DOMINIO ESPAÑOL

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A pesar de la dura resistencia por parte de los indígenas mapuches la corona española había logrado obtener aquel territorio hostil que anhelaba por mera codicia, tan solo porque aquellos menos civilizados habían puesto resistencia por defender su cultura y territorio.
Digo por mera codicia ya que en esas tierras no había nada, ni oro, ni plata, ni ningún metal precioso como lo había en Peru o Nueva España, es decir el actual México.

El joven mapuche, quien ahora era una colonia española fue obligado a subir a un barco rumbo a Europa. Odiaba aquella sensación, la de perder todo lo que tenía, y además sentía un odio aberrante hacia aquel sujeto que le sostenía del hombro, haciéndole mirar como se volvía cada vez más pequeña aquella costa que ahora tenía el nombre de "Chile".

—Al llegar cortarán ese cabello largo que tenéis. —dijo Antonio volteándose a ver al menor, el cual solo le miró con aún más odio a pesar de entender a medias lo que le habían dicho.

Y así llegaron a España, donde se supone conocería a sus "hermanos", quienes pasaron por lo mismo que el, o eso tenía en mente el joven mapuche, el cual ahora tenía por nombre Manuel, José Manuel.

Al bajar de aquel gran barco no pudo evitar abrir la boca sorprendido, era distinto a lo construido por los españoles allá en su antiguo hogar, lo había visto dado que no dudó en quemarlo la primera vez que los vio... okay, tal vez el también había provocado a los españoles ¡pero esas eran sus tierras! Y el las había invadido.

Caminaron unos metros hasta llegar a una gran casa en el centro de la ciudad, cada a la cual el español lo tuvo que entrar a rastras dentro ya que se había quedado algo anonadado por la angustia, y entonces fue que una vez dentro se zafó del agarre de este para exclamar unas palabras, las únicas que aprendió de lo que el español le enseñó en el barco.

—¡Nunca aprenderé de ti!—exclamo sin pensar ya que se molesto al ser arrastrado como un animal.

Con la conmoción no noto que había un rubio de ojos verdes viéndole atento, a el y al español, y no sólo el, también estaba aquel llamado Nueva España, y Perú, y varios más que al parecer estaban para dar una "bienvenida".

—Ya no es tu decisión. —dijo el español agarrándole de la muñeca otra vez, esta vez algo fuerte, provocándole una mueca de dolor.

—¡Suéltala!—exclamo aquel rubio al notar aquello y se abalanzó sobre el español para que lo suelte, recibiendo una bofetada por insolente.

Luego de el drama el español fue llamado por uno de sus hombres y debió dejar al Chileno ahí, con las demás colonias, pero antes de irse dejó cerrado con llave y a algunos guardias en la puerta.

—Yo soy Río de la Plata, me puedes llamar Martín—dijo el ojiverde haciéndose el coqueto ya que creyó que la nueva colonia era una chica.

Manuel no le respondió, solo le quedó viendo unos instantes, lo conocía, estaba completamente seguro, era aquel chico con el que jugaba cruzando la cordillera hacia muchos años, antes de que la conquista comenzara, ahora ya sabía porque no le vio más.

—¿Me recuerdas?—dijo en voz baja mientras le veía directo a los ojos, con un brillo de esperanza en sus ojos, tal vez no lo perdió todo.

—¿de que hablas nena? Ahhh~ ya entiendo—le dedico una mirada pervertida creyendo que "ella" también estaba ligando con el.

—Nena... —le hirvió la sangre cuando escuchó aquellas palabras ¡le había confundido con una chica! Y lo peor de todo, no le recordaba, eso le dolió en el alma, así que no pudo evitar golpearle en toda esa narizota que tenía y se alejó de este y de los demás, dejando al argentino confundido.

