Caminante en Noche Fría

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Y ahí estaba yo, en la eternidad, dirigiéndome hacia el misterio y los recuerdos, arrastrando las cadenas del frío en la busqueda de algo de vitalidad en esta posible noche perpetua.

¿Son los edificios que miro ahora mismo las puertas a dimensiones esperadas? ¿Son sus luces encendidas las chimeneas de la vida y, es la danza de su fuego el girar de este mundo? Son preguntas que se las lleva el viento en esta perspectiva hacia la jungla de concreto que por estas horas de ausencia solar se ve envuelta en serenidad y silencioso desasosiego. Pero deseo que sean luces de paz aún cuando el destino me trajo hasta aquí, porque eso siento al ver esas ventanas: paz.

¿Qué hago? ¿Qué deseo? Lo sé pero camino para configurarlo mientras el viento de esta profunda madrugada acaricia mi piel y me recuerda mejores tiempos durante el crepúsculo.

No resido, no pertenezco, más si poseo y me tambaleo en esta existencia como dueño de mi vida y de mis negros ropajes, mirando el horizonte en la espera de lo increíble, añorando las fantasías, añorando las danzas y las sonrisas de una cálida compañía.

Vuelvo a mirar los edificios, algunas luces se extinguieron así como otras se han encendido causándome curiosidad sobre el interior, suspirando.

Y no toda la urbanidad es igual, no todo edificio es igual a otro, pero todos se ven iguales como si fueran el mismo, algo similar a lo que me ocurre: cada cuadra soy otra persona, pero sigo siendo yo mismo.

Y al son que me rodean los aromas de la urbanidad y de los árboles, suenan las susurradas sinfonías de los humanos que claman al viento y a las olas del mar.

Me detuve en una plaza para sentarme en uno de sus bancos para reflexionar, ya que deseaba ver hacia otra dirección en continuación de mi silencio. Giré el rostro en vertical y contemplé a la hermosa luna y las estrellas, regresando mí vista a la cruel urbanidad, continuando en mi camino hacia la eternidad, en espera de lo increíble y de la llegada del fin de todas las tormentas mientras resido en esta calurosa ciudad que por las noches redoblan sus frescos vientos, tan misteriosos como lo que ocurre en el interior de las grietas y todo aquello no alcanzado por nuestra mirada.

Avenidas vacías, un gran silencio. Autos que transitan de vez en cuando, viento que mueve las ramas.

La noche prosigue y yo deseo llegar, así que sigo caminando por esta ciudad hasta encontrar lo que tanto he esperado.

Caminante en Noche FríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora