Nefilim. 2.

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A la mañana siguiente (o más bien tarde), desperté alarmada gracias a un grito que había escuchado de la boca de mi madre. Cuando bajo de las escaleras con el bate de béisbol de mi hermano mayor, aún en pijama, descubro lo que sucedió realmente aquí abajo mientras yo dormía.

Un gran perro se encontraba ladrando a mi madre, y no paraba de hacerlo. Agarro toda la valentía posible mientras me aferro al bate de béisbol, y le golpeó con toda mi fuerza posible a aquel perro enorme. 

Después de abrir los ojos por la causa del miedo, el gran perro se encontraba tirado en el piso sin mover ni una pata. Sin embargo, su pecho subía y bajaba a una velocidad increíble.

Cuando menos me doy cuenta, una enorme cosa viscosa de color rojo claro se me había tirado encima mío. No tenía cuatro patas como el perro, éste tenía seis patas y tres dedos en cada pata. Me rascuñó mi brazo izquierdo con su pata derecha dejando una enorme marca roja.

Al parecer todos querían sorprenderme el día de mi cumpleaños, porque un color verde esmeralda brillante pasó por delante de mis ojos hasta que llega al pecho de la cosa viscosa y la convierte en polvo. 

No me preocupo en lo más mínimo por quién ha hecho semejante cosa con la cosa esa. Me arrastro hacia el cuerpo ensangrentado de mi madre en el piso y ubico dos dedos de mi mano derecha en su cuello.

Nada. Lo compruebo con la muñeca; nada. Mi madre se había muerto el día de mi cumpleaños gracias a una cosa viscosa que se hizo polvo por un rayo color verde. Ojalá sea el día de darle sorpresas muy feas a ______, porque voy a acabar con esa persona.

Sin darme cuenta, un par de manos se ubican en mis hombros y me levantan lentamente de mi lugar. No quiero saber quién es, solo un par de brazos que me protejan siempre. Siento como esa persona se desconcerta de mi abrazo, pero luego corresponde.

Empiezo a olfatear su aroma... varonil. Efectivamente era un hombre el que me estaba abrazando, y era más mayor que yo, de eso estaba segura. Entonces, comienzo a sentir un pequeño dolor en mi cuello. (Parte derecha para ser exacta.)

- ¿Ey, estás bien?. -escuché que me preguntaba aquel chico que me abrazó. Yo no pude escuchar mucho de lo que dijo ya que el dolor me consumía segundo tras segundos.- ¡Clary, ven por favor! Mira lo que le apareció...

Siento como una mano masculina saca mi mano de mi cuello y se la muesta a la tal Clary. Cuando el dolor cesa, logro volver a abrir los ojos. Me sorprendo cuando me encuentro con una joven de quizás dieciocho años y de cabello café-pelirrojo al lado de un chico, de seguro de su misma edad, de pelo rubio por los hombros.

- ¿Quiénes son ustedes?. -logra salir de mi boca cuando los veo a ambos frente a mí.

Ahora que la luz del sol se colaba entre las persianas de la ventana, podía admirar mejor la imagen de ambos chicos frente mío. Ambos eran altos (también por su edad) y además bastantes guapos. 

La tal Clary (que de seguro era ella ya que nadie más se encontraba aparte de nosotros tres), era de cabello café-pelirrojo, aunque más rojo. Tenía ojos increíblemente verdes. Su piel es blanca y está repleta de pequeñas pecas.

El chico del que desconozco su nombre, tenía cabellos rubios que llegaban hasta sus hombros y se rizaban detrás de sus orejas, y un par de ojos dorados muy hermosos. Era alto, con cuerpo musculoso. Traía múltiples cicatrices de lucha (supongo) y también usaba ropa oscura.

- Jace Herondale, y mi novia Clary Fray. -admite el rubio mientras los examino por quinta vez con la mirada.

- ¿Qué son?. -ellos se desconcertan con mi pregunta.- Se nota a kilómetros que no son de aquí. Además de que traen elementos de guerra.

- Es lista. -le susurra Clary a Jace, aunque yo logré escucharlos.

¿Por qué los llamé por sus nombres? O sea, casi ni los conozco. 

- Somos Nefilim; hijos de ángeles caídos y humanos, creados con el fin de proteger al mundo de los Demonios con habilidades especiales. Eso que te atacó hace rato, era un Demonio. -me explica Clary.

- Bueno, fue el día más extraño que he tenido en toda mi vida. -declaré con mis brazos en mi pecho.

- Necesitamos llevarte donde se encuentran los demás Nefilim. -comenta Jace después de un minuto de silencio, le miro incrédula.

- Cuando le golpeaste al perro ese, -me explica Clary, me volteo hacia ella.- le diste con tanta fuerza sobre natural, que lo devolvió a su forma de Demonio. Sólo un Nefilim logra hacer eso.

- Y sabremos si lo eres, si vas donde nosotros te llevemos. -dice Jace esperando mi respuesta, suspiro y le miro.

- Bueno, pero ningún Demonio en el camino ¿si?.

- Eso no te lo puedo asegurar... -escucho que susurra.

- Necesitaremos que te cambies de ropa. -dice Jace después de ordenar la casa de mis padres. Le miro confundida.

- ¿Por qué, qué tiene mi ropa de mala?. -pregunté tocando mi pantalón.

- Es un pijama, _______. -explica Clary.

- Oh, cierto. Me iré a cambiar. -digo mientras subo las escaleras.

- ¡Ponte algo color negro!. -escucho gritar a Jace desde abajo.

Busco lo más oscuro en mi ropa y me lo pongo. Consistía en una remera blanca manga corta con una cruz negra dibujada en ella; unos jeans negros nada ajustados; una campera de cuero negra (afuera hacia frío); botas negras con plataforma y un bolso negro para meter algunas cosas que necesitaré.

- Ya estoy lista. -digo terminando de bajar las escaleras. Mis ojos ven a un Jace dormido y a una Clary tratando de despertarlo.

Me digno a poner un poco de agua fría en un vaso y tirarselo a Jace. Cuando se despierta, le regalo una de mis sonrisas más inocentes.

- Tu ropa me convence de que no hiciste nada. -dijo.

- No me dijeron a donde iríamos. -declaré una vez que estuvimos dentro de un auto. Clary y Jace adelante (Jace piloto) y yo atrás.

- Ya lo sabrás...

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⏰ Última actualización: Nov 12, 2014 ⏰

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