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Cuando Mads me había escrito un mensaje pidiéndome que me presentara en su casa antes de las cuatro, me levanté de un brinco de la cama y me preparé tan rápido como me lo permitió la resaca de la noche anterior. La resaca, los remordimientos y la vergüenza.

Madre mía, cada vez que lo pensaba... se me cortaba la respiración.

Atravesé el pasillo como un torbellino, y estaba ya en la puerta cuando una figura alta y delgada apareció a mi espalda y habló con la voz ronca, típica de una noche de fiesta con demasiado alcohol.

-¿Te vas? – preguntó, y no tuve la valentía de mirarle.

-Sí, he quedado con mis amigas...

-Pensaba que quizá pudiéramos hablar.

-¿Tiene que ser ahora?

-Bueno yo...

Incluso de reojo pude notar cómo se llevaba una mano a la nuca y jugueteaba con su pelo. Aquel pelo que me encantaba.

-Hablaremos cuando vuelva, te lo prometo – dije, incluso sabiendo que lo lamentaría.

-Vale, pásalo bien.

-Gracias Tim, tu también.

Y salí por la puerta sin mirar atrás, porque si lo hacía, si le miraba directamente a esos ojos verdes tan bonitos, sabría que volvería a caer en sus brazos. Era inevitable.


En cuanto pisé la casa de Maddison, supe que pasaba algo raro. Mi amiga no dejaba de andar de un lugar a otro y aunque no dejaba de hablar de temas banales, había algo extraño en su forma de comportarse. La conocía lo suficiente como para darme cuenta de ello.

Y Steph no estaba mucho mejor, de normal ya era callada, pero aquel día no había abierto la boca y estaba especialmente pálida.

-¿Pasa algo? – pregunté, algo molesta.

-Bueno... - comenzó Steph, pero Mads se giró rápidamente para fulminarla con la mirada.

-Espera, Steph.

-Lo siento.

-¿Esperar a qué?

En aquel mismo momento, sonó el timbre del piso. Maddison corrió a abrir y entonces no tardé en escuchar un montón de pasos entrando en la casa. Me tensé sobre el sillón, y me levanté como un resorte en cuanto me di cuenta de quienes eran los que habían llegado: Justin, Chad y... Timothée.

La expresión de éste último era igual de confusa que la mía. Buscó mi mirada por la sala, y me preguntó con ella si entendía algo de lo que estaba pasando. Yo negué bruscamente con la cabeza, aunque podía imaginármelo.

-Me voy – dije, agarrando mi abrigo y mi bolso.

-No, no, no – respondió Mads, cortándome el paso – Tu no te vas a ningún lado, vuelve a sentarte.

-Quita de en medio, Maddison.

-He dicho que te sientes, Harper.

Bufé y controlé mis ganas de pegarle un puñetazo. No me senté, pero sí que volví a dejar mis cosas y me crucé de brazos, expectante.

-Bien – comenzó la inquilina de aquella casa – Ahora que ya estamos todos, podemos empezar. Iré directa al grano, porque sabéis que no me gusta darle demasiadas vueltas a las cosas. Al principio todos pensábamos que habíais discutido por algo y por eso os estabais comportando de una forma tan rara, evitándoos todo el tiempo cuando siempre estabais demasiado juntos el uno del otro, era casi insoportable ser testigo de vuestras miradas, para ser sincera.

OUT OF TOUCH (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora