Poema con labial

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Jisung lo conoció en la mesa de un café. Sus ojos estaban adornados con algo a lo que él llamaba misterio. No esperó, y le lanzó una mirada que aterrizó justo donde él había planeado: La suya.

Se acercó a su mesa, donde él lo esperaba ya dispuesto a iniciar una plática. Su historia comenzó con una pregunta convencional: «¿Te puedo acompañar?».

Su nombre era Minho. Y sí, tenía novia. Pero, aun así, había un hotel cerca.

Se convirtieron en amantes, se veían cada cierto tiempo y se disfrutaban el uno al otro. Él era hermoso y sus manos eran escurridizas, aunque su inteligencia y sarcasmo a veces incomodaban a Jisung.

Los meses formaron una larga línea, y mientras el tiempo avanzaba sin prestarles atención, Minho y Jisung empezaron a sentir algo más intenso. No era amor, pero sin duda, se entendían dentro y fuera de la cama.

Una vez incluso, Minho lo invitó a su casa. Su pareja no estaba, y aunque ninguno de los dos se atreviera a confesarlo, eso hizo más excitante su encuentro.

Después de su combate en la cama, Jisung examinó un poco la casa. No había fotos de la misteriosa chica con la que Minho compartía su vida. Sin embargo, lo que captó su atención fue la montaña interminable de reconocimientos. Lo sorprendieron las estanterías adornadas con decenas de premios y revistas de moda enmarcadas, además de los tantos productos de belleza esparcidos por el lugar.

Minho le explicó que eran de su pareja, quien era modelo. Y sin darse cuenta, le dio una cátedra de lo orgulloso que estaba de ella, de todos sus logros y lo feliz que le hacía estar a su lado. Esto sólo incomodó a Jisung, pero él sabía perfectamente que no estaba en posición de reclamar nada.

Hasta que tras pensarlo un poco su orgullo regresó, la persona a la que Minho describía parecía la mujer perfecta. Pero aún así este necesitaba de buscar en él lo que ella nunca le podría dar, y eso era más que suficiente para que Jisung se sintiera mil veces mejor que cualquier super modelo con la que Minho viviera.

Durante los meses siguientes empaparon sábanas de hotel y dejaron que sus pieles se conocieran del todo. Aprendieron cada vez más uno del otro, eran inmensamente compatibles, los perfectos compañeros casuales.

Ambos eran dichosos. Sin embargo, alguien siempre sale lastimado.

*

Una noche, Jisung tomó un bar como guarida, pidió un trago e intentó divertirse. Sin embargo, sabía que sólo se embriagaba para ocultarse a sí mismo un hecho curioso: Se estaba enamorando de Minho.

Lo había meditado durante las últimas semanas, esto crecía y se salía de control.

Las notas de su canción favorita llegaban hasta su mesa, el ambiente se animaba, el alcohol ya juntaba los labios de hombres y mujeres dentro del bar. Jisung necesitaba una distracción, y la encontró mágicamente en una mesa no muy lejana.

Un chico lo miraba fijamente, su par de pupilas oscuras no se despegaban de él, recordandole a un zorro.

Jisung lo inspeccionó a detalle: era atractivo, su cabello era negro, parecía ser más joven y sus proporciones estimulaban la imaginación. Quería olvidarse de Minho, al menos por unas horas, y la oportunidad no podía ser mejor.

Revisó su teléfono para comprobar si no tenía mensajes nuevos. No los había. Sin embargo, se quedó mirando por un par de minutos el rostro de Minho en su fondo de pantalla. No le debía explicaciones y tampoco ningún tipo de fidelidad. Él tenía a su pareja, así que él podía tener encuentros con otros chicos. Todo estaba bien.

Se sintió preparado para acercarse al chico que lo miraba, pero cuando volvió a posar sus ojos en aquella mesa, su presa se había ido. Se sintió estúpido, y llevó un trago más a su garganta. Quiso llamar a Minho, pero estaba seguro de que no le contestaría a esa hora.

Media hora después entró al baño, y el espejo le rectificó su borrachera. Abrió la llave del agua y se enjuagó el rostro para recuperar un trozo de sí mismo.

Ese pequeño lapso fue suficiente para que una criatura furiosa escapara de uno de los baños detrás de él.

Un objeto, un tubo quizá, golpeó el costado de Jisung. El impacto provocó que cayera de rodillas y su atacante aprovechó su posición para enredarle una gruesa cinta alrededor del cuello. Jisung fue arrastrado hacia el interior de uno de los baños, y una vez ahí, el chico de cabello negro jaló de la cinta mientras Jisung se sacudía en un vano intento de lucha. El pelinegro jalaba con rabia, con ímpetu, con placer.

En el bar pusieron una canción que hizo que la gente se encendiera y se levantara a bailar. Las copas chocaron, las risas subieron de volumen, y el cuerpo de Jisung dejó de sacudirse.

En el espejo, la muerte escribió un poema con labial.

*

Ningún semáforo se atrevió a frenarle el paso a Jeongin durante el viaje de regreso a casa. Al llegar y pararse frente a la puerta, se preguntó si valía la pena tocar el timbre. Tal vez sería mejor largarse y olvidarse de todo.

No, eso no era opción. Él nunca había desertado en nada. Así que, después de unos minutos de introspección, finalmente presionó el timbre.

Minho abrió la puerta, recibiéndolo con una sonrisa. Sus labios se perfilaron para besarlo, pero Jeongin giró la cabeza en señal de rechazo...

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⏰ Última actualización: Mar 22, 2022 ⏰

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