Billy

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Billy no podía dormir. No sabía si era por el temor de entrar mañana por primera vez a la secundaria, o si los ruidos nocturnos se habían puesto de acuerdo para mantenerlo despierto. Una mano larga de bruja raspaba su ventana, un brazo oscuro salía por debajo de la cama, uno ojo brillante parecía asomarse por la ranura del clóset… todas estas figuras monstruosas coincidieron para aterrar a Billy esta noche.

Pero Billy no era un chico normal. Se levantó de su cama y retiró la protección de las cobijas. Cuando encendió la luz de su cuarto descubrió que la garra de bruja era en realidad la rama del árbol de afuera, el brazo de la cama era una sudadera y el ojo brillante del armario un botón de la chamarra. Billy sabía que algo más extraño no podía suceder. Apagó la luz y se cubrió de nuevo con las cobijas.

Un instante después aparecieron en la habitación sus papás y comenzaron a platicar.
-Hijo, ¿Está todo bien? -preguntó papá.
-Sí, sólo tengo nervios de mañana.
-Es normal, hijo -continuó mamá.
-¿A ustedes les pasó igual en secundaria?
-Tal vez a mí me pasó un poco -comenzó papá-. No hice muchos amigos. A tú mamá le fue mejor, era de las populares.
-Tiene razón tu papá, yo tenía mi grupo de amigas y siempre íbamos a todos lados. En cambio tu papá sólo hacía desastres.
-¿Y qué esperabas? Soy hiperactivo.
-¿Y cómo se llevaron tan bien si no se parecen en nada? -preguntó Billy.
-Ahí es donde entra la adolescencia, hijo -comenzó burlonamente papá-. Primero, creces más que las mujeres, y después se dan cuenta que eres único e irrepetible.
-A ver, "único e irrepetible" -sentenció mamá-. En la adolescencia, las mujeres comprendemos que los hombres son un caso perdido y que nunca -miró enfáticamente a papá-, nunca van a madurar. Ni siquiera en el más allá aprenden a ser maduros. Así que las mujeres nos conformamos por comprender a los hombres, y, finalmente, aprendemos a quererlos.
-Tiene razón tu madre, Billy -continuó asintiendo papá-. Aprenden a querernos.
-Pero, ¿y si no tengo amigos? -preguntó angustiado Billy.
-Los tendrás, hijo -reconfortó mamá.
-¿Y si nadie quiere juntarse conmigo porque hablo con ustedes?
-Siempre habrá una Chana para su Juana -expresó papá.
-¿Eh? -expresó Billy totalmente perdido.
-Encontrarás a alguien tan especial como tú -explicó mamá-. Siempre los hay. Ahora, a dormir, mi querido Billy.
-Buenas noches, hijo -terminó papá.
-Buenas noches, mamá. Buenas noches, papá -despidió Billy y se cubrió con la cobija.
Al momento, sus padres desaparecieron de la habitación y se abrió la puerta del dormitorio. Entró una mujer joven que acarició la frente de Billy mientras se sentaba en la cama.
-¿Estás bien, Billy? -preguntó.
-Sí, gracias Andy -respondió con una sonrisa-. Sólo me despedía de mis papás.
-Ay, Billy. Yo también los extraño mucho. Pero aquí estoy para cuidarte siempre.
-Gracias.
-Y quiero que sepas que si alguien intenta hacerte algo, se las verá conmigo. Nadie se mete con nuestra familia.
-Gracias, Andy. Te quiero.
-Yo también te quiero, Billy -despidió y lo besó en la frente-. Que descanses.
-Hasta mañana, Andy.
Su hermana salió y cerró cuidadosamente la puerta. Billy se preparaba para dormir, ahora más tranquilo, después de platicar con sus padres y hermana. Definitivamente sabía que no estaría solo durante su primer día de secundaria. Sentía un poco de remordimiento por no contarle a Andy su secreto, su habilidad para platicar con sus papás y más. Al cabo, pensaba, ¿cómo serían los días de secundaria para un medium adolescente… o casi adolescente?

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