El profesor de Historia

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Andy echó reversa y una vez sobre la calle pidió a Billy que cerrara con candado la reja de la cochera. Cuando regresó, Andy arrancó muy rápido, logrando que Billy quedara pegado todo el tiempo en el asiento, y así su mañana de escuela iniciara muy intensa. En el trayecto, Andy terminaba de desayunar un sándwich y un licuado con la mano izquierda, mientras que la derecha dirigía el volante y cambiaba velocidades. El estéreo reproducía The call de los Backstreet boys, a la par que Andy conducía alcanzando milagrosamente los semáforos en amarillo. Entre varias vueltas y casi derrapes, Billy ya se había acostumbrado a sentir la sangre caliente por la adrenalina, pero el autobús que casi los golpea cuando Andy giró antes de entrar a una pequeña calle, detuvo su respiración por algunos segundos.
-¡Espérate al verde, animal! -gritó fúrica su hermana. Luego cambió su tono con Billy-. No me culpes, ya te pasará cuando te toque manejar.
Billy se limitó a abrir los ojos. El trayecto intenso no le daba oportunidad para hablar ni pensar en otra cosa más que volver a caminar. Por un momento olvidó la conversación de la noche, la idea de entrar a la secundaria y por un momento, ser un chico ordinario.
-Bien, llegamos. -dijo Andy mientras bebía el último trago del licuado. Billy subió el botón y abrió la puerta para salir lo antes posible y alejarse de ese auto endemoniado. Sintió como las veces que bajaba de una montaña rusa y que toda la intensidad había terminado, sólo que esta vez vio a la muerte en forma de camión, del Circunvalación 1, para ser exactos.
-Te quiero, hermanín. Pasas a las tortas después de la escuela.
Billy alcanzó a agitar su mano para despedirse. Su hermana arrancó y marchó. Volteó y ahí estaba, el portón de su nueva escuela.
Colgaba su mochila por las dos correas sobre sus hombros. Se detuvo en la entrada mientras los demás estudiantes ingresaban para encontrar su salón. Deslizó una de las correas y cargó la mochila sobre un hombro, como hacían los chicos con estilo. Ni siquiera Billy supo por qué lo hizo, fue un movimiento automático, como una reacción para encajar. Mientras ubicaba el edificio de Primeros, vio que algunos grupos de estudiantes ya platicaban sobre mesas y bancas, otros se quedaban afuera de la puerta del salón y otros más aplicados ya estaban en sus pupitres. Finalmente llegó al edificio A y encontró el salón 105. Se detuvo a examinar su nuevo entorno y fijó su mirada hacia un edificio al otro lado de las instalaciones que parecía el gimnasio: alto, con la puerta gastada, grafiteado en las paredes. Notó que tendría algunas cosas qué contar.
-Muy tétrico, ¿verdad? -dijo una voz a su espalda.
El chico de complexión robusta y de lentes expresaba bastante emoción al encontrar a alguien que viera con interés aquel edificio.
-Solamente me llamó la atención -respondió Billy-. Se ve más descuidado que los otros.
-¡Es porque está encantado! -expresó levantando las manos en señas de fantasmas-. Dicen que en el interior hay cabezas de muñecas y muchos misterios.
-Mi vida es un misterio. -bromeó con la intención de entablar amistad.
-A la hora del recreo… perdón, receso, porque estamos en secundaria, investigaremos sus más profundos secretos. Soy Rogelio -dijo tendiendo la mano-, puedes decirme Roy.
-Billy -respondió el saludo.
-A las… -miró su extraño reloj de pulso-, nueve y media comenzaremos la investigación. ¡Bienvenido al equipo!
Billy sintió que eso del "equipo" sería demasiado para dos chicos de secundaria. Por el momento se preocupó por tomar la primera clase del día. La maestra, que cargaba una escuadra y expresaba un rostro bastante estricto, le confirmó que se trataba de Matemáticas.
