John Loider; esas dos palabras, las únicas que parcialmente me pertenecen, se hacían notar en el papel. Estaba atento, centrado, lo suficiente como para pasar estas lecciones y olvidarme de este tema. Pero, había algo, alguien, quien me dificultaba la entrada a mi palacio del saber.
Estaba ahí, cerca de mí, dejando el todo de su mirada en la hoja; tal vez, solo tal vez y en paralelas realidades, su energía se esté agotando en verme a mí, así tanto como yo la veo a ella.
La hora pasaba, por momentos perdía la noción de los minutos, pero su contar volvía cada vez que alzaba la mirada luego de verla. Como si fuera irónico, en la pared estaba el reloj y en paralelo al suelo se situaba la mujer que me hacía olvidar el tiempo.
Esta vez me decidí por hablarle; esperé hasta que suene el último compás del reloj y caminé cuando todos estaban viendo hacia la puerta. Temo endulzar todo, incluso el contacto más básico cae en mi imaginación y los desvíos que esta provoca. Le hablé; la excusa de analizar a la profesora bastó para hablar por cinco minutos. Caracterizado por atento le falté a mi cualidad, puesto que ignoré lo que decía y centré mis ojos en cómo y por dónde lo hacía ¿Cómo lo hacía? Con un tono dulce, calmado, como si de tratase de un efecto calmante ¿Por dónde? Por unos carnosos labios que despertaron algo, la necesidad de tragar saliva y tan solo pensar en tocarlos mientras cierro los ojos.
ESTÁS LEYENDO
La chica de negro de 1964
RomanceUn romance digno de una ficción, un protagonista muy inseguro e inmerso en sí y el mal encarnado en una persona formarán está historia.