solo corrías detrás de Debi atendiendo todos sus caprichos. Poco importaba la enfermedad de ella, poco interesaba que ella estaba deprimida o lo que fuera, nada importaba si Débora le ofrecía lo que ella no podía, una vida de descontrol y risas, una vida adolescente normal.

Miles y miles fueran las idas y vueltas. Cuando veía que ella estaba por tener otras de sus crisis, Simón se iba a la casa de Débora y ahí se quedaba hasta que ella volvía a estar tranquila.

Pero nada la hacía huir de su lado. Ni los comentarios sobre su estado mental, ni el desinterés sobre su salud, ni las escapadas por la noche con Debi, ni las mentiras, ni las otras chicas a las que les proponía por Instagram juntarse a hacer lo que no podía con ella.

Ni siquiera las miles de noches de pasión eran suficientes para que no volviera a verla.

Cuando Débora se fue a vivir a su pueblo natal, eran contados con los dedos de una mano los fines de semana que él no viajaba a verla. Tanto desinterés de su parte, la llevo a verse con otros chicos. Cuando Simón se enteraba, volvía a tratarla como al inicio de la relación. Ella lo llamaba "operación reconquista", en una amarga resignación al pensar que debía amagar a serle infiel para que a él le doliera algo en su interior y volver a buscarla.

Una de esas tantas noches que él volvió a desaparecer, ella salió a almorzar con su familia.

"¿Qué te vas a poner hoy?" Le envió en un mensaje Damián.

Esa noche era su cumpleaños, y a ella la invadía el pánico de salir al boliche casi con desconocidos. Si bien tenían un grupo de amigos en común, eran pocos los temas de conversación similares que tenían.

Al llegar la noche, hablo por teléfono con Amancai:

-¿Entonces está en la casa de Débora?

-Sí, esta allá. Él cree que no lo sé, pero vi en Instagram una historia de Poty donde están los dos. Además es el cumpleaños de su hermanita, era obvio que iba a volver.

-¿Y vos que vas a hacer?

-No se.-suspiro ella-Es el cumpleaños de Dami, pero no sé si quiero ir.

-Anda tonta, ponete bien linda y anda.

Así lo hizo. Se ducho, busco su short favorito, una remerita suelta, sus zapatos más cómodos para bailar, se maquillo como hacía mucho no lo hacía, y estreno un labial "rojo Hollywood". Se armó algunos bucles en el pelo, y salió rumbo a la casa de comidas rápidas donde estaban todos.

Al llegar se abrazó a Dami.

-¡Viniste amiga!

Saludo a Lucas, a Martin, a Ezequiel. Había varios del grupo y otros tanto que no conocía.

Pero había alguien en particular.

Ahí, en el otro extremo de la mesa, de jean y remerita blanca, con una sonrisa llena de vida y una timides que la cautivo, la esperaba el amor, sin que ninguno de los dos lo supiera.

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