Primavera

18 4 2
                                    

Éramos tan diferentes.

Yo era fuego, quemaba todo a mi paso, cualquiera que se acercara a mí terminaba reducido en cenizas. Mientras que él era hielo, tan frío como el invierno, tan helado como los polos. Y eso era lo que más nos atraía, la gran diferencia que había entre nosotros. Sabíamos que si nos acercábamos nos haríamos daño, no obstante, yo moría por congerlarme entre sus brazos y él anhelaba con todas sus fuerzas arder entre mis besos.

Lo deseaba, lo deseaba tanto que no me importaba extinguir mi llama si así conseguía estar a su lado aunque fuera un instante. Tan grande era lo que sentíamos que por un momento fuimos eternos, tanto él como yo fuimos uno solo. Mi fuego y su hielo se fundieron en perfecta armonía hasta evaporarnos y desaperecer.

Fui suya y él fue mío. Y realmente puedo decir que valió la pena perdernos para siempre, tan solo por encontrarnos un instante.

Creíamos que todo estaba acabado, él había perdido su frialdad y yo había perdido mi calidez. Pero el destino tenía otros planes para nosotros, aunque tanto él como yo nos habíamos consumido mutuamente, la vida estaba empeñada en unirnos nuevamente, esta vez en un ambiente floreciente y radiante. Cuando mi calor intenso y su frío imperdonable se mezclaron dieron paso a un nuevo comienzo, la primavera.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora