CAPÍTULO 3

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Robert se había despertado temprano, a pesar de que no tenía nada que hacer ese día. Se apronto y decidió salir a caminar por las calles. Eisville era una ciudad caracterizada por la oscuridad en el ambiente. La niebla parecía cubrir todo, incluso por el día. Las carreteras eran estrechas y vacías. El caminaba sin rumbo, ya que hoy no tenía ningún destino en particular. Luego de recorrer casi todo el pueblo, se decidió a volver a su casa, debido a que nada había llamado su atención.Todo parecía tranquilo hasta que la vio, allí tirada en un rincón del callejón junto a aquel hombre, sus gritos de desesperación retumbaban en todo el lugar. Se escuchó un golpe y luego como azotaban una puerta con mucha rabia. Fue ahí cuando Robert decidió acercarse y finalmente la vio. Estaba tirada en el suelo, su cabello negro se encontraba revuelto, sus mejillas ahora rojas por el llanto le daban un aire puro a aquella niña. Se encontraba sucia y maltratada, pero lo que más lo había sorprendido de ella era su mirada; estaba perdida, sus ojos estaban opacos y rojos, su mirada transmitía tanto sufrimiento, que hasta Robert se compadeció. Pero ese sentimiento no era de pena si no de curiosidad, algo dentro de él le decía que debía salvar a esa pobre niña. Ella no lo sabía, pero desde ese momento se convirtió en su próxima víctima.

En el último mes la vida de Robert se había  basado en averiguar información de ella. Este caso era distinto, mucho estaba en riesgo y no estaba trabajando como regularmente lo hacía. Está chica era mayor comparada con el resto de sus víctimas, por lo tanto era un desafío para Robert. Ahora debía acercarse y lograr capturarla.

Los primeros encuentros fueron difíciles ya que ella era tímida y discreta, parecía que siempre corría de algo. Era cautelosa y a pesar de ser solo una niña cuidaba sus movimientos. Robert se veía reflejado en ella, le recordaba la tortura de su niñez. 

Tiempo después el hombre sintió que ya estaba todo listo y que era el momento de actuar. Una noche, la encontró en la puerta de su casa. Golpeaba la puerta con fuerza mientras lloraba, al mismo tiempo que alguien dentro de la casa gritaba. Robert se sentía confiado, actuó con velocidad y sin dudar. En un pestañeo, agarró a la niña y la dejó inconsciente. Se encaminó rumbo al bosque con la niña en brazos.

Cuando despertó, Robert sonrió. Estaba a punto de cambiar la vida de esa niña. Ella comenzó a temblar asustada. Le pedía a el hombre con desesperación que la dejara ir, de pronto sus quejidos se transformaron en llanto. El hombre preparaba el arma con delicadeza, sabía que lo que estaba haciendo estaba bien, pero entonces algo dentro de él lo detuvo. Robert no solía corromperse con facilidad, pero por alguna razón ver las lágrimas de la niña caer lo hicieron detenerse. La veía tan débil, tan triste. Todo su dolor se reflejaba en los ojos de esa pequeña. Sabía que la duda se reflejaba en sus ojos.

Él se alejó, y cuando la niña se preparaba para escapar de las garras del monstruo, fue muy tarde.  

Se oye el chasquido de la flecha siendo disparada por los aires. Luego el duro impacto en el objetivo. Los ojos del asesino brillan cuando su joven víctima cae con un golpe seco sobre la nieve. Con afán de acabar completamente con su vida, el homicida se acerca y remueve la flecha del pecho de la desdichada. Un quejido casi inaudible se escapa por los labios de la niña. Satisfecho, el hombre se aleja caminando mientras, lentamente, la nieve se tiñe de rojo sangre

Marcas Sobre HieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora