Dulzura

V

La policía encontró los cuerpos varios días después, gracias a las denuncias de los vecinos por los malos olores que sus cuerpos putrefactos liberaban. Se llamó a un equipo de forenses, quienes al estudiar los cadáveres comprobaron que la causa de la muerte había sido un brote feroz de leptospirosis, una enfermedad que suele contraerse al entrar en contacto con la orina de las ratas, o interactuar con la basura. Las bacterias y virus son las maldiciones de la actualidad. Y en ese aspecto, podría decirse que Dulzura era un objeto maldito. Sin embargo, los forenses nunca consiguieron hallar el vector que había llevado la enfermedad a aquel hogar en desgracia, por lo que decidieron emitir una alerta sanitaria.

Horas antes de que el equipo de forenses arribara a la escena, el oficial Peralta se encontraba en el departamento en el que habían encontrado muerta a una familia. Padre, madre e hija en la misma cama, tres cadáveres en pleno proceso de descomposición. Al ser el novato del grupo se le había asignado la horrible tarea de permanecer allí mientras sus compañeros tomaban aire fresco en el pasillo. No podía soportar el nauseabundo olor. Temía que quedara impregnado en su cuerpo. Para peor, aquella misma tarde tenía el cumpleaños de Camila, su pequeña sobrina y temía que aquella peste quedara impregnada en su cuerpo. No podía llegar a una fiesta donde se celebraba la vida oliendo a muerte. Y tampoco podía llegar sin un regalo. Miró la hora. ¿Dónde estaban los malditos forenses? ¡Se estaba haciendo demasiado tarde! ¡Ya no tendría tiempo de comprarle nada a la niña!

Notó que algo lo observaba desde aquella atroz cama donde yacía esa familia. Era una antigua muñeca con una dulce y misteriosa sonrisa. Sentada allí entre los cuerpos sin vida, como una bella rosa floreciendo en medio de un putrefacto pantano. Supuso que nadie iba a echarla de menos. Alcanzó a esconderla entre su uniforme justo cuando sintió la puerta del departamento abrirse. Su sobrina iba a estar encantada con el regalo.