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Dayanne.

Genial, ahora regreso a casa empapada por la lluvia y encima luego tengo que ir a casa de Palacios para hacer la tarea, Genial, espectacular, grandioso, magnífico.

Y lo único bueno que voy a rescatar de esto va a ser si no me enfermo por la lluvia. ¿Quien me manda a mi a existir?, Aunque yo no pedí existir,  ¡No es momento de entrar en una crisis existencial Day, pon atención a tu camino y listo!

Luego de literalmente bañarme bajo la lluvia llegué a casa, como siempre mamá no estaba y Fer... A Fer le interesa más el partido de basquetbol.

Subí a mi pieza tirando la mochila al pie de las escaleras, llámenme dramática pero odio que en un día de mierda todo me salga para el orto. Pero bueno, luego de la tormenta viene la calma, ¿No?, Pues no, la lluvia empeoró y literalmente no creo poder ver el sol hasta el siguiente año.

Una vez me cambié de ropa y dejé el uniforme secando me tire a la cama pensando en no ir a casa de Palacios, digo, el profesor no me puede reprobar por qué sí, ¿No?, Bueno si puede pero... ¡Agh!, En estos momentos odio salir de casa.

Mi celular sonó así que conteste colocándolo en altavoz mientras yo buscaba un buzo en mi armario.

—¿Ya llegaste a tu casa?—escuche la voz de Bruno preguntándome.

—Si ya llegué.

—¿Ya estás con Palacios?

—No estoy buscando un buzo para ponerme antes de ir.

—El amarillo que está a la izquierda, combina con el negro de tu pelo.

—¿Cómo sabías que tengo el amarillo a mi izquierda?—pregunte tomando mi celular.

—Desde que te conozco tenés los suéteres ordenados por orden alfabético y siempre que buscas uno empezas en el centro hacia la derecha.

—Me dejaste sin palabras boludo.

—Ahora anda rápido a casa de Palacios que no quiero que mañana faltes por qué te enfermaste.

—Como usted mande capitán—rodé los ojos divertida.

—Y abrime la puerta boluda, no quiero mojarme yo también.

—¿Estás en... —no alcance a preguntar ya que el timbre sonó, baje corriendo las escaleras y efectivamente, Bruno estaba en mi casa y no precisamente buscándome a mí, tendría que haber supuesto que Fer jamás mira un partido solo y menos si está en casa.

—Yo ya me voy—acote tomando mi maleta.

—Si pasa algo ya sabes que estamos aquí—acoto mi hermano antes que yo pudiera salir de casa—, Mateo parece un pibe que cae piola pero no se sabe.

—¿Vos le contá... —y por segunda vez en el día Bruno no me dejó preguntar ya que obviamente yo sabía la respuesta.

—Es tu hermano y me amenazó con romper mi armario, vos viste que si sacas una remera de allí de por sí ya no la podés regresar.

—Si no fueras mi mejor amigo yo rompería ese armario.

—Algún día lo harás.

Cerré la puerta y decidí cruzarme la calle de una vez por todas, la tarea no se va a hacer sola. Una vez estuve frente a la casa de Mateo toque el timbre y lo primero que se escuchó fueron las patitas de un perro sobre la puerta, Tina era el perro de Mateo, ya recuerdo.

Lo que me sorprendió no fue no recordarme de Tina, si no que me abrió un pequeño niño, no sabía que Palacios tenía un hermano.

—¿Vos sos?—preguntó el niño, por la voz intuía que tenía unos 4/5 años aproximadamente.

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