"Pintura y una sonrisa".

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Eran las cuatro de la tarde y llego hasta la parte exterior de la casa luego de una mañana y parte de la tarde algo tediosa. Estoy frente a la puerta. Llevo una de mis manos a uno de los bolsillos de mi pantalón para tomar las llaves, las saco, las pego a la puerta y les doy vueltas en dirección a la izquierda. Abro suavemente la puerta y mientras tanto voy notando cómo poco a poco una sonrisa se va haciendo visible frente a mí, una acogedora y cálida sonrisa. Ahí estaba ella, tendida en el piso de una manera de estar entre sentada y acostada. Estaba apoyando las palmas de sus manos en el piso hacia atrás, una pierna doblada y recostada en el suelo mientras la otra estaba totalmente estirada sobre la anterior. Las pestañas... Sus pestañas que se hacen suaves sábanas que envuelven el café de sus ojos, escondiéndose por milésimas de segundos, segundos que se vuelven mi tortura infinita. Noto la forma en la que sube su mirada, como si pudiera leer mis pensamientos y quedo atrapado en su vista, quedo totalmente atrapado en ella sin pronunciar palabra alguna. El brillo de nuestros ojos danzaba entre ellos. Detallé su rostro y su delicada piel y, por un instante me formulé una pregunta. "¿Qué pasará por su mente?". La misma pregunta una y otra vez. Ella no se inmutaba y solo seguía mirándome en silencio, con esos dos hoyuelos que se forman siempre cerca de su boca al reír (al enseñar su curva más atractiva, mejor dicho).

No me había percatado del lugar, nuestra casa, ese lugar donde éramos nosotros en completa junto con características y defectos, siendo diferentes pero diferentemente nosotros mismos, una contradicción, eso somos. En el piso, junto a ella a su lado derecho estaban acomodados en fila diez frascos de pintura, la primera era de tonalidad negro intenso, la segunda de rosa mexicano, la tercera de azul ultramar, la cuarta de sombra café, la pintura número cinco de un verde claro, la sexta de una tonalidad de un amarillo medio, la violeta estaba en el puesto número siete, la octava era el frasco de rojo, la penúltima era el blanco y finalmente un frasco que repetía la tonalidad y era prácticamente su color favorito, el negro (en especial en la ropa, y no estoy especificando solo un tipo de ropa), pero este estaba a su lado izquierdo con la pintura por la mitad ya que dos días atrás se usaron "dejando algo para la imaginación" y eso fue algo que en su niñez heredó de su abuela. ¿Cómo sabía yo todo eso? , primero porque la había acompañado a comprar la pintura y otras cosas para su futura mejor obra de arte, me dicen los nombres de tantas tonalidades que me era imposible olvidar sus nombres; al comprar lienzos parecía una pequeña niña en una tienda de dulces (amado verla así), y los tipos de pinceles, ni hablar ... y sabía lo que su abuela le había inculcado porque en noches como cualquiera, pero con la gran diferencia de que nos encontramos juntos , se recostaba en mi pecho para contarme sus historias de pequeña, sus aventuras y para tener debates sobre Dragon Ball Z y sobre cuál fue la mejor saga, ya de ahí hasta de nuestras series favoritas en la infancia hablábamos; compartir secretos, hablar con algo de profundidad sobre diversos temas y escuchar las veces que iba al hospital porque mantenía lastimándose al caerse, porque tenía la teoría de que la hicieron en el piso, incluso llegué a creer que tenía su propio cuarto privado en el hospital y que ya era un emblema para los doctores, lo curioso ha sido que mi imaginación no tiene límites y más cuando escucho su voz. Escucharla hizo mi tercera pasión de las cuatro que tenía con respecto a ella, porque en primer lugar estaba el escribirle, en segundo lugar estaba esa fuerte sensación de admiración al verla pintar y en cuarto lugar estaba al hacer el amor con ella luego de nuestras platicas, luego de platicar... Dimos rienda suelta a nuestros deseos más profundos frente al otro.

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