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Grizz nunca pensó que la luz del atardecer pudiera ser tan maravillosa hasta que la vio posada sobre Sam Eliot.

El anaranjado de su cabello y el azul de sus ojos parecían perfectos jugando con la luz que dejaban los ultimos rayos de Sol. Grizz pensó que podría mirar esa escena toda su vida.

Se contuvo de correr y abrazarlo y decirle lo maravilloso que era y como había querido besarlo desde hacía meses pero no había tenido el valor para hacerlo hasta que estuvo lo suficientemente ebrio para no tener consciencia. En cambio, lo que hizo fue caminar despacio hacía donde él estaba. En una esquina del parque mirando a unos niños jugar, cuando lo percibio cerca, levantó la mirada y el oceano y la tierra colisionaron. Grizz tragó saliva sonoramente.
¿Por qué estaba tan nervioso?
No es como si no supiera que él iba a estar ahí.

Había terminado su charla con los chicos y dirigido a casa. Tomó una ducha y su madre le preparó un té, lo bebió en su cama, entre sus almohadas y con su telefono en mano pensando cómo decirle al chico que le gustaba que debían verse porque acababa de salir del closet y creía que la mejor idea que podía tener era salir oficialmente. Al menos, intentarlo.
Al final se decidió por un simple "¿Puedes verme en el parque mañana por la tarde? ¿07:00 pm?" Recibiendo un "Seguro" por respuesta.

Así que ahí estaba, frente a él. Bueno, junto a él. Mirando un arenero antes lleno de niños gritones y sus madres también gritonas. Grizz quiso empezar a hablar. Movió sus manos un poco, articulando despacio con su boca.

- ¿Cómo estás?

Recibió una respuesta inmediata, como era de esperar.

- Bien. Al menos yo no fuí quien beso a alguien ebrio -No supo si fue la gracia o los nervios, pero Gareth se rió unos segundos -¿Cómo estás tú?

- Mejor ahora -Esa sonrisa tonta se dibujo en ambos rostros, con un pequeño sonrojo de parte del contrario.

- Entonces ¿Para qué querías verme?

-Bueno. Nos besamos. El sabado ¿Sabes? -No quería mirarlo a la cara. No quería porque se moría de vergüenza y se arrepentia de no haber practicado esto antes frente al espejo.

- Tú me besaste a mi. También estabas ebrio. No tienes que hacer de esto un gran problema, no tienes que pensar que ahora estoy enamorado de ti o esperando que me invites a salir o alguna de esas cosas. No tienes que hacerlo, amigo. Los besos no significan nada.

- Pero... que tal si sí quiero hacerlo -Lo miró a los ojos, esperando detectar algún rastro de miedo, nerviosismo, pero no encontró nada. Parecía que Sam había hecho esto de rechazar chicos miles de veces. Y estaba tan cerca - Invitarte a salir, o esperar que estés enamorado de mi. ¿Qué tal si es lo que quiero?

- ¿Es lo que quieres? -No era momento para ser cobarde. Lo único que sus ojos veían eran el otro par azul que cada vez estaba más cerca frente a él. No estaba esperando un momento, pero ahora que lo tenía no iba a rechazarlo.

- Sí. Te quiero a ti.

Acortó la poca distancia que quedaba entre sus labios con un beso. Dulce y timido, como si tuviera miedo de romper los labios ajenos. Suave y calido, como la nieve a su alrededor y el calor del sol, como el color de sus mejillas. Mejor de lo que imaginó, se sentía en una jodida película. Era un beso que lanzaba chispas alrededor. Queriendo realmente ese momento. Necesitandolo. Habiendo esperado tanto por ese beso, ninguno de los dos quiso separarse por un rato.

Ese beso fue el primero de esa tarde.
Conectando. Conociendo quienes eran. Besandose y abrazandose y mezclando sus respiraciones queriendo sentir la electricidad correr por ellos. Se sentía bien, se sentían vivos e invencibles. Nada podía arruinar ese momento y nada iba a serlo. El universo jugó de su lado ese día. El atardecer convirtiendose en un cielo azul estrellado. La brisa calida del comienzo del verano y los ruidos de la pequeña ciudad fueron la banda sonora de su camino a casa. Sacando chispas de la felicidad y comunicándose sin usar palabras. Compartiendo un secreto.
































𝙀𝙑𝙀𝙍𝙔𝘽𝙊𝘿𝙔 𝙏𝘼𝙇𝙆𝙎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora