No se que hubiese sido de mí si en esa madrugada de Noviembre no hubiese conocido a Priscila. Recuerdo como fue caminar por las calles de la ciudad mojado y con frió pero eso no era lo que más me dolía. Me estruja la mente y el corazón recordar que la razón por la que buscaba el frío a toda costa, era porque me ayudaba a pasar a segundo plano la tristeza tan profunda y egoísta con la que cargaba.
Había estado caminando toda la noche bajo la lluvia y el efecto del alcohol. A pesar de tener 17 años ya había pasado por mucho sufrimiento: Padres separados por la religión y odiándose a muerte, la muerte de mi hermano y mejor amigo, odiado en la escuela y solo todo el día. Mis problemas empezaron el día en que Isaac enfermó. Cáncer. Las cosas con mis padres ya estaban mal antes de que mi hermano se enfermará, tenía la esperanza de que esto nos unierá y quizas, solo quizas, ayudará a que mis padres convirtieran sus peleas en apoyo y amor para sus hijos. No podía estar más equivocado.
-Irad, ¿mamá y papá pelean por mí culpa?- preguntó mi hermano cuando estaba en el hospital. Lo miré a sus ojos achicados por el cansancio. Mi hermanito había cambiado mucho desde que le diagnosticaron el cáncer, lo único que quedaba del niño alegre y travieso de hace 4 meses eran sus ojos cansados y carentes del brillo que originalmente tenían.
-Claro que no, monito. Solamente piensan en que es lo mejor para nosotros.- Said se quedó pensando un momento; una lágrima le iba resbalando por su mejilla izquierda y la quite con dulzura, acariciando de paso su cachete dejando suaves caricias. Desde que entró al hospital además de sentirse cansado, se sentía triste por no poder jugar afuera y hacer las travesuras que tan acostumbrado estaba de hacer; y el hecho de que mis padres no entrarán juntos a verlo y escucharlos pelear y hablar mal uno del otro, no hizo más que convertirlo en un niño tranquilo y callado.
-¿Sabes que eres el mejor hermano del mundo y que puedes jugar con todos mis LeGos si quieres, verdad?- Volteo a verme despacio, con las puntas nasales resbalando por las lágrimas que salían por sus ojos.
La tristeza creó una burbuja que nos encerró a ambos. Toda la tarde nos la pasamos memorando los cumpleaños, viajes y travesuras que alguna vez hicimos juntos. No pude evitar pensar que había sido una despedida de parte de ambos, y de cierta forma así fue.
Me levanto el grito de mi madre, creí que se había espantado con alguna de las películas que se quedaba viendo en las madrugadas, pero al escuchar como gritaba el nombre de mi hermano a los cuatro vientos, supe que mi vida estaba por convertirse en una película de terror. Recibimos una llamada a las 2:45 de la madrugada del hospital. Mi hermano había sufrido un paro respiratorio y dejó el mundo sin sufrir. A la mañana siguiente fuimos por mi hermano para arreglarlo y llevarlo a su funeral. Mi esperanza era que las peleas cesarán y que le pusieran atención a su ahora único hijo. Ni siquiera se pudieron decidir entre enterrarlo o cremarlo, yo tuve que tomar la decisión y creí que era mejor que sus cenizas se quedarán en casa conmigo y mamá que en un panteón.
Pasó un mes y las cosas no pudieron ir peores para mí. Mis papás se divorciaron tiempo después de la muerte de mi hermano, me estaría quedando con mamá en lo que mi padre encontraba un lugar en donde pudiera quedarse. Durante ese mes iba a ver a Chris y a Zar en el parque de la colonia.
-Y qué pasa con tu mamá, ¿ya esta soltera entonces?- pregunta con burla Zar, a lo que Chris le da un puñetazo que es devuelto por el moreno.
-Pues ella ni siquiera puede ver a mi papá a la cara, no se si es por el parecido que tenía con mi hermano o por lo molesta que sigue con el.- Mantengo la cabeza baja y siento pequeñas lágrimas formándose en mis ojos. Se que Chris me puede escuchar y apoyarme, pero nunca se separa de Zar y el es la persona más burlona que conozco, por lo que retiró las lágrimas de mis ojos y volteo hacia otro lado.
Llevamos más de una hora en el parque platicando de nuestros problemas y noticias nuevas. Zar dijo que su hermano había vuelto de la academia militar hace un par de días, ahora es más frío y duro, completamente diferente al niño de 15 años tímido y miedoso. Dice Zar que lo hicieron hombre y no quedó nada del marica que según era. Otra noticia es que el papá de Chris había salido de la carcel y estaba verdaderamente dispuesto en dejar la bebida y trabajaría duro para darles un buen futuro a su madre y a el.
-¿En verdad crees que dejara la bebida? Se metió en muchos problemas antes por eso.- dice con burla en su voz el moreno.
-La verdad espero que sí, se escuchaba muy convencido.-Era cierto que el papá de Chris se había metido en graves problemas el año anterior. Desde que lo despidieron de su trabajo injustamente, buscó la manera de probar que era inocente y al no creerle, perdió la cabeza. Sabía que no era fácil hablar de esto con Chris, pero apreciaba saber que no era el único al que le pasaban tragedias.
-¿Y qué pasará cuando se encuentre con sus amigos de la esquina?¿Y cuando vea a la mesera de la cantina? ¿Alba era su nombre?.- Pude ver como la tristeza tomaba presencia en los ojos de mi amigo, transformada en segundos por enojo.
-¡Que tu puto padre se haya largado y que tu madre se decepcione de ti, no es mi puto problema, Zar!.- Lo gritó tan fuerte que espantó los pájaros que estaban arriba del árbol en el que estábamos sentados. Sus ojos estaban cristalinos por las lágrimas que intentaba retener y de un manotazo se las limpió. Zar no dijo nada, solamente le tendió una bolsita con un polvo blanco y sin pensarlo mucho, lo tomó. Sacó un poco del polvo y lo inhalo, se volvió a sentar en su lugar debajo del árbol y recostó su cabeza en el tronco, soltando un suspiro profundo.
-¿Ves? Te dije que es mejor no sentir nada a ver como todo lo que te importa se desvanece.- Toma un poco del mismo polvo y repite el mismo proceso que Chris. Extiende la bolsita en mi dirección y la tomó, tardó en animarme a probar el polvo y dejó mi cabeza descansar en el tronco.
-Parece que la casa de los Hidalgo está siendo habitada por una nueva familia, los vi ayer bajando las cosas de la mudanza.- dice Chris un tanto desorientado por el mismo polvo.
-Ya habrá tiempo de darles la bienvenida.- la sonrisa que tenía Zar no indicaba nada bueno, pero sabía que no haría nada pronto. Por mientras nos quedamos abajo del árbol disfrutando del efecto de la cocaína toda la tarde. Lo que no sabía era que mis tardes así no duraría mucho, ya que mi dolor y angustia se las llevaría un ángel caído del cielo.
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El Sonido del Silencio
General FictionEn la vida siempre tenemos nuestros buenos y malos momentos, o eso es lo que dicen; ya que Irad a sus 17 años no a tenido una vida del todo rosa. Después de perder a su hermano menor y sufrir la separación de sus padres, las cosas solo han ido empeo...