Lo eres todo.

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¡Dios, Bryan, he roto fuente!” grita la rubia esposa de Skeet al borde de la desesperación.

El castaño se encontraba doblando algunas prendas de su mujer en la habitación de ambos, pues la doctora había avisado que el parto sería para el día siguiente, pero al escuchar aquel grito de Mädchen, Skeet dejó lo que estaba haciendo para correr a donde quiera que ella estuviese.

“Cálmate, amor”. También grita, al verla en la punta de las escaleras, haciendo expresiones desgarradoras para él, la carga y baja rápidamente, saliendo de casa y depositándola dentro del auto.

Skeet toma el celular de su esposa y marca el número de una persona que tiene la absoluta confianza de ambos.

“¿A quién llamas, ah?” Llorando, Mädchen le pregunta a su esposo confundida.

Él la ignora y arranca camino al hospital, con una mano al volante y otra con el móvil entre la oreja y el hombro.

“Marisol, escúchame atentamente”. La rubia cierra los ojos, dejando que caigan algunas lágrimas contenidas ahí. Al escuchar el nombre de su mejor amiga, la calma llegó inmediatamente. “Ve a mi casa, en la recámara principal, está a medio arreglar una mochila y una pañalera, guarda lo que haga falta y corre con esas cosas a la clínica. Mädchen está a punto de dar a luz”.

“¡No puede ser, Skeet! Llego en cinco, mucha suerte y tú, mantén la calma”.

Cierran la llamada y en menos de lo esperado, el pobre hombre está entrando a la clínica con su joven esposa en brazos, gritando lo que es obvio.

Un médico y dos enfermeras, la colocan en la camilla que está desocupada en plena recepción, Skeet le toma la mano, mientras la llevan al ascensor, para subir a la sala de parto. Le dice al oído palabras tranquilizadoras, lo que hace que ella cese el llanto.

Skeet, se queda abajo para llenar los datos de su mujer y llamar a la doctora encargada del nacimiento de sus bebés.

Sí.

Ambos tendrán gemelas.
Él a sus veintitrés y ella a sus veintidós.

No fue algo que planearon, son jóvenes y libres. Sin embargo, ambos no se percataron de ese desliz y engendraron, no a uno, sino a dos bebés, que ahora están a punto de nacer.

No pueden estar más felices, simplemente se les olvidó que acaban de perder su libertad y estarán llenos de responsabilidades.

Pasan veinte minutos y llega la morena al sitio. Lleva dos pañaleras y una mochila, buscando con la mirada a su fiel amigo.

“Oh, Marisol, mil gracias” comenta Skeet en cuanto la ve. Le quita las cosas y los dos marchan a la habitación que él acaba de pagar para la estadía de Mädchen.

“No es nada, me imagino que ya está en labor de parto”.

“Sí, estoy aterrado, te estaba esperando para subir. No tengo ni la menor idea de que hacer, quiero llorar, gritar, no sé”. El castaño se derrumba en los brazos de Marisol, quien lo consuela, frotando su espalda suavemente.

“Esto es hermoso, ¿sabes? Ver que ambos se convertirán en padres me llena el corazón de ternura y orgullo. Los felicito, serán los mejores papás para esas nenas”. La morena le guiña el ojo a Skeet y le susurra que se calme.

“Ella estará destrozada, no quiero ni imaginar lo mucho que debe estar sufriendo mientras les sacan a las niñas”.

Marisol ríe a carcajadas y con una coleta se amarra el cabello en una alta coleta de caballo.

La habitación está pulcramente ordenada, hay una camilla con almohadas, un baño, un mueble con un cojín, dos mesas grandes y aire acondicionado.

“Oye, solo teníamos una pañalera en casa…”

“Un regalo de mi parte, cariño”. Marisol vuelve a guiñar el ojo y Skeet le da un sincero abrazo que ella corresponde del mismo modo.

Una enferma llega al cabo de cinco minutos, anunciando que ya pueden subir a ver a la madre.

