Capitulo 4

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Hacia ya dos semanas desde que la princesa Elena nació, todo iba de maravilla. Regina no podía con todo lo que sentía dentro, estaba feliz, muy feliz.

A pesar de tener que levantarse en plena madrugada para darla de comer o cambiarla el pañal se había acostumbrado a ella muy rápido. Siempre la dormía colocándola la cabeza en el pecho para que escuchará su corazón, y por supuesto que con el peluche que le había regalado su abuelo. La encantaba ese peluche. Era incapaz de dormir sin él.

Estaba Regina rentada en su mecedora enfrente de la ventana dando de comer a su hija mientras tarareaba una canción para que se relajara ya que hoy estaba muy agitada. Regina no sabía lo que la pasaba, así que cuando hubo terminado la saco los gases, la durmió y la dejó durmiendo en su cuna con su oso de peluche. Una vez terminó fue a la cocina a preguntarle a una de las cocineras.

Era una señora de mediana edad, trataba a Regina como a una hija y siempre que tenía dudas o algo la preguntaba a ella y está de buena gana le daba consejos. Cuando estaba embarazada iba a la cocina a escondidas a por antojos, la daba vergüenza decírselos a nadie ya que eran antojos muy extraños, pero esa señora se los daba sin rechistar o sin hacer muecas raras . Una vez tenía antojo de un bocadillo de chorizo con chocolate y la cocinera se lo hizo de buena gana.

– Abuelita.– Dijo Regina a la cocinera.

– Dime querida.– Contestó está de buena gana

– Necesito consejo. ¿Puedes venir?

– Claro, no tengo nada que hacer.

Fueron a la habitación de la reina donde estaba la cuna de su hija y cuando entraron escucharon un llanto estridente que provenía de la cuna alojada al lado de la cama con dosel.

– No sé que la pasa, lleva todo el día así. – Dijo Regina cansada de no saber lo que la pasaba a la pequeña.

– Estará con cólicos, déjame probar una cosa.

La reina la entrego a la niña y la anciana la tumbó en la cama donde la movió las piernas.

– Cuando mi hija tenía cólicos lo único que la aliviaba era esto.– Dijo la abuelita sin dejar de mover las piernas de la bebé.

Poco a poco la niña se fue relajando hasta dejar de llorar. Al ver eso Regina abrazo a la anciana.

– Gracias, ya no sabía que más probar.

– De nada hija cuando necesites algo ya sabes dónde estoy.

La morena cojió a su hija de la cama y se sentó en la mecedora.

– No le des mucho trabajo a mamá q es nueva en esto.– Dijo hablando la a la niña.

Una vez dormida no pudo evitar quedarse la mirando abrazadita a si peluche. Sin darse cuenta el tiempo pasó y se hizo de noche, la dio de comer antes de irse a dormir, la recostó en la cuna y la dio un beso en la frente.

– Te amo mi vida.– dijo con una sonrisa hacia su hija

Esa fue la última vez que Regina Mills vio a su pequeña princesa Elena Colter- Mills.

Era media noche cuando Cora Mills entra a el castillo real a hurtadillas, cruzó todo el palacio hasta estar enfrente de la puerta del dormitorio de su hija, cuando de repente escucha un llanto estridente, era la pequeña princesa reclamando comida. Por la rendija de la puerta vio como la reina se levantaba de la cama medio adormilada y se acercaba a la cuna de su hija, la coge y se sienta en la mecedora donde da de mamar a la pequeña y la duerme, al terminar la deja en la cuna junto a su inseparable peluche.

Cora espera un par de minutos a que su hija se vuelva a dormir y entra a la habitación real para conseguir que su hija deje de descuidar sus deberes como reina.

Se paró al lado de la cuna de su nieta y la cogió. Esta se removió un poco en los brazos de su abuela pero siguió durmiendo y las dos desaparecieron en una nube de humo color burdeos.

La reina al despertarse sintió una sensación extraña en el corazón, como si la faltase algo. Mientras se vestía y preparaba se fijó en un peluche que había en el suelo de la habitación y cuando lo cogió se acordó de que era el que ella usaba cuando apenas era una niña, al tocarlo esa sensación de vacío se hizo más grande. A la reina eso le pareció muy extraño pero lo dejo pasar.

Lo que no sabía es que esa sensación de vacío cada vez se hará más grande hasta la necesidad de llenarlo con algo. Venganza contra Blancanieves.

Lo que perdíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora