Historia de amor (O algo parecido)

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Changbin, parado frente al sol, vio morir infinidad de atardeceres, esperando a una mujer que no regresaría.

Dentro de la casa, su padre, un monstruo de alcohol como cualquier otro, golpeaba el televisor para que funcionara. Había construido una madriguera con botellas vacías, y volcaba su odio en Changbin, estampando la frase «Se largó por tu culpa», en los oídos del chico.

Él se llevó los puñetazos y patadas que ya no le tocaron a ella, él soportó los episodios violentos de borrachera que aún restaban.

Agazapado en su habitación, Changbin se imaginaba a sí mismo convertido en roca, una que resistiera el impacto, una que pudiera devolver el ataque.

Recordaba todo en color y forma: una noche de luna somnolienta, su madre salió cautelosamente de la casa, como si temiese molestar al silencio con el sonido de sus zapatos. No volteó a mirarlo, las sombras no lo permitieron. El chico quiso creer que ella regresaría en un momento, pero los años avanzaron sin gracia, y el rostro de su madre se convirtió en un recuerdo deshilachado.

La luna solía decirle: «Vive un poco más, chico. Deja que tus puños y brazos ganen fuerza. Deja que la furia encuentre una válvula de escape».

*

Jisung se encargaba de la cocina, el platillo debía ser espléndido para que ellos no se pusieran de malas. Jisung, veía a su padre y su pareja como a un par de niños encaprichados, como un par de cretinos. Escuchó pasmado mil confrontaciones, discusiones y bofetadas. Algunas noches, desde su habitación, oía los gritos y rugidos, ya fuesen de pasión o de odio.

Ella no era su madre, y en cierto modo, lo agradecía. Pasó desapercibido para ella hasta el día que la pubertad lo transformó, cuando el ejercicio comenzó a cambiar su cuerpo y cuando su mirada ya no proyectaba a un niño, sino a un apuesto muchacho.

Su padre no quiso creerle. Su padre, más que de enojo, lo golpeó por celos. Lo abofeteó engañándose a sí mismo. En realidad no le reprochaba una supuesta mentira, le reprochaba el hecho de haber crecido.

Jisung lo entendió después de un tiempo: aquel par no tenía remedio.

Y aunque la lujuria y entradas de media noche a su habitación por parte de aquella mujer todavía no habían logrado su cometido, era sólo cuestión de tiempo hasta que su paciencia se agotara.

*

En el tren número cuatro, Jisung caminaba buscando un asiento. Con cada paso hacia adelante iba tirando recuerdos. El rostro furioso de su padre parecía dibujarse en las ventanas, y aunque el coraje bloqueaba la ruta del llanto, era difícil seguir aguantando. Su vida y su mundo colapsarían en cuanto el tren diera marcha, en cuanto él dejara atrás su pueblo natal.

Encontró un asiento disponible, y ese resultó ser un momento de lo más abrumador. Le inquietó reconocer su propia mirada en aquel chico con moretones, sentado en la butaca contigua. El mismo fuego en las pupilas que revela tener una misión, esa expresión que proclamaba que algún día regresaría al lugar que estaba abandonando en ese momento.

Durante el viaje, Jisung intentó abrir una ventana, pero Changbin se le adelantó.

Fue así como se inició una conversación casual y un tanto ácida, la cual se fue intensificando conforme el tren avanzaba. Los secretos y penas de ambos se iban escapando por las diminutas rendijas que dejaban en sus palabras.

Y ahí estaban ellos: dos balas perdidas, que se acababan de encontrar…

CUENTOS PARA MONSTRUOS | 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐘 𝐊𝐈𝐃𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora