Baila, Casanova

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Toco tu piel y empiezo a car
en peligro, demencia y excesos.
El verte bailar es casi un ritual
y sabes que te deseo.
No sé controlar la locura que hay en mí.
Es irracional lo que me haces sentir.

Era demasiado apuesto. Esa pose arrogante, la mirada de galán de sus ojos obscuros como el pecado, esa larga cabellera anochecida atada en una cola baja, su estatura sensacional, los músculos esculturales que parecían de acero puro, la capa que lo hacía lucir tan sexy... La kunoichi de lacio cabello negro cortado de forma cuadrada no podía despegar sus ojos de él mientras combatía con el temible gigante Fuji. Mucho menos dejar de admirarlo. Era simplemente bello. Definitivamente, estaba enamorada. Los movimientos de combate de Seijūro Hiko eran tan precisos y elegantes como si de una elaborada danza se tratase. Pero ella no era la única que recibiría la coqueta sonrisa encantadora del presumido maestro del Hiten Mitsurugi-ryū. Su compañera también había quedado cautivada por el hermoso hombre. La punzada venenosa de los celos comenzó a enseñorearse del corazón de la ninja de pelo suelto, libre al viento veraniego. El decisivo combate había llegado a su fin en un pestañeo. Todos se aprestaron a admirar la grandiosa habilidad del maestro de Kenshin Himura. Después, se iniciaron las labores de atención a los heridos y de reparación de los daños.

- ¿Desea más sake, Hiko-sama?

- Por supuesto que sí, linda.

Un guiño por parte del maestro dirigido a la solícita dama la hizo sonrojar. Su corazón empezó a latir a mil por segundo. La otra ninja rabió en silencio. Consciente del impacto que causaba entre las mujeres -cosa que alimentaba grandemente su ego masculino-, Hiko permanecía con una expresión serena en su muy agraciado rostro. A decir verdad, las féminas no le eran tan indiferentes como aparentaba..., sobre todo tratándose de dos ninjas guerreras tan guapas como lo eran aquellas dos. Él solía evitar cualquier contacto con los seres humanos, pero estaba considerando muy en serio la posibilidad de hacer una excepción con aquel par de bellezas. El maestro del Hiten Mitsurugi-ryū sonrió con marcada arrogancia. Las dos a la vez..., no estaría nada mal.

- Aquí tiene, Hiko-sama.

Completamente ajena a los pervertidos pensamientos del bello hombre, la joven le sirvió un trago de sake del que tanto gustaba de una pequeña botella gris de cerámica en un diminuto recipiente en forma de copa plana. Al realizar esta acción, sus manos se tocaron sin querer. El roce entre los dedos de ambos provocó que a ella se le erizara cada vello, cada poro de su piel como si una corriente eléctrica recorriera todo su cuerpo. Por su mente comenzaron a pasar imágenes de ella y Hiko que no tenían nada de inocentes; tanto, que causaron que una oleada de sangre se agolpara en su rostro.

- Gracias, linda.

Hiko le regaló una sonrisa encantadora y se bebió el trago de un solo sorbo. Poco faltó para que ella se derritiera a sus pies.

"¿¡Cómo es posible que yo tenga estos pensamientos tan locos sobre Hiko-sama!? ¡Lo acabo de conocer! ¡Pero... es que es tan guapo! Estoy totalmente segura de que es el amor de mi vida."

Reconocer sus sentimientos era tan solo el primer paso.

- ¿Le gustaría cenar algún día en el Aioya cuando sea reconstruido, Hiko-sama?

- Usualmente, tendría que declinar una invitación como esa, pero... Por ti, lo puedo pensar, linda.

El tono seductor del maestro espadachín fue la causa de que una mujer -o más de una- olvidara su dignidad y babeara sin pudor alguno por ese hombre, cuyos planes..., no eran precisamente los que se esperarían de un ermitaño como él.

"Empezaremos con la cena. Luego vendrá la parte más divertida."

Hiko sonrió con malicia. La noche ya se cernía sobre todos ellos; la noche: la mejor amiga de los malhechores... y de los amantes.




Canción: Paulina Rubio.

Crónicas románticas de la Era Meiji [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora