La ilusión del miedo

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Caminaba de forma intranquila Mónica, una chica de tez morena y cabello negro enchinado, una combinación que en conjunto con el hecho de que solo mide 1.60 la hacía ver idéntica a un hermoso mini árbol, y aunque la calurosa avenida era transitada por un número considerable de personas, no era motivo de alarma, aun con esto Mónica no paraba de girar su cabeza de vez en cuando para ver a la gente pasar a su lado, gente que parecía estar observándola con mucho detenimiento y con expresiones desagradables que iban desde la ira hasta el asco, esto hacia que Mónica se sintiera incomoda, pero había algo más, algo que le helaba la sangre y le ponía la piel de gallina, toda la gente que veía de reojo parecía tener los mismos rasgos faciales que su ex-novio Alan, su peinado a modo de olas tan distintivo, la forma tan recta de las cejas, el cráneo tan robusto y dominante, e incluso los gestos que su ex suele hacer, todo ello la dejo en shock, se preguntaba cómo eran posibles esas semejanzas tan espeluznantes y sin darse cuenta se había quedado completamente inmóvil en medio de la acera, mientras que las personas que pasaban a su lado se quedaban viendo a una chica con la mirada perdida, entonces de repente Mónica sintió una mano en su hombro y seguidamente escucho a un hombre hablarle: -Disculpe - decía mientras Mónica se giraba para verlo- ¿se encuentra bien, señorita? En el momento en el que Mónica volteo hacia el sujeto, sabía que estaba mirando la viva imagen de Alan, aunque con pequeñas diferencias en la complexión del cuerpo, sin embargo, esto no evito que Mónica corriera despavorida. - Oye -gritaba el hombre- yo solo quiero ayudarte. *¿Qué es lo que quiere de mí?, ¿por qué está haciendo esto?, ¿seguirá molesto conmigo? sí, eso tiene que ser, sigue enojado con migo por haber terminado con él, sino ¿qué otra cosa podría explicarlo?* pensaba Mónica mientras corría frenéticamente, de tal manera que llego a empujar a varias personas en el transcurso de únicamente dos cuadras, recibiendo un par de insultos de por medio, pero a ella no le importaba lo más mínimo, no, la prioridad para ella en ese momento era llegar a su casa apartada de todas esas personas que la miraban con expresiones de asco cada vez que ella miraba de refilón, llegando a la esquina de su casa choco súbitamente con una mujer, de tal modo que ella cayó al suelo. - Oh, disculpa, no fue mi intensión -dijo la mujer con la que había chocado. Mónica volteo hacia arriba y ahí estaba de nuevo, Alan, y a pesar de que se disculpó, parecía tener intenciones ocultas gracias al tono malévolo de su voz, como si lo hubiera hecho apropósito. - Déjame ayudarte -decía mientras le extendía la mano. Mónica solo pudo quedarse viendo enmudecida a la mano que lentamente se acercaba a su cara, hasta que de repente la aparto con un golpe seco, para posteriormente arrastrarse y así estar más lejos de aquella mujer. - Oye -la mujer se estaba acercando con una cara que Mónica podría catalogar como inquietante- yo solo quiero ayu... - ¡NO QUIERO TU AYUDA! -Grito Mónica- Aléjate de mí -Decía mientras se revolvía para que no la tocara. La mujer impactada se alejó, al mismo tiempo que Mónica daba un salto para incorporarse y salir corriendo, quedando así a pocos metros de llegar a su casa, una vez adentro cerro puertas y ventanas lo más rápido posible, cuando acabo ya era de noche y se encontraba en su habitación llorando descontrolada mente. 

Al siguiente día llamo a su madre, María Guadalupe, para contarle lo que paso, explicándole cada detalle y pidiéndole que fuera cuanto antes a verla, estaba inmensamente aterrada y no era de extrañarse, ya que, hasta su madre considerada por amigos y familiares como una mujer con nervios de acero, se había espantado ante la situación que le narro su hija. Cuando su madre llego, como ya era costumbre, vio que también ella era idéntica a su ex, por ello, Mónica se negaba rotundamente a acompañarla a un psiquiatra, pero conforme pasaron las horas, fue convenciéndose a si misma que todo iría a mejor si visitaba un lugar en donde le pudieran ayudar con su problema, ninguna hablo durante el camino y esto hacia que el ambiente se volviera más incómodo, aunque en el fondo ambas no tenían ganas de comentar nada de lo sucedido, y por fin llegaron. 

