Habían pasado ya unas horas desde que Benito y su pandilla habían marchado de la plaza donde actualmente se encontraba Antonia y que esta está observando atentamente las nubes. No le preocupaba nada lo que ocurría a su alrededor.
Pero la preocupación llego a ella cuando no escucho nada a su alrededor, ni una voz, ningún murmullo, ni siquiera el sonido que hacían los niños al jugar sus estúpidos juegos. Nada, excepto claro el sonido que se escuchaba el sonido de los autos que iban y venían del lugar.
Esto fue suficiente para que deje de mirar el cielo como suma atención, se levantó del lugar donde lo habían dejado tirado y empezó a ver su entorno con una mirada inexpresiva en el rostro.
Lo único que Antonia puedo observar fue nada, en la plaza donde estaba actualmente ya no se encontraba ningún niño u adulto por su defecto en el lugar. No había nadie, excepto claro ella misma.
- "¿Cuánto tiempo estuve aquí?" - . Pensó para sus adentros Antonia, si no había ningún niño jugando significaba que ya era tarde.
Miro el cielo de nuevo y pudo apreciar algo que antes no había visto con anterioridad, en el cielo había un hermoso atardecer. Al verlo se dio cuenta de una pequeña cosa, en teoría ella ya debería estar en su casa.
Pego un suspiro de cansancio al pensar en esto. Su día todavía no había terminado. Todavía faltaba ir a su casa.
Lo bueno de vivir cerca, pero no tan cerca, de su escuela, era el hecho de que tardaba muy poco en llegar a su hogar, exactamente se demoraba veinte minutos a pie en llegar a su hogar, y lo tenía que hacer el recorrido ella sola, su madre no perdería el tiempo en ir a recogerla en esa patética escuela suya, ese era el motivo que le decía su madre para no ir a recogerla.
Mientras caminaba para llegar a su destino Antonia empezó a pensar en si decirle a su madre sobre lo que había pasado en el lugar horas atrás, no sabía si decirle o quedarse callada cuando llegase, porque si se lo decía su madre le iba a dar dos respuestas y cada una seria diferente a la otra.
La primera respuesta que le daría seguramente sería nada, le contaría todo, incluso lo que comió en el receso, pero ella ni se inmutaría, talvez lo único que le diría era que no se lo dijera a su papá y nada más.
En cambio, la segunda respuesta sería diferente, talvez si se lo decía a su madre iría a decírselo a su padre. Eso sería lo peor. Su padre por cualquier motivo, incluso el respirar cerca de él, era el motivo suficiente para agredirla ya sea físicamente o mentalmente. Talvez le pegaría diciéndole que era débil o que estaba bien que un hombre le pegara y que no tenía que hacer nada para molestarlo.
Pero no pudo pensar más porque ya había llegado a su destino sin percatarse lo más mínimo. Ahora mismo estaba enfrente de su casa.
Antonia estuvo unos segundos enfrente de la puerta de su hogar, la habían pintado recientemente de un color blanco mármol, ahora estaba marchada con un color café bastante claro.
Ella no sabía con quién iba a toparse después de cruzar la puerta marchada, su madre de seguro si está en la casa, pero su padre... No lo sabía con seguridad, algunas veces llegaba temprano y otras veces más tarde.
Abrió la lo más lentamente que pudo y cuando la abrió por completo lo primero que se encontró fue una sala pequeña a donde en este estaba el comedor y la sala principal, todo junto. El comedor estaba bastante limpio hoy en comparación al resto de la sala.
La casa estaba echa completamente en su totalidad por madera, tenía dos pisos y aunque afuera la casa era algo bonita adentro era totalmente lo contrario, Afuera la casa estaba pintada de blanco en su totalidad mientras que adentro de la casa no había nada pintado, todo tenía el color de las tablas de madera recién comprada.
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Incluso en la luz hay oscuridad.
Non-FictionAntonia es una joven que ha sufrido durante toda su vida. pero al cumplir sus dieciséis años toda su vida que iba mal ahora va a ir a peor