Marquesa

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Madrid, España - 7:12pm

Carlos pone los audífonos sobre sus oídos y deja que la música fluya por todo el torrente imaginario de su inspiración. Había comenzado a escribir una obra, la cuál estaba gozando de mucha popularidad.

Pero ahora sufría un bloqueo mental.

Carlos toma el teléfono móvil con sus manos. Hay más de 5000 mensajes ignorados. Trata de buscar la conversación, para ver a cuál de sus grupos pertenece.

- ¡Hurra! -se le escucha decir. Para su felicidad, es un grupo donde él también es administrador. Repasa una y otra vez las letras que conforman su nombre:

'Temple Luna' es lo que se dibuja sobre su ventana táctil.

Sonríe. El grupo está en su punto álgido; y él lo sabe. Alista sus dedos y se dispone a responder unos cuantos mensajes.

Entra, ilusionado, a aquel muro de cristal. Y ahora, Carlos, lleva el nombre de Titán.

Titán camina entre la muchedumbre, ofreciendo su relato de animé. Cómo el buen escritor que es, sabe que lo tiene que ofrecer.

El piso y las paredes de aquel salón, en ocasiones, vibran. Pero todos ya se han acostumbrado. Saben que de ningún dios es el enfado. Es solo una que otra notificación.

- ¿Verdad que este chico escribe fabuloso? -se escucha pronunciar por algunas de esas esquinas.

- Dirás 'chaval' -sonrió, Titán.

Y tenía razones para ser admirado. No por nada, había alcanzado 700 seguidores en tan poco tiempo. Se acercan otros escritores y lo siguen.

Al otro lado de la habitación, una bella chica espera sorpresa. Pues, la primera vez que entró, le habían puesto Marquesa.

- Hola, mi poeta -me ha dicho.

Marquesa pone sus escritos sobre sus piernas.

- ¿Qué tal escribo? -me pregunta.

Levanto las hojas y empiezo a leer cada uno de sus versos.

- ¿Estás inspirada? ¿Hay alguien que te inspire?

La musa despliega sus armas de poder; sus armas de distracción. Muy tajantemente me dice que no.

- Me encantan, Marquesa. Eres una artista.

Marquesa me da su gesto de aprobación.

- ¿Y si ahora lees los míos? -le pregunto.

Marquesa accede. Estrecha sus manos y le entrego los papeles.

Mientras lee, presto más atención a las facciones de su rostro. Se ha pintado los labios de un agradable carmín rojo. A mí no me gusta que ellas se pinten los labios. Nunca me he acostumbrado a verlas así.

- Eres un poeta, me han encantado -responde Marquesa. Especialmente, los poemas sobre tu primer amor. Aunque también me han entristecido.

- No te entristezcas, Hermosilla; que la vida es bella.

- ¿Crees que el amor es triste? ¿Que no tiene ningún sentido?

- No, pero mientras más alto subes, más riesgoso es el recorrido.

Marquesa vuelve a reivindicar su cabeza hacia el frente.

- Tienes razón, pero hablemos de algo feliz ¡Ya se viene mi fiesta!

- Lastima que estemos en diferentes países, Marquesa. Si no, te acompañaría.

Marquesa sonríe. Introduce su mano en uno de los bolsillos de su bolso y saca una tarjeta negra.

- ¿Qué es eso?

- Igual estás invitado.

Agradecí en demasía el gesto amable. Tomé la tarjeta y vi su nombre ahí escrito con letras plateadas. Marquesa me acababa de invitar a su fiesta, aunque, no era razonable tomar un avión para ir.

- Te acompañaré en tu teléfono, si me lo permites.

Marquesa sonríe.

De repente, las paredes de la estructura vuelven a vibrar. Es un movimiento largo y continuo que parece eterno. En el pizarrón se empiezan a dibujar lentamente las letras: M-E-N-S-A-J-E-D-E-S-T-A-C-A-D-O

El mensaje viene de la administración. Taitoman ha anunciado un percance y una futura reprogramación del concurso de terror.

Una chica del aula ha empezado a caminar. Sus pasos la llevan desde una esquina a la otra del salón. Luego, se dirige al lugar donde estamos. Su nombre es Maria Gracia; aunque en su etiqueta lleve el apelativo de 'Maria Black'.

- Hola, amigos -dice María, quien parece haber perdido la alegría.

- Hola María ¿Qué sucede con tu angustia? ¿Por qué tu expresión se nota algo mustia? -le respondo.

- Porque estoy algo triste. Acabo de pelear con mi abuela.

- ¿Qué ha pasado? ¿Qué te ha hecho ella?

- Se ha llevado mi memoria USB. Creo que me odia. Yo no sé qué hacer.

Maria Gracia parece muy afectada.

- No sufras, Maria Gracia. Estamos siempre para ti.

Marquesa y yo la abrazamos. Yo, por su izquierda; y ella, por su derecha. Ya en nuestros brazos, una expresión en su cara se combina. Es algo de rabia con adrenalina.

- ¡Es una vaina con ella! ¡Es una desconsiderada!

- ¿Vaina? Pensé que así solo se hablaba en mi país.

- ¿Qué? ¿No te has enterado de que yo también soy de ahí?

Me sorprendo.

Maria Gracia me muestra la pequeña placa que llevaba en el pecho. Con su dedo, señala el prefijo telefónico que se encuentra al costado de su nombre.

- ¿Ves? +51

Me sorprendo de sobremanera.

- ¿Eres mi primera compatriota?

Y en un segundo, el resto del grupo me empieza a abuchear. Pifeos vienen y pifeos van.

Unos cuantos chicos me muestran sus placas desde muy lejos. Todos señalan con su dedo el número 51 que está al costado de sus nombres.

- Perdón, supongo -Me empiezo a reír- Por eso escribo poemas, porque nunca estoy atento.

Marquesa y María se ríen.
















Ventanas grises, ventanas verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora