Capítulo 5.

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"La unión sólo es perfecta cuando todos los individuos están aislados.
-Ralph Emerson."


Jueves, 5 de abril del 2018.

Bueno, dar inicio al plan C no podía ser tan difícil ¿Verdad? Rasco mi cabeza con la punta del lápiz que tengo en mano, la verdad no tengo ningún pretexto para visitar al Señor Nieves. Pff, esto no es tan sencillo como me imaginaba, dejo caer mi cabeza en el escritorio derrotada.

Vuelvo a enderezarme. Sandra Castillo no se rinde tan fácilmente, estiro la laptop y la enciendo, tecleo en el navegador "Misofobia" y la información no tarda en aparecer, me concentro y comienzo a leer.

"Miedo a la suciedad. Está dentro de los denominados TOC, Su miedo se concentra en los olores corporales y en la suciedad. La persona que lo sufre suele lavarse constantemente las manos para no contaminarse por gérmenes."

Mis cejas se levantan al leer mucha información sobre el tema, pero no contenta continúo investigando. Entro en otro link donde veo más información.

"Causas. Consecuencia de una experiencia traumática, educación demasiado exigente con la limpieza, miedo a contraer infecciones."

"Síntomas. Miedo a la suciedad, tensión alrededor de un ambiente contaminado, dificultad para respirar, opresión en el pecho, escalofrío, orden y limpieza excesivos, lavarse las manos constantemente, uso de guantes esterilizados, evita el contacto con otras personas, aislamiento social."

Pobre Señor Nieves, no la debe estar pasando nada bien. ¿Pero cómo el pobre tuvo este miedo? Mientras más investigo mi curiosidad incrementa a tal punto en el que quiero hablar con él para saber qué puedo hacer para ayudarlo. Según internet no puedo hacer nada por él, no soy psicóloga y no puedo ofrecerle una terapia, maldición, lo único que puedo hacer es... nada.

Esto es un poco decepcionante pero pensándolo un poco mejor mi madre siempre decía que si le tengo miedo a algo lo único que debo hacer es enfrentarme a ese miedo. De pequeña les tenía un pavor a las arañas, no podía ni verlas en una caricatura animada, y la cancioncita de la maldita araña que teje no ayudaba mucho.

Entonces ella me llevo a la casa de mi abuela, odiaba ir porque siempre quería que limpiáramos la cochera lo cual significaba enfrentarme a las arañas y eso no era nada divertido. Pero yo no quería ser una niñita miedosa así que seguí el consejo de mi madre y ayude a mi abuela a limpiar me tope con muchas arañas de distintos tamaños, grité y lloré mucho ese día pero cuando salí de ese lugar mi madre me miró con una gran sonrisa y me abrazo con fuerza, me dijo lo orgullosa que estaba de mí y me compro un helado.

Poco a poco el miedo a esos bichitos se fue yendo y cuando encontré una en mi habitación pude agarrarla con mis propias manos y llevarla al patio. Fue algo difícil al principio pero enfrentarme a esos pequeños, a ese miedo que me provocaba el pensar que me haría esa araña se esfumo.

Una idea vino en mi cabeza y sonreí.

Inicia el plan C.

Me levanto de mi escritorio y corro escaleras arriba para quitarme el pijama, busco uno de mis vestidos floreados y me decido por uno color amarillo, como siempre sujeto mi cabello en una coleta alta, peino mi flequillo con mis dedos y después de ponerme unas sandalias bajo las escaleras. Pienso en traer mi celular pero me molestaría así que se queda sobre el escritorio.

Salgo de mi casa y doy unos saltitos, destenso mis hombros e inhalo y exhalo. Convencer al Señor Nieves no será tarea sencilla. Al contrario, esto será muy difícil.

Camino hasta posicionarme frente a su puerta y dudo en presionar o no el timbre.

Joder Sandra, ya llegaste hasta aquí ¿Por qué te acobardas a estas instancias? —Un aclaramiento de garganta logra que pegue tremendo brinco, volteo con las manos en mi pecho asustada—. ¡Me asustaste! —Chillo. Él no se ríe ni nada parecido—. ¿Crees qué es normal estar asustando a la gente de esa manera?

Con el bastón de madera que tiene en la mano señala la puerta.

— ¿Y tú crees que es normal estar hablándole a mi puerta?

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, lo miro de mala manera frunciendo los labios y chisto.

—Las personas más inteligentes suelen hablar solas.

Ladea la cabeza, su cabello que está perfectamente peinado hacia arriba ya no parece estarlo porque un mechón cae en su frente estorbándole el campo de visión, él se lo retira con delicadeza de la frente mandándolo hacia arriba y noto los guantes esterilizados.

—Tú lo has dicho, yo hablo mucho y reflexiono en voz alta pero tú... hablabas con la puerta.

— ¡No hablaba con la puerta! —Exclamo, él se encoge de hombros y con su bastón me empuja llevándome hacia un costado para que él pueda pasar pero no se lo permito porque vuelvo a ponerme frente a la puerta y él se ve obligado a dar un paso atrás para no acercarse a mí.

Rueda los ojos y estira su brazo para ver la hora en el reloj de su muñeca, esa chaqueta negra le queda demasiado bien. Tal vez no posea músculos pero tiene los hombro anchos y una altura que compensa la falta de musculatura.

— ¿Qué es lo que quieres?

Bueno... aquí voy.

— ¿Has oído hablar de la acrofobia? —Su ceño se frunce—. Sufro de miedos a las alturas —Llevo una mano hasta mi frente—. Es muy severo, tanto que me cuesta subir las escaleras de mi habitación ¿Podrías ayudarme con algo?

Él me mira con cierta curiosidad.

— ¿Qué cosa?

—A curarme.

Eso logra sorprenderle, pero rápidamente se recompone.

— ¿Me viste con cara de psicólogo? Porque déjame decirte que no lo soy, yo también tengo problemas y no ando pidiéndole ayuda a desconocidos.

— ¡No eres un desconocido!

— ¿Sabes mi nombre?

Abro la boca para responder pero caigo en cuenta de que la verdad es que no sé su nombre, joder.

—No, pero eres mi vecino eso te hace un conocido.

— ¿Has visto "Vecino asesino"? Yo que tu no estaría tan tranquila. Ahora sal de mi camino

Niego con la cabeza.

—Sé que tienes misofobia. Y creo que esto podría ser un gran trabajo en equipo —Digo levantando la barbilla—. Tú me ayudas con mi fobia a las alturas y yo te ayudo con tu fobia hacia los gérmenes.

Él sonríe tomándome totalmente desprevenida. Tiene unos dientes muy bonitos, mierda, él es muy adorable, no parece el típico hombre apuesto rompe corazones. Al contrario, es demasiado adorable, tanto que te dan ganas de pellizcarle los cachetes y desordenar su cabello para verlo hacer un puchero.

—No tengo misofobia, no necesito tu ayuda y tampoco voy a ayudarte —Me empuja nuevamente con su bastón y se apresura en meter la llave en la cerradura. No lo detengo, dejo que entre porque sabía que él no aceptaría a la primera, sería demasiado fácil.

— ¡Mi oferta sigue en pie!

— ¡Loca! —Grita desde adentro y resoplo, vuelvo a peinar mi flequillo con mis dedos y voy dentro de mi casa a pensar cómo voy a convencer al Señor Nieves.


¡No me toques!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora