La Gran Guerra Sagrada

El inicio de La Gran Guerra Sagrada

Martes 8:47 p.m., 3 de febrero, 2015.

Hace frió, hay una suave brisa de lluvia por la ciudad, es una noche nublada. Caminaba por el centro de la ciudad, buscando donde refugiarme para que la brisa helada no me alcanzara, también un lugar para esperar mi autobús. Regresaba de la universidad, ya noche y muy cansado, con un montón de tareas y trabajos por hacer. Solo quería llegar a casa para dormir y poder descansar un poco, ya mañana seguiría con mis trabajos.

Veo a lo lejos que mi autobús se acerca, por fin. Pero, algo está mal, el cielo, hay algo en él, las nubes se empezaron a disipar rápidamente. Las estrellas, hay muchas estrellas visibles. ¿Cómo es posible esto? Estamos en medio de la ciudad, donde la contaminación lumínica esta por los cielos, casi literalmente. Apenas se deberían de ver un par de estrellas en el cielo.

-Disculpe. -Le hable a un señor que estaba esperando el autobús conmigo-. Disculpe, ¿usted también puede ver las estrellas?

-Si, también las puedo ver, hijo. -Contesto aquel señor sin apartar la vista del cielo-.

No soy el único que las puede ver, esto está mal, ¿No es así? No debería de haber tantas estrellas visibles en medio de la ciudad, ¿Verdad?

Un sonido ensordecedor retumbo por todas las personas que alcanzaba a ver, toda la gente que estaba a mi vista pudo escuchar lo mismo que yo, pero no sé si solo fue a ellas quienes alcanzo el sonido o fue toda la ciudad. Al momento de escuchar eso, algunos se taparon los oídos rápidamente, otros se agachaban con los oídos tapados intentando escapar del ruido. Parecía que habían pasado minutos desde que el ruido comenzó hasta que termino de oírse, pero, en realidad, solo duro unos segundos. Quedo en mi un pitido, como cuando eres aturdido.

Las personas que estaban alrededor y yo nos destapamos las orejas con cuidado, imagino que por la cabeza de los de más pasaba la idea de que el ruido volvería, por lo menos yo si tuve esa idea. Vislumbre las orejas de los demás, por ellas salía sangre, así que revise las mías, en efecto, también estaba sangrando, ese sonido nos dañó a todos.

Regrese mi vista al cielo, buscando una respuesta para el que provoco el sonido, las estrellas seguían ahí, pero algo más hizo acto de presencia. No se podía ver muy bien ya que parecía ser solo una sombra que tapaba la luz de las estrellas a su paso. Parecía la representación de un ángel alado en el cielo, pero era totalmente oscuro, como si la luz no lo llegara a tocar aun teniendo a esas brillantes luces detrás. Apenas alcance a ver como levantaba su mano. Al parecer el hombre que estaba conmigo esperando el autobús también veía al ángel oscuro, ya que su expresión facial cambio del asombro que tenía por las estrellas a terror por ver esa silueta en el cielo.

El ángel, el brazo que tenía extendido hacia arriba, velozmente lo bajo. Las estrellas empezaron a brillar más, y más, hasta que el cielo empezó a tornarse de un color dorado por el brillo de las estrellas, pero en realidad estaban bajando, las estrellas estaban cayendo a la tierra. Parecían estar cayendo a gran velocidad, hasta que la primera impacto en el suelo, a lo lejos se veía como una estrella cayo en medio de una avenida, aun brillante, pero atenuándose poco a poco. Cayo otra, y otra, hasta caer la gran mayoría de ellas, en el cielo se veían cientos si no hasta miles, muchas de ellas debieron haber caído muy lejos de donde estoy yo.

Una de las estrellas venia hacia nosotros, el señor que estaba a mi lado estaba pasmado, no se movía del lugar, solo se quedaba viendo a la estrella que iba a caer en nosotros. Habiendo visto el daño que provocaba la caída de una estrella al suelo, rápidamente empuje a aquel hombre haciéndole caer y lo aleje a rastras del lugar tomándolo por los brazos, hasta una distancia un poco más segura. La estrella cayo, haciendo un gran estruendo y un cráter a su alrededor. Brillaba intensamente, pero ese brillo fue bajando, al cabo de un par de minutos, aquel brillante dorado de la estrella se fue atenuando, se fue apagando hasta que solo quedo una llamarada, no muy grande, en el centro del cráter, donde había caído la estrella.