CUENTOS PARA MONSTRUOS | 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐘 𝐊𝐈𝐃𝐒

Yerba del cerro

En el punto más apacible del cerro, un auto estaba estacionado con dos jovenes fumando dentro.

Seungmin habló primero:

Hyunjin era encantador. Le gustaban las carreras, el vino blanco y mi cuerpo. Decía que yo era auténtico, que no estaría conmigo si no lo fuera. Le gustaba bañarse conmigo, ni siquiera me lo pedía, simplemente me sorprendía en la ducha. Esos gestos espontáneos me encantaban de él.

Me decía alguna frase sacada de una revista y se sonrojaba cuando lo ponía en evidencia. A veces llegaba con rastros de perfume de lavanda y menta, porque a uno de sus hermanos le encantaba abrazarlo ya que él en realidad no usaba perfume. Al menos eso decía él. Me llamaba por teléfono en la madrugada, pues siempre supo que me gustaba dormir tarde. Entonces me contaba lo que iba a hacerme cuando me tuviera enfrente, y sabía sacarme una sonrisa traviesa con alguna locura que se le ocurría.

Tenía un don para entrar al corazón de hombres y mujeres, una vez me dijo que lo heredó de su abuelo. Cuando se sorprendía, sus cejas se arqueaban como las alas de un cisne. Eso me fascinaba.

Jeongin habló después:

Definitivamente encantador. Me llevaba a mi restaurante favorito, y se ponía nervioso si se topaba con alguien que lo conociera. Decía que mis ojos eran ventanas a un universo distinto, ahora sé que lo sacó de una revista. En nuestro aniversario me ragaló un perfume de lavanda y menta el cual decía que le encantaba.

Besaba mis oídos mientras me tocaba las piernas, así me convencía de ir a la cama. A veces, después de hacer el amor, yo despertaba de madrugada y lo sorprendía hablando por teléfono. Era un chico con mucho trabajo, así que nunca lo cuestioné. Sí, Hyunjin estaba lleno de secretos.

Ambos jovenes estallaron en risas, y terminaron su cigarro casi al mismo tiempo. Después fueron a la parte trasera del auto y abrieron la cajuela. Ahí estaba el cuerpo de Hyunjin, muerto igual que la yerba del cerro.

Estaba envuelto en sábanas y sacarlo no les costó trabajo. Lo arrastraron hasta la orilla de un barranco sin interrumpir en ningún momento la divertida conversación.

Intercambiaron un par de anécdotas más, y luego arrojaron a Hyunjin por el monstruoso precipicio, donde las piedras lo recibieron conhostilidad.

Durante los próximos días, los cuervos no pasarían hambre.