Los primeros encuentros
Al principio, solo coincidió con una mirada fría y lejana. Pero después de esa noche, Ignacio comenzó a ir cada vez más seguido a su casa. Ana pudo notar como la mirada de él a ella se volvía cada vez más penetrante. Primero no leyó entre líneas, pero sí ciertas curiosidades. Se descubrió observándolo. Él jugaba con sus hijos e intentaba involucrarla. Al final, siempre terminaba robándole una sonrisa.
Los días pasaron. Cuando no se veían, él le enviaba mensajes amigables y, cuando jugaban con los chicos, él aprovechaba para hacer contacto, incluso abrazarla. Su cuerpo, sensible y extraño por esos días, no lo rechazaba.
Ana no pudo reprimir por mucho tiempo todas esas emociones nuevas; emociones peligrosas. Se lo contó a una amiga. Con pocas palabras, ella le aconsejó que "se suba al tren" sin pensarlo. "Pasa una sola vez. Ana. Fecha la oportunidad de sentirte amada y cuidada por una vez en la vida", le dijo.
Ignacio, que a esa altura los visitaba casi todos los días, se encariñó con los hijos de Ana. La ayudó a cuidarlos en momentos en los que ella no pudo estar. Él se preocupaba. Él estaba. Y a ella, su presencia, le fue llenando el alma.
De a poco, Ana pudo percibir como las miradas de ambos habían cambiado y como los roces habían comenzado a hablar por sí solos.

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un amor prohibido
Storie d'amoreSe enamoró perdidamente estando casada. Sin embargo, ese no sería el mayor obstáculo; la diferencia de edad era amplia y él era el sobrino de su marido. Ana estaba perdida. Apenas sí podía sonreír. Su cabeza era un torbellino de emociones y su vida...