No existe fórmula para olvidarte.
Eres mi música y mi mejor canción.
Sé que no hay un corazón
que sienta lo mismo por ti
que este que implora hoy regreses a mí.La consternación se hallaba presente en el hermoso rostro de la jovencita de largo cabello castaño caoba. Sus ojos cual dos valiosos jades estaban abiertos al máximo, reflejando temor y pena. A su lado, un hombre anciano de escaso cabello blanco se encontraba tendido en el suelo terroso de aquel callejón, con el cuerpo cubierto de verdugones y rodeado por unos hombres desharrapados armados con fuertes palos, los cuales, era evidente, le habían dado una paliza. La chica, que había caído de bruces, trató de levantarse al percatarse de su condición.
- ¡Abuelo!- gritó preocupada.
Un hombre barbudo de gran corpulencia se interpuso en su camino, provocando que ella retrocediera instintivamente. El tipo tenía un desagradable rostro sudado cubierto de feas cicatrices y una sonrisa de maligna superioridad adornando sus grotescos labios; cuando hablaba, mostraba unos dientes enormes y negruzcos, como los de un depredador feroz.
- Bien, pequeña, como tu abuelo no nos ha pagado lo que le pedimos, le quitaremos todo lo que tiene, incluyendo su puesto de telas, y a ti te venderemos al burdel más cercano.
La joven juntó las manos delante de ella y le miró desesperadamente a la cara, en busca de un poco de compasión.
- ¡Se lo suplico, no tenemos más dinero!
- ¡No mientas, perra!- gruñó el tipo, asestándole una fuerte bofetada que la hizo caer al suelo- Pero...- compuso una expresión de malicia, rasgó la parte derecha del kimono de la chica- primero probaré ese cuerpecillo tan apetecible que tienes.
- Aprovecharse de una niña y de un anciano es lo único que puede esperarse de gente cobarde como ustedes- de pronto, una voz filosa pese a su dulzura melódica se escuchó a sus espaldas.
El hombre soltó a la muchacha, quien cayó al suelo por inercia, y encaró al recién aparecido al igual que el resto de los hombres.
- ¿Quién eres tú, enclenque?- cuestionó con marcada burla, mientras el resto miraba con sonrisas ufanas al delgado y pequeño hombre de finas facciones que les había enfrentado.
- Mi nombre es Kenshin Himura y no me gusta que abusen de las personas indefensas- contestó el recién aparecido, su mirada seria y su porte erguido le daban aquel aire de guerrero que ya no era muy común ver en las personas en esa nueva era.
- ¡Todos, atáquenlo!- ordenó con voz tronante el hombre barbudo, al tiempo que desenfundaba una oxidada katana.
El grupo de hombres, armas en mano, se arrojó sobre el joven nombrado Kenshin, pese a lo cual este permaneció inmutable, e incluso cerró los ojos. Cuando sus oponentes se encontraron a escasos centímetros de él, los abrió de golpe y desenfundó con la rapidez del rayo la singular katana que portaba a un costado de su cuerpo.
- ¡Ryō Sōh Sen!- gritó, tomando impulso en un salto para luego caer sobre los tipos con toda la fuerza de su katana, azotándolos contra el suelo.
Quedaron tan aturdidos, que era fácil percibir que no se moverían por un buen rato, pues la fuerza del golpe prácticamente los había sembrado en el lugar. Kenshin enfundó nuevamente su katana y se dirigió hacia la muchacha, a quien obsequió una cálida y dulce sonrisa.
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Crónicas románticas de la Era Meiji [Rurouni Kenshin Fanfic]
FanfictionEn medio de la difícil transición de épocas en una sociedad muy tradicional, siete personas diferentes pero unidas por un sólido lazo de amistad tendrán que lidiar con sus propios conflictos sentimentales. Sorpresas, decisiones difíciles y cambios i...