Cuando inicia el primer día de clases en una nueva historia, es común que el profesor, que explica el tema a la primera hora, trate algo sobre lo que verán los protagonistas del relato. Este no fue el caso. La maestra fue directo a los números y generó en Billy el verdadero temor… no saber nada sobre fracciones.
Después de un pequeño suplicio, continuó la apasionada maestra de Español, una joven dama de lentes,  cabello largo y oscuro que por su forma de expresarse motivaba a todo el grupo a leer, sobre todo a los jóvenes enamorados. Billy ya sabía que las historias de los libros tenían algo especial, pero escuchar a la maestra hablar sobre Harry Potter, le enseñó que los libros tenían una  magia más especial. Fue una clase excepcional.
Finalmente llegó la hora de Historia, aquella que siempre remitía la imagen de señores ancianos, figuras antiguas, libros empolvados y sobre todo… aburrimiento.
Billy esperaba a un señor viejo con bastón y aroma a eso, viejo. Pero no. La persona que entró andaba alrededor de los cuarenta años, traía un sombrero de Indiana Jones, un maletín marrón y toda la pinta de un arqueólogo. En la otra mano cargaba una extraña piedra con forma de cilindro y de textura porosa. Lo más extraño es que ya había visto su rostro esa misma mañana.
-Probablemente -inició de manera dramática-, piensen que la Historia se trata de señores ancianos, figuras antiguas, libros empolvados y muy especialmente… aburrimiento.
Billy se sorprendió al escuchar las mismas palabras que él había pensado sobre la materia de Historia.
-Este objeto que tengo en mis manos -continuó-, carga un sinnúmero de recuerdos en su memoria.
-¿Una piedra? -preguntó una chica escéptica.
-Parecería una piedra, pero en realidad es un relato fantástico. Imaginemos que hace millones de años un volcán hizo erupción y llenó el valle de este material. Luego, seres desconocidos de otras épocas cazaron encima de ese lugar. Después, la humanidad que peregrinó por muchos años, dijo "aquí fundaremos una gran ciudad". Poco después erigió enormes templos para sus dioses con miles de estas piedras, les dieron forma de escalones y subieron hasta la cima para venerarlos por las cosechas. Las piedras -cerró colocando la pieza en el escritorio-, pueden contarnos historias, grandes historias que incluso el más grande historiador desconoce. Esta piedra -alzó la pieza hacia el frente del salón-, forma parte del recinto sagrado de Teotihuacan.
-¿Y supongo que esa piedra no la tomó de manera ilegal? -preguntó la misma chica, rubia y mandona.
-No, de hecho la tomé en las afueras, donde todo es legal.
-¿Y qué tiene que ver esa piedra con la clase? -continuó-interrogando-. ¿Cómo nos va a calificar?
"Aventándote esta piedra en la cabeza" pensó Billy ya cansado de escuchar a la que probablemente sería la jefa de grupo. Su nombre era Paola. Ya había demostrado en matemáticas que era la mejor, y era su momento de desprestigiar la Historia.
-Bueno -continuó el profesor-, escuchemos a la piedra -colocó su oreja en la pieza y explicó-. Treinta y cinco por ciento examen, treinta por ciento proyecto de investigación, y treinta por ciento trabajo en clase.
-Le falta cinco por ciento -explicó Paola.
-Ah, sí. Es para quien descubra un dato nuevo en su investigación.
Después de la aclaración, el profesor se sentó en el escritorio y continuó con los contenidos de la asignatura, desde las culturas prehispánicas hasta la Independencia. Se mostró siempre apasionado con los temas como si los estuviera narrando en televisión. ¡Eso era! Rick Richards, el presentador de Clínica paranormal. Aquel fantasioso presentador de un programa sensacionalista era su profesor de Historia. Billy se preguntaba qué nuevas sorpresas tendría para él su primer día de secundaria, y apenas era la tercera hora.

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⏰ Última actualización: Mar 27, 2020 ⏰

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