Tu jardín con enanitos

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Y es que yo no quiero pasar por tu vida como las modas.
No se asuste, señorita, nadie le ha hablado de boda.
Yo tan solo quiero ser las cuatro patas de tu cama;
tu guerra todas las noches, tu tregua cada mañana.
Quiero ser tu medicina, tus silencios y tus gritos,
tu ladrón, tu policía, tu jardín con enanitos.

Lo veía pasar cada día frente a la puerta de su restaurante y lo admiraba en silencio. Era un hombre no carente de encanto varonil, con una larga cabellera negra a juego con sus ojos verde olivo e increíble talento artístico para el dibujo y la prosa periodística. Y ella... Ella se sentía solterona. ¡Veintitrés años y ni una propuesta de matrimonio tan siquiera! Sabía que era su culpa, por estar demasiado enfocada en los negocios y en sacar adelante su exitoso restaurante, el Akabeko. ¡Pero era demasiado! ¡Algún hombre debía fijarse en ella! Tenía todas las cualidades que se suponía debía reunir una buena esposa, además de carisma y belleza. ¿Por qué no se cumplía su sueño entonces? Tae sacudió la cabeza para ahuyentar esos estúpidos pensamientos de su mente. ¡Ella no quería ser cortejada por cualquier hombre! Deseaba que fuese él, su artista preferido, su ídolo, quien se fijara en ella. Pero no como algo pasajero; ella anhelaba vivir un amor apasionado e intenso como el que más.  

- ¿Desea algo más, Tsukioka-san?- cuestionó Tae con cortesía profesional, brindándole su mejor sonrisa al hombre que le movía el piso.

- Por favor, llámeme Katsuhiro, Tae-san- dijo el artista, dirigiéndole una mirada penetrante con sus intensos ojos verdes y sonriéndole de igual forma, a lo que ella se sonrojó y rió nerviosamente- No, gracias, no deseo nada más.

Contrario a lo que Tae pensaba, Katsuhiro sí le ponía mucha atención cuando iba a almorzar cada mediodía al Akabeko. No tenía necesidad de comer en un restaurante; solo lo usaba como excusa para poder ver a Tae. En ella, había encontrado su ideal estético de belleza como artista; y su ideal de mujer como hombre. Sus cortos cabellos castaños en combinación con el color marrón de sus ojos eran el conjunto perfecto para crear un bello cuadro que representara la hermosura. Su carácter servicial y lleno de jovialidad había cautivado su corazón. Había hecho cientos de retratos en los que trataba de captar el candor de su rostro, pero ninguno le parecía digno de ella. Esa tarde, se había armado de valor para pedirle a Tae que tuviese una relación formal con él. No le cabían dudas de que tendría mucha competencia, pero estaba dispuesto a afrontar cualquier obstáculo con tal de merecer su amor.

- Tae-san, ¿podemos hablar?- preguntó con cierta gravedad en su tono cuando la mujer hubo cerrado el restaurante y asegurado la puerta correctamente.

- C... Claro, Katsuhiro-san- respondió Tae con algo de nerviosismo- Vamos al trastero.

Una vez que estuvieron en la parte trasera del restaurante, ella no pudo evitar darle una mirada curiosa. Katsuhiro le sonrió ampliamente y tomó la delicada mano de la fémina entre las suyas. Tae se ruborizó y sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. La sensación se incrementó al notar que él la miraba fijamente, su verde mirada parecía penetrar hasta su alma.

- ¿Qu... Qué sucede, Katsuhiro-san?- balbuceó nerviosa- ¿Por qué me miras así?

- Eres la obra de arte más perfecta creada por la naturaleza- soltó el aludido de manera poética mientras estrechaba con suavidad su mano, lo que causó que el rostro de Tae casi explotara en color rojo.

- ¡Kat... Katsuhiro-san! ¡Qué hermoso eso que has dicho!

Se sintió tan sorprendida como halagada y feliz, casi podía ver brillitos y lucecitas de colores danzando frente a sus ojos.

- Quiero que seas mi novia, Tae-san.

La mujer comenzó a gritar histéricamente y a dar saltos de felicidad, dejando al artista algo turbado.

- Mmh... T... Tae-san...

- ¡Claro que sí!- chilló la joven mujer, tomándolo por los hombros y sacudiéndolo como a un muñeco de paja.

- Pero yo quiero vivir algo intenso contigo, Tae-san- logró hablar Katsuhiro en un tono apasionado, aún en medio de los violentos sacudones que le daba la forzuda Tae.

- ¡Pienso lo mismo!- se emocionó todavía más Tae, soltándolo al fin- ¡Oh, Katsuhiro-san, tenemos tanto en común! ¡Viviremos una preciosa e intensa historia de amor pasional!

- Sí.

Katsuhiro sonrió, ya recuperado del efecto de las sacudidas telúricas. Los enamorados sellaron su nueva unión con un beso feroz.






Canción: Melendi.

Crónicas románticas de la Era Meiji [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora