CAPÍTULO 2

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El silencio predominaba en el tejado del edificio. Sólo el ruido ambiental del temporal, explosivo, pero a la vez tranquilizante, era capaz de cortar el incómodo silencio entre ambos.

Me levanté. Me puse la capucha de la sudadera roja, y llegué hasta la puerta que llevaba escaleras abajo dentro del edificio. Me paré antes de abrir la puerta y giré la mirada, sonreí e hice un gesto de despedida con la mano. Ella me respondió con una sonrisa algo falsa. Me gire y entré, cerré la puerta y bajé al tercer piso, a la puerta de mi casa.

Me quité la sudadera húmeda, y la colgué en la entrada. Mi madre me preguntó el por qué mi salida y a dónde, le respondí con un simple "no es nada".

Fui a mi habitación, dejando ligeras huellas de agua por donde pisaba, me senté delante de mí escritorio, y saqué la carpeta azul que contenía mi dibujo.

Lo agarré con ambos brazos, las extendí, me levanté de mi silla y comparé el dibujo con el paisaje a través de la ventana, que a causa de las gotas de agua, había distorsionado el paisaje del parque. No podía seguir dibujando, el paisaje estaba igual que cuando empezó a llover, tenía que esperar a que parase de llover y se secase el ambiente. Aún así, sentí que, de alguna forma, el paisaje a través de la ventana se había vuelto más bella, el tono grisáceo y monótono que tenía el paisaje, aunque en cualquier otro contexto, sería una imagen triste, para mí no lo era, se sentía casi como si estuviese como antes, de alguna u otra manera.

Me tumbé en mi cama con el dibujo sin color del parque en mis brazos, me lo quedé mirando, cerré los ojos y me lo imaginé con sus verdes llamativos de las hojas de sus esbeltos arboles.

Antes de que pudiera darme cuenta, me encontraba en un lugar oscuro. Muy oscuro. Ni siquiera era capaz de verme a mí mismo. Sentía un viento frío pasando por mi cuello que me daba escalofríos. Realmente no había nada. Sólo vi de lejos aquel parque, lleno de verde, colorido como el arcoíris, que resaltaba entre la inmensa oscuridad. Corrí, corrí y corrí, pero parecía que no llegaba, como si hubiese algo detrás mío que me jalaba cuando intentaba moverme. De pronto, el hermoso paisaje lleno de follaje verdoso se fue desvaneciendo. Primero, sus colores fueron lentamente difuminando en un gris plata. Después, el contorno de este se fue distorsionando. Pero había algo entre la distorsionada maleza y árboles monocromsticos, había alguien, con una sudadera roja con la capucha puesta. Era aquella chica, la que me encontré en el tejado del piso. Aquella chica rubia. ¿Cómo se llamaba? Ah, si... Alicia, ¿no?

Mientras intentaba recordar su nombre, me volví a fijar en el parque. Ella estaba llorando, se había quitado la capucha. Su pelo le llegaba hasta las caderas. Estaba mojado. Hizo un signo de despedida con su mano, y de la nada, desapareció.








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