Como María había llamado por teléfono a la clínica después de lo que le contó su hija, no era de extrañar que las atendieran justo cuando estaban a punto de sentarse para esperar, en la habitación se encontraban un neurólogo y una psiquiatra, a los que les dieron cada detalle de lo sucedido, ellos al escuchar esto se percataron rápidamente de lo que debían hacer, primero le hicieron unos cuantos test de memoria, fluidez verbal y reconocimiento facial, entre otros, después hicieron unas resonancias magnéticas del cráneo de la chica para poder ver si su teoría era cierta, y lo era, la chica presentaba una lesión cerebral en la parte frontal del mismo, por ultimo les platicaron a Mónica y su madre sobre lo que le pasaba a su hija: - Señora, ¿su hija ha sufrido algún golpe de gravedad en estos días? -Pregunto el neurólogo. - Si, ¿por qué? -Pregunto la madre preocupada. - Resulta que su hija tiene un golpe en la parte delantera del cráneo -Informo el neurólogo. - ¿Que tan grave es? -Pregunto la madre totalmente espantada. - No es muy grave si se llegó a tratar a tiempo, sin embargo esto mismo puede llevar a que su hija desarrolle ciertos trastornos, en este caso el síndrome de Frégoli -Continuo la psiquiatra- Nombrado así en memoria del actor italiano Leopoldo Frégoli, es un trastorno mental de la clasificación de Identificación Errónea Delirante, el cual hace creer al afectado que una misma persona le está persiguiendo constantemente, este trastorno suele producirse mayormente por contusiones cerebrales, las personas que lo padecen tienen en común ciertos síntomas entre los cuales se encuentran: Alucinaciones, déficit de memoria visual, convulsiones y déficit de auto control, entre otros -Informo la psiquiatra. - ¿Que se puede hacer? -Pregunto la madre nerviosa. - Para estos casos se usa la fármaco terapia, que no es más que tratar la enfermedad con medicina, así que le vamos a recetar a su hija unos fármacos anti psicóticos y anti convulsivos, por último, mi compañera y yo llevaremos un control sobre los avances de su hija, eso sería todo -Puntualizo el neurólogo, al mismo tiempo que hacia la receta. - Y señora, recuerde que, con apoyo de amigos y familiares, las cosas solo podrán ir a mejor -Finalizo la psiquiatra, dándole a Mónica y su madre una sonrisa de oreja a oreja. - Muchas gracias -Dijo la madre mientras se retiraba con su hija. 

