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Fue el horrible y odioso sonido de la alarma del celular el que despertó a Jimin aquella mañana de viernes. Era el último día y su favorito de la semana. Sin embargo en ese momento el rubio ni siquiera podía levantarse de la cama de buen humor pues tenía un cansancio increíble. ¿Cuánto había dormido? ¿Dos horas quizás, como mucho? 

"Tengo que ir a trabajar" le dijo su mente pero su cuerpo aún no le reaccionaba del todo. Aquella noche había sido intensa. Un brazo, no sabía de quién, aún le rodeaba por la cintura y se volteó para quitarlo de encima y sentarse en la cama mientras frotaba su rostro para despabilarse. 

Los rayos del sol colándose por la ventana del cuarto de ese departamento le molestaban, pero cuando pudo abrir bien los ojos de una vez, vio a la parejita con la que había pasado la noche aún dormidos plácidamente. Ella, rubia como él, descansaba boca abajo con las manos debajo de la almohada y todo su largo y lacio cabello desparramado por aquella espalda desnuda que no se había cansado de besar una y otra vez. Jimin amaba las espaldas. Tenía un fetiche con esa parte del cuerpo. Y la del chico, acostado al lado de ella, no se quedaba atrás, ancha y musculosa. También se había deleitado con la piel morena de ese hombre en algún momento de la noche. 

A Jimin le sorprendía como sus gustos podían variar tanto de un momento a otro. Podía apreciar y desear aquella delicada contextura de la espalda de una mujer, tanto como la fuerte y ancha de un hombre al minuto siguiente.

Pero no era momento para admirar los cuerpos de sus amantes de la noche anterior. Tenía que dejar el placer de lado e ir a trabajar, aunque por dentro se moría por una segunda ronda. El sexo por la mañana era uno de sus favoritos. Aún con el cansancio y todo estaba dispuesto a un poco más. 

No obstante, se vistió en silencio, sin molestarlos, y tomó la llave que el chico le había dejado en una mesa para que pudiera abrir y salir temprano de ese departamento en el que nunca antes había estado y que probablemente no volvería a visitar pues eran pocas y raras las veces en que Jimin repetía aventuras. 

Aquella noche con la pareja de novios que buscaba hacer un trio y probar algo diferente había sido una de las buenas, pero no estaba seguro de querer agregarlos a su lista de frecuentes. Ni siquiera recordaba sus nombres con exactitud, la conquista había sido demasiado rápida en el bar donde los había conocido. Solo le bastó intercambiar un par de palabras para saber que se iría con ellos.

Dejó la llave en su lugar después de usarla y salió. El frío aire de la mañana le chocó en el rostro y aquello sirvió para despertarlo aún más, pero lo cierto es que necesitaba seguir durmiendo al menos un día entero. 

La primera que se dio cuenta de su falta de sueño fue claramente su compañera de trabajo al verlo llegar con la misma ropa con la que lo había visto ayer. Lisa supo de inmediato que su compañero había tenido una noche loca. 

- Diablos, Jimin. Al menos hubieras ido a tu casa a darte una ducha. - le regañó la castaña con una sonrisa.

- Uh, no hice tiempo. No es mi culpa. - se excusó él mientras colgaba su bolso en el perchero de siempre.

- Claro que lo es. Pero bueno, primero el sexo, luego el trabajo ¿no? Prioridades. 

- Pues discúlpame por vivir la vida. - le sonrió. 

- Eres un niño muy travieso, Park. - se burló Lisa y Jimin le guiñó un ojo en respuesta. - Si la señora Choi supiera lo que haces. 

- Uh, ni me la nombres. Demasiado temprano. 

Escuchar el nombre de su jefa definitivamente era un estímulo negativo para empezar el día. 

- Hay muchos libros para ordenar hoy, que quedaron de ayer. Te ayudaré porque claramente no estás en condiciones de pensar. - Lisa salió detrás del escritorio y tomó el carrito que contenía de decenas de todo tipo de libros, de todo tipo de tamaños. 

Adicto - KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora