Si había algo más difícil que vivir la muerte de un familiar querido, era, sin duda, el vivir su sufrimiento mientras eso pasaba. No era algo fácil, muchísimo menos para él. Mientras yo había perdido el amor, mi trabajo, o parte de mi familia algún día cualquiera, mi abuelo estaba perdiéndolo todo de una sola tajada, sin poder hacer nada para que no fuera así.
Durante los días de mi soledad dediqué tiempo para mi. Medité, me ejercité, leí, dibujé e hice un cambio nuevo: me rapé. Que bien se sintió hacerlo, y que bien se siente no tener tanto pelo. No hace falta comentar el dolor de cabeza que fue para muchos de mis contactos que ya se habían acostumbrado a mi anterior corte.
Los días pasaron sin mucho que decir de ellos al respecto del estado en el que se encontraba mi abuelo. Ya era tedioso decirle a mi madre cuando me preguntaba por él, que seguía igual; inclusive decadente.
En el camino conocí a Jorge, un joven fonólogo que venía cada semana a verlo y a tratarle todo lo relacionado a su sistema nervioso. Aunque la delicadeza que tenía era mínima, era certero en sus afirmaciones, acciones y conocimientos. Aclaré muchas dudas gracias a él con lo que respecta a su dolor y a su consciencia. Cosas de las que sabía más que yo; iba a ser una maestría en neurociencias.
- El sufrimiento - me decía. - por decirlo así... es algo más psicológico que biológico. No es algo que directamente tu puedas experimentar... Puedes sentir el dolor, sin duda, puedes saber que algo anda mal con tu cuerpo, pero la sensación llega directamente al hipotálamo, no a tu neocortex, que... es tu cerebro pensante, en sí... ya es trabajo de la mente el experimentarlo como "dolor que se sufre" o "que se tiene que sufrir". - Explicaba con pasión. - Que días estaba viendo un video de un experimento que se le realizo a un paciente de odontología. Tenia... un problema con una muela. A éste se le hizo un procedimiento con cero anestesia, pero con un psiquiatra experto en eso de la hipnosis acompañándolo en el mismo. El psiquiatra le decía que imaginara estar en un lugar tranquilo, en un apacible lago donde pudiera pescar... lo indujo bajo sugestión a experiencias realmente tranquilas, y cuando el psiquiatra lo "despertó", ¡ya le habían sacado la muela! Sintió el dolor, pero no lo experimentó.
- Es realmente interesante el tema, ¿no? - Dije yo con una sonrisa, conmovido de ver aquella pasión.
- A mi me fascina... Mira por ejemplo. Si yo meto mis dedos aquí... - En ese momento, mete abruptamente los dedos en la garganta de mi abuelo – Se supone que tendría que activarse las zonas nerviosas en las que obligan al cuerpo a tocer.
Mi abuelo se siente incomodo y parece querer tocer, pero traga.
- ¿Lo ves? Son por cosas como esas que uno sabe que algo no funciona bien aquí adentro...
- Cuanto es el tiempo estipulado para que un paciente así se recupere? - Pregunté.
- No sé que le pasó a este hombre... yo ya lo estaba trabajando. Ya podía moverse un poco, sentarse. Podía comunicarse, aunque no pudiera hablar bien. Se dirigía a su abuela cuando quería algo, o a su tía cuando algo le disgustaba. Era claro... El retraso que tuvo este hombre me sorprende aún... No sé que le pasó.
El día siguiente cambiándole el pañal, con ayuda de mi tía, nos damos cuenta que empezaba a balbucear. Terminando de limpiarlo, lo acomodamos y mi tía intenta calmarlo. Cuando yo me acerco a él, noto sus ojos brillando. Nos miramos y el empieza a reírse...Yo sonrío y miro a mi tía, ella me mira súper extrañada de lo que ocurría. Yo ya no necesitaba pensar mucho las cosas; le seguí el juego.
- ¿Qué pasa abuelo? ¿Es mi corte? Quedé feo, pero no se burle. - dije sonriendo.
Después de todo lo acontecido, incluso de saber que a veces ni siquiera era él a quien me dirigía o incluso quien sentía el dolor. Que fuera probable que muera sin saber lo que me quería decir. A estas alturas... ¿Debería preocuparme?