Un par de meses más tarde Mónica se encontraba mejor, las alucinaciones habían desaparecido casi en su totalidad, al igual que las pérdidas de auto control y las convulsiones, pero a pesar de que todo mejoraba en torno a la enfermedad de Mónica, sus relaciones sociales no lo hacían, pues desde el día en que Mónica tuvo aquel ataque de pánico en mitad de la calle, las personas, más específicamente sus amigos, empezaron a tratarla como una loca, prácticamente todos en la universidad sabían lo que le ocurrió y se burlaban de ella, en especial el grupito de Juan, Luis y Francisco que la molestaban constantemente, incluso ahora la están acorralando en un callejón oscuro y solitario, para poder agredirla tanto verbal como físicamente. - Chicos, déjenme en paz por favor, solo quiero irme a casa -Decía Mónica mientras caminaba lentamente para atrás. - Jajá ¿crees que una chica loca como tu puede irse así sin más? -Pregunto Luis, el jefe del grupito, mientras se acercaban a Mónica lentamente- Te vamos a dar tu lección para que no puedas lastimar a nadie -Dijo mientras sonreía diabólica mente. Entonces se abalanzaron sobre Mónica haciendo que perdiera el equilibrio y cayera contra el suelo de piedra, dos chicos retenían los brazos de Mónica, mientras que el tercero estaba sentado en las piernas de Mónica impidiéndole moverlas, Mónica forcejeaba con todas sus fuerzas, pero el dolor en su espalda, que crecía por momentos, y los dos chicos ejerciendo presión en sus brazos se lo impedían, en ese instante Mónica pudo captar todos los aromas, sonidos y sensaciones del sitio en el que se encontraba, su espalda fría gracias a la humedad del suelo, los chillidos de las ratas de fondo y el olor de la putrefacción propia de los alimentos en descomposición, o los cadáveres, entonces uno de los chicos se dispuso a hablar, no sin antes chasquear rápidamente. - Oigan chicos, ¿y si jugamos con ella? -Pregunto Juan que se encontraba apoyado en el brazo izquierdo de Mónica, el cual mantenía, al igual que Luis y Francisco, esa expresión perturbadora, los otros dos chicos simplemente asintieron y los tres empezaron a reír levemente. - Esperen, ¿qué me van a hacer? -Pregunto Mónica con una voz quebrada que denotaba su terror ante la situación. - Oh nada, solo vamos a.... divertirnos con tu cuerpo -Termino lentamente Francisco, el cual sostenía el brazo derecho de la chica. *¡No, no puede ser, están considerando, VIOLARME! * pensaba Mónica mientras sus músculos se tensaban, entonces Mónica se retorció alarmada por la insinuación de los tres chicos, Luis respondió tomándola por el cuello y acercando su cara a la de Mónica. - Ey, no lo veas como algo negativo, puede que te llegue a gustar y todo -Dijo en un susurro, mientras llevaba una mano a los botones de la camisa de Mónica- solo intenta disfrutarlo -Finalizo mientras desabotonaba hasta el último botón de su camisa, dejando a la vista la piel desnuda de Mónica, el chico se emocionó al ver esto por lo que recorrió lentamente su mano por el abdomen de Mónica, hasta llegar a su sostén. - Bien, que empieza la fiesta -Dijo mientras miraba a sus amigos, para esto Mónica forcejeo una vez más esperando poder liberarse, pero no lo consiguió, en cambio hiso que el chico se enojara y se abalanzara todavía más sobre Mónica abriendo sus piernas para estar más cómodo y ejercer mayor presión. - Deja de hacer las cosas más difíciles -Gruño el chico, Mónica estaba cansada y apenas podía respirar gracias a las manos del chico apretando su cuello, por lo que planeaba rendirse, pero vio algo que le hiso recobrar la fe, una enorme tubería rota y oxidada a pocos centímetros de distancia, ya tenía un método de protección, ahora solo restaba liberarse de ellos, y entonces sonrió. - Ah veo que te gusta que te ahorquen, vaya chica más sucia nos encontramos eh chicos -Los tres se empezaron a carcajear- Bien, si eso es lo que quieres, supongo que... -Se detuvo en seco a causa del rodillazo que le propino Mónica en la entrepierna, Mónica lo empujo de una patada para alejarlo y así poder darle una patada a Juan, justo en un costado, ya por último, con la mano izquierda liberada le soltó un puñetazo a Francisco, que cayó casi al instante. Una vez liberada, Mónica tomo la tubería que había visto y con una rabia inmensa, arremetió contra los chicos que ya hacían en el suelo, primero la cabeza, luego el estómago y por ultimo las extremidades, dejando así una capa roja alrededor de cada cuerpo, alargándolo más de lo necesario, pero es que ella no lo podía evitar, sentía mucha ira por todo lo que le habían hecho ahora y durante dos meses, quería desahogarse de todo ello, y aunque se encontraba muy cansada, el crujir de los huesos le daba energías para seguir golpeando a esos chicos, a pesar de que ya estaban muertos, cuando termino no pudo evitar reír de forma descontrolada mientras veía el cielo nublado y tiraba la tubería a un lado suyo. - Jajajajajajajajaja –Reía Mónica mientras su sonrisa se extendía más, y cada vez más- Eso se sintió tan, bien -Dijo puntualizando la última palabra- Ja, es curioso, desde hace mucho eh tenido una extraña sensación, como si alguien estuviera narrando mi historia, y lo que es aún peor, como si alguien la estuviera leyendo, puede que sean solo cosas mías, pero no puedo dejar de pensar, que de ser así, sería muy gracioso, ¿acaso esto es cosa de locos?, dígame señor espectador, ¿usted piensa, como pensaron estos chicos, que estoy loca, verdad? -... 

                                                                       Fin

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