Cuando el español volvió por el chileno este estaba escondido en el armario, se había metido ahí buscando algo de silencio ya que las demás colonias hacían mucho ruido jugando, parecían unos idiotas, como podían estar tan bien, estaban ahí en contra de su voluntad ¿no? Eso pensaba el ex mapuche.

Al ver al español buscar a la "chica" que trajo anteriormente, y acercarse al armario para buscar ahí, Rio de la Plata se interpuso entre ambos, era el español, el virreinato y el armario con la nueva capitanía general dentro. Chile miró por entre el pequeño espacio de las puertas y vio la cabellera rubia impidiendo el paso del español, se sintió conmovido y sus mejillas cobraron un tenue color rosa.

—¡No te dejaré hacerle daño a una chica!—exclamo el ojiverde haciendo que todo sentimiento en el chileno sea reemplazado por molestia.

—¿Chica? Fusososososo~ — se comenzó a reír fuertemente el español.

El Chileno abrió las puertas de par en par golpeando con o sin querer al argentino, estaba rojo de rabia ¡no parecía una chica! Exclamaba en su mente, si tan solo supiera hablar mejor el español ya lo habría gritado a todo pulmón.

El español dejó de reír y tomó al chileno como si fuese un saco de papas, sin importarle que este pataleara o le mordiera, tarde o temprano se iba a someter del todo.

En aquella habitación se quedó un argentino preocupado, el cual a pesar de haber sido golpeado de nuevo se aguantaría, después de todo era una chica, y las que se resisten a sus encantos son las mejores. Pero aún así, sentía angustia por ella, el paso por lo mismo, al llegar fue despojado de su cultura y obligado a vestir con camisas e incomodos pantalones, teniendo que dejar atrás su tierra y aquel amigo del otro lado de las gigantescas montañas, al principio pensaba siempre en el, pero con el pasar de los años cada vez menos, hasta ahora, que aquella chica le recordaba a él, a su amigo con el que había prometido siempre estar. Solo soltó un suspiro y siguió jugando con sus hermanos, sin pasársele por la cabeza que podrían ser aquellos la misma persona.

Al cabo de unas horas el español volvió, pero esta vez venía de la mano con un Chile diferente, tenía los ojos llorosos por la pérdida de su larga cabellera, usaba ahora una camisa y unos estupidos pantalones.

—¿Y la chica?—pregunto un argentino confundido, a lo que el chileno se soltó del español y le dio un pequeño empujón al argentino.

—¿Tu que crees idiota?—dijo molesto y se fue a sentar a una silla, aquellas palabras se las pregunto antes de entrar al español, sabía que ese tonto argentino diría aquello así que se preparó.

Argentina miró a España y luego al chico cascarrabias recién llegado hasta darse cuenta que aquella chica tenía en realidad algo entre las piernas.
El rubio palideció al notar que había coqueteado con un hombre, no se lo creía ¡pero es que si parecía chica y todo! Se excusó cuando Nueva España se rió de él.

—¡¿Qué pare'co que?!—exclamo el Chileno ya molesto, le importaba una mierda pronunciar mal el español, ya le habían sacado de quicio con eso de "niñita".

El argentino junto con el mexicano le miraron atónitos, pero solo un idiota se atrevió a responder.

—Que pareces niñita—dijo el argentino tragando saliva al ver como aquel molesto chileno se le acerco tomándole de la camisa.

—Repítelo... —dijo con fuego en los ojos.

Martín abrió los labios para decirle "niñita" pero el mexicano se adelantó y le tapó la boca para luego rodear al chileno y al argentino con sus brazos.

—Cálmate wey, solo fue un malentendido—le tiro airecito al chileno para que le bajaran los humos mientras le decía al argentino que no fuera tan idiota.

—Tks... —chasqueó la lengua el chileno mientras se cruzaba de brazos viendo a otro lado.

—Seremos buenos amigos~— agregó Nueva España apretujándolos más.

—Sigo sin creer que tenga pene— dijo el argentino.

Todo termino bien... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora