Capitulo 6: Reconocimiento

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    Para crédito de Damian, soportó toda una media hora de yoga antes de empezar a intentar distraerla y sabotear sus posiciones, presa del aburrimiento, y claramente deseando pasar a una parte más activa del entrenamiento. Para Helena, mucho más ágil que fuerte, el estiramiento era casi más importante que cualquier otra cosa, así que habría podido seguir por mucho tiempo, pero Damian parecía ansioso por probarla, y ella sentía un deseo irrefrenable de complacerlo, de hacer cualquier cosa que le permitiera pasar más tiempo con él, sentía que lo había extrañado toda la vida, aunque lo hubiera conocido hace horas.

   —Que conste que fuiste tú quien quiso ayudarme a entrenar, así que no tienes derecho a quejarte cuando te haga morder el polvo —alardeó él tan pronto se dio cuenta de que el juego iba a pasar a asuntos más de su experiencia.

  —Tranquilo, tigre, no me siento amenazada —contestó, notando la forma como el lenguaje no verbal de Damian cambiaba casi imperceptiblemente tan pronto se ponía serio—. Las reglas son las siguientes. Debes tocarme. Sin armas y sin golpes, sólo alcánzame. Tienes hasta que nos llamen a almorzar, y sólo podemos estar en los exteriores de la mansión, ¿de acuerdo?

» ¿Estás listo?

La pregunta era una cortesía, parte de la etiqueta del deporte, porque Damian parecía contar los segundos para que el desafío comenzara.

Se rodearon el uno al otro por unos momentos, ambos tratando de leer cada micro movimiento del otro, tratando de predecir mutuamente.

Damian rompió forma primero, por supuesto, y Helena notó la seguridad en cada músculo de su hermano cuando se lanzó hacia ella en una posición abierta, una que sería riesgosa si eso fuera combate cuerpo a cuerpo y no una persecución. Se preguntó si era un acto deliberado, aprovechando la situación para sacrificar seguridad a cambio de alcance, o si era esa la forma como él siempre entraba a combate, priorizando su capacidad de dañar al otro sobre su defensa, con una suerte de abandono masoquista que podía significar que no tenía miedo al dolor, o quizás, que estaba seguro de que no sería tocado.

¿La estaba subestimando?

No era, sin embargo, más rápido de lo que ella había esperado; supo que iba a arremeter una fracción de segundo antes de que lo hiciera, y había saltado varios metros hacia atrás con una pirueta, cómodamente fuera de alcance detrás de unos arbustos, casi antes de que él terminara de decidirse. Vio un destello de sorpresa y frustración en los ojos verdes, y quiso sonreír, ¿acaso su hermano de verdad pensaba que eso iba a ser tan fácil?

Cualquier duda que pasó por la mente del menor se desvaneció tan pronto como llegó, su siguiente movimiento fue más decidido que el anterior, igual de seguro de que estaba a punto de ponerle fin a ello, y ella quiso ver qué tan fácilmente podía hacerlo perder la cabeza, así que, en lugar de volver a retroceder, saltó a encontrarlo, y alcanzó a registrar el ceño levemente fruncido en confusión que se formó en su rostro antes de saltar, usar la cabeza del pequeño como apoyo y saltar por encima de él, haciéndolo perder el equilibrio, y corriendo a toda velocidad, tratando de poner una buena distancia entre ambos mientras él prácticamente derrapaba, en su intento por darse la vuelta y empezar a darle caza de nuevo.

—¡Nunca dije que no me defendería! —se atrevió a desafiarlo dándose la vuelta para verlo a la cara, sólo para encontrar que Damian había desaparecido.

Helena miró a su alrededor, aguzando el oído para captar cualquier tipo de ruido por mínimo que fuera.

Como no podía ser de ninguna otra forma, el prado principal de la mansión estaba poblado por setos gigantescos en forma de animales salvajes, como salidos de El Resplandor, todos más que buen escondite para un chico pequeño como Damian. Vigilar alguno era darle la espalda a otro animal, así que por un momento Helena estuvo segura de que sería allí donde él la atraparía.

La hija de BatmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora