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Llevaba tirada sobre mi cama toda la tarde, con un libro entre mis manos. No había dejado de llover en toda la semana, de un modo tan fuerte y abundante que se hacía prácticamente imposible salir a la calle. Aun así, mis padres no habían tenido problema para irse a la cena de empresa de Paul, engalanados de la cabeza a los pies.

Había salido de mi habitación para despedirme de ellos y desearles que lo pasaran fenomenal, pero no se pasaran con las copas. Timothée había hecho lo mismo, y ambos nos quedamos al otro lado de la puerta, observando cómo se iban. No la cerramos hasta que dejamos de verlos.

Y después él se giró para mirarme. Tenía el pelo revuelto y llevaba una camiseta blanca de manga corta que le quedaba grande, pero que le quedaba genial junto con los pantalones de chándal oscuros.

Yo tampoco me había arreglado, mi pelo pedía a gritos que lo liberara del moño en que lo había enrollado hacía horas, y no me había quitado ni siquiera el pijama de Minnie Mouse que utilizaba para los días más fríos del año: como lo estaban siendo aquellos.

-¿Harás algo esta noche? – me preguntó, mientras avanzábamos hasta la cocina.

-No. Steph va a quedarse en casa estudiando y Ronnie ha quedado con un tío – respondí, abriendo la nevera para sacar el zumo de naranja - ¿Y tú?

-Chad y Justin han sugerido que pasemos una noche de chicos en el bar pero... creo que paso. Hace demasiado frío.

-O sea, que te quedarás en casa – repetí, mentalizándome de que nos pasaríamos la noche los dos juntos.

Y solos.

-Sí, podemos pedir pizza y ver una peli, si quieres – sugirió, apoyando la cadera en la encimera y cruzando los brazos sobre su pecho.

Un poco de zumo se me cayó por la piedra, haciéndome maldecir y estirarme a coger una servilleta de papel para limpiarlo. Era el plan que más me apetecía en el mundo, y aun así, mi cuerpo estaba temblando por otra razón.

En mi cabeza se habían formado cien escenarios distintos de cómo pasar la noche, y ninguno era posible; así que me giré para dedicarle una sonrisa amable.

-Me encantaría, ¡pero mi pizza la quiero extra de queso! – dije, cogiendo mi vaso y saliendo de la cocina.

Escuché sus pasos a mi espalda