“¿Vas tú o voy yo?” inquiere el castaño caminando de un lado a otro.

“¿Quieres ir tú?” Él asiente y se va corriendo de ahí.

Estando frente a la puerta de la sala de parto, da una respiración y cierra los ojos para mantener la calma. Entra de una buena vez, y entonces rompe a llorar nuevamente. Son lágrimas de felicidad, pues ver a su esposa acostada en la camilla, con ambas bebitas en sus brazos, con el cabello desordenado y el sudor brillando en su rostro, es algo que le cause ternura y felicidad.

Ahora no solo tiene un motivo para luchar, ahora son tres. Y se siente orgulloso de que así sea.

“Hola, amor” susurra riendo al oído de la rubia.

“¿Las viste, Skeet?” le dice ella con el mismo sentimiento.

“Idénticas, hermosas y nuestras”.

Ambos pegan sus frentes y él ve por unos minutos a las bebés.
“Bueno, chicos, nuevamente felicidades. Debo llevarme las niñas para la sala de revisión, dentro de poco las tendrán de vuelta. Señor Ulrich, espere en la habitación a su esposa mientras la llevamos”. La doctora habla autoritariamente, a lo que Skeet hace caso y sale de vuelta a donde estaba.

Dos años después…

“¡Alice, no le pegues a tu hermana!” Mädchen reprende a su hija, está limpiando la cocina y desde ahí, puede ver como la pequeña le da un golpe en la cara a la otra nena.

“Qué raro, Alice!” Llega Skeet con dos biberones y se acuesta a sus bebés en el regazo para darles de comer.

“Ti…titi no quiere darme el juguete”. Exclama la pequeña haciendo un puchero convincente.

“Oh, Dios. No hagas eso, y titi, debe compartir contigo, ella lo sabe”. Ambas beben su biberón y Mädchen se sienta al lado de su esposo y le acaricia el rostro. “¿Viste cómo le dice?”.
“Sí, ya lo he escuchado antes. Tina le dice ali, y Alice le dice titi. Me encanta que sea así, nunca se me hubiera ocurrido” exclama la madre llena de felicidad.

“No quiero más, papá” espeta Alice bajándose nuevamente al suelo, están los juguetes regados y ella los toma para seguir en lo suyo. Skeet le coloca la tapa al biberón y continúa alimentado a Tina.

Ya cuando la otra pequeña termina, le extiende los brazos a su mamá para que la cargue. Gustosa, la mujer lo hace y la abraza, sacándole los gases.

Al caer la noche, Mädchen y Skeet, tienen la mejor sesión de sexo que puede existir. Después de que llegaron las gemelas, se les hacía imposible tener intimidad. Por eso, cada momento que pueden, lo hacen como si no hubiera un mañana.

Por el radio, escuchan a una de las bebés llorar, él se levanta y se dirige al cuarto en busca de ambas, pues si llora una, la otra lo hará en cuestión de segundos.

Las acuesta junto con su mujer, y los cuatro se acomodan en la gran cama.

Mädchen amamanta a Tina, mientras Alice se chupa el dedo y duerme plácidamente.

“Lo eres todo, cariño”. Suelta Skeet de repente.

“Te amo, te amo, te amo”. Susurra la rubia dando cortos besos, como puede, en la boca de su hombre. “Lo somos todo, los cuatro. Gracias por no abandonarme, te aseguro que ellas también te agradecen”.

“A mis veinticinco años, no creí que ya estuviera casado y con dos hijas, pero contigo me compro cualquier lío. Créeme, es lo que hubiera elegido entre todo lo que antes hacíamos. Te amo, Mädchen Amick”.

La oscuridad de la habitación, más el silencio que de pronto la inundó, hace que todo sea tranquilo, magnifico y perfecto.

Algo que no fue planeado, pero terminó siendo el mejor plan para ambos jóvenes.

Skädchen OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora