Verse en el espejo "ACTO HEROICO"

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En mi opinión, considero que verse en el espejo es un acto heroico.
Después de mucho tiempo, y en un acto de valentía que a mí mismo me sorprende, me he vuelto a VER en el espejo.
Y me refiero a VERME, no a mirarme mientras me afeito, ni ver qué es eso que se me ha metido en el ojo, si tengo los dientes impecablemente limpios, o si necesitaría cortarme el pelo de nuevo.
VERME. Mirarme fijamente a los ojos, sin prisa, sin juicios, con toda la atención, y no bajar la mirada avergonzado ni esquivarla cobardemente.
VER a ese que me ha acompañado desde mi nacimiento y me ha seguido en todos y cada uno de los cambios –físicos y mentales- y no evitarle, no desviarme con urgencia como en las miradas casuales con las que a veces –sin quererlo- me encuentro.
Es un ejercicio duro.
Todos tenemos algo que reprocharnos, algo de lo que arrepentirnos, o algo de lo que avergonzarnos.
Todos nos sentimos culpables de algo.
En la mayoría de las ocasiones llegamos a aceptarnos –porque no hay más remedio…- en esos aspectos en que no nos gustamos, pero casi siempre falta la aceptación comprensiva e incondicional.
Falta la comprensión y la admisión de la imperfección que el hecho de ser humano implica, y nos gustamos en aspectos aislados pero no somos capaces de ponernos un 10 en el conjunto global. Ni siquiera un 9. Ni un 8.
Ya lo he escrito: VERSE en el espejo –no simplemente mirarse- manteniendo la mirada unos minutos y no emitir un reproche, o una retahíla de ellos, es poco menos que imposible.
Enseguida aparecen las malquerencias y los juicios de diverso calibre que nos tenemos reservados.
¡Es tan difícil amarse en las “imperfecciones”!
¡Tan duro sentirse orgulloso de uno mismo a pesar de los “errores”!
O sea: ¡Somos tan injustos…!
No sé por qué tantas personas arrastramos un sentimiento de enfado con nosotros mismos por aquello que no hicimos “bien”, por aquello que no supimos resolver correctamente, por aquella contestación, por aguantar tanto sin rebelarse… cada uno tiene sus motivos. Y compartimos casi todos la misma insatisfacción porque no hemos alcanzado la perfección en cada momento de nuestra vida. Y compartimos, también, la dificultad en perdonarnos.
Perdonarse es admitir que somos humanos, aceptar lo que ha pasado –sea lo que sea-, y acogernos –sin juicio y sin reproches- como somos hoy y con lo que hay.
Ahora, hoy, me miro y siento tranquilidad al verme. Me acepto. Pero no con resignación, sino con comprensión. Y con agradecimiento.
Siempre he hecho las cosas con buena voluntad, aunque no siempre haya acertado con mis decisiones. Es lo que hay. Es lo que ha pasado. Es lo que tengo. Es lo que he sido y lo que estoy siendo.
Otra cosa es que mi voluntad, en este momento, es la de estar atento para conseguir una relación cordial, cuanto menos, con aspiraciones a ser buena a corto plazo, y con el objetivo final de que llegue a ser excelente.
Otra cosa es que mi propósito esté siempre al acecho de la oportunidad de manifestarme mi amor, mi cuidado, mi aceptación –en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte me separe de mí…-, y que poco a poco me vaya atreviendo a sonreírme, a mirarme durante más tiempo y con serenidad, a enviarme mensajes silenciosos de amor, a agradecerme lo bueno que haya hecho por mí, a reconocer en su justa medida mis cosas buenas, y que sea capaz de abrazarme frente al espejo y que esa visión no me despierte una sensación de ridiculez, sino el de una bella imagen de ternura.
Te recomiendo la experiencia si crees tener la preparación suficiente. Si no te ves muy fuerte, comienza con unos segundos.
Eso sí, es condición indispensable, innegociable, ineludible, que lo hagas desde el amor y desde las ganas de una reconciliación incondicional con la parte de ti que no te acepta del todo, que sea con auténtico amor –sí, es posible-, siendo comprensivo, estando amable contigo, y que te presentes con la propuesta de un pacto que os lleve –a ti y a esa parte crítica que no te tolera algunas cosas que, por supuesto, tratarás de resolver- a una convivencia armoniosa y a un resto de vida amable y cariñoso.

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