Kimara derrotada

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- ¿Caído? – la voz le temblaba presa del llanto que pugnaba por brotar de sus ojos. No sólo acababa de morir su última esperanza de salvación, sino el hombre que amaba.

- Así es – le confirmó él sin molestarse en mirarla, eligiendo su siguiente paso - ¿Qué esperabas de un bárbaro? Son estúpidos e impetuosos. Fue fácil sorprenderle y acabar con él.

- Thorm... – el nombre se deslizó entre sus labios que sangraban por una pequeña herida que ella misma se había infligido al morderse. Diógenes la escuchó y se volvió hacia ella incrédulo a la par que satisfecho.

- Así que tú amabas a ese necio botarate – afirmó más que inquirió. Kimara apartó la vista y frunció el ceño decidida a no darle más satisfacciones a aquel ser cruel e insensible. – Vaya con la princesita, enamorada de un bárbaro.

Diógenes se aproximó al cuerpo desnudo de Kimara y apretó los pezones con saña, pero la joven logró reprimir un grito de dolor haciendo sangrar una vez más sus labios.

- Tranquila, yo te daré lo que andas buscando. – en esta ocasión mordió uno de los senos con voracidad y una lágrima se deslizó por la mejilla de la joven - ¿Por qué lloráis? ¿Acaso piensas que el bárbaro te habría tratado mejor? En el fondo seguís siendo una niña. Pero yo voy a solucionar eso. – Diógenes comenzó a reír de forma hilarante y Kimara dejó caer la cabeza derrotada. Ya nada la salvaría de la locura de aquel hombre, estaba a su merced. Sólo deseaba que acabara rápido con ella.

El hombre volvió a deslizar una mano entre sus piernas encontrando la resistencia de la mujer, incapaz aún de dejarse ir hasta aquel punto. Chascó la lengua molesto y se volvió para coger un par de cuerdas de la bandeja, ató una de ellas al tobillo derecho y el otro extremo a una pequeña anilla clavada a la pared, separando de este modo su pierna a la fuerza. Igual hizo con el tobillo izquierdo dejando totalmente expuesto y accesible el sexo de ella. Kimara profería imprecaciones y quejas presa de la desdicha. Pero él ya no la oía, sólo veía su cuerpo torneado, de músculos flexibles y piel suave y morena. Los labios vaginales hinchados, sonrosados, ocultos por un cabello corto y encrespado que apenas los cubría. Los separó con una mano en busca del clítoris y comenzó a masajearlo arrebatándole gemidos incontenibles, lo pellizcó y luego descendió un poco más en busca de la entrada aún sellada de su sexo. Introdujo un dedo y presionó un poco constatando que ella era virgen aún. Sonrió complacido.

Kimara le vio alejarse tras ella y salir un instante de la celda, suspiró tratando de renovar sus fuerzas, consciente de que aquello aún no había concluido. Un segundo después Diógenes regresaba portando la espada de ella en la mano y con los ojos velados por una locura peligrosa.

- Me venciste una vez, con esta misma arma – le dijo él – Me humillaste. – Parecía terroríficamente sereno y la joven se asustó mucho al ver la expresión de sus ojos, había perdido el juicio por completo – Es hora de devolverte el favor con tu propia arma.

Sin mediar otra palabra, Diógenes situó la empuñadura en la entrada de la vagina y presionó hacia arriba con brusquedad, penetrando a la mujer con el frío y duro metal. Los gritos de Kimara llenaron la sala y las lágrimas empaparon sus ojos y su rostro que adquirió una expresión desencajada de dolor, al sentirse desagarrada con semejante violencia. Su mente apenas comenzó a asimilar el dolor, cuando el hombre agitó el arma en su interior, penetrándola con ella una y otra vez, en un distorsionado remedo del acto sexual.

- ¡¡No!! ¡¡Basta ya por favor!! ¡¡No sigas!!¡¡Nooooo!! – el dolor que sentía iba más allá de cualquier otro que hubiera podido experimentar a lo largo de los años, la habían herido en numerosas ocasiones durante la batalla, una vez estuvo a punto de morir por una flecha que se incrustó muy cerca de su corazón, pero nada era comparable a aquello, la desgarraba por dentro, hacía caer las pocas defensas que quedaban en pie y no tenía escapatoria posible. Sentía calientes las entrañas, pero el metal que la violaba era frío.

La venganza de Diógenes  (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora