De cómo te vi y me enamoré de ti

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Te conocí en aquel teatro, quizás ya no te acuerdas.

Pasaban unos minutos de las ocho... Te vi de refilón, cuando estaba mirando el panorama. Siempre me ha gustado llegar pronto a los sitios, sobre todo si son espectáculos como el teatro o un concierto.

Faltaban veinte minutos para que comenzara la representación y no había demasiadas personas en el patio de butacas, como era normal... Miré a mi alrededor y entonces te vi.

Eras preciosa.

Estabas de pie, aunque no parecías incómoda. Vestías una blusa blanca con florecitas rosas y un vaquero que se ceñía a la perfección a tus torneadas piernas. Llevabas el pelo suelto, tu larga melena oscura y muy rizada te caía con gracia hasta media espalda. Y te giraste de pronto, como si notaras mi mirada en tu nuca. Unos preciosos y enormes ojos marrones me miraron divertidos, curiosos... y entonces me sonreíste.

Te juro que en ese instante el tiempo se detuvo. Esa sonrisa te iluminó la cara e iluminó todo el teatro. Creo que hasta se hizo de día en la ciudad.

Eras simplemente perfecta. Nuestras miradas se habían encontrado y no tuve más remedio que devolverte la sonrisa. Cuando el tiempo se puso en marcha de nuevo, seguí mi impulso y me acerqué a ti.

Te saludé como si nos conociéramos de toda la vida y te dije que me encantaba llegar temprano. Me contestaste que a ti también y no sé por qué, pero nos reímos.

Empezamos a hablar, había mucha sintonía. No solo eras preciosa, eras muy aguda y divertida. No abandoné tu lado y tú no me pediste que lo hiciera, así que cuando empezó el espectáculo me senté a tu lado y lo disfrutamos. Suerte que no tenía las butacas numeradas.

Al terminar yo no quería separarme de ti y creo que tu sentías lo mismo, así que te invité a tomar algo y me dijiste que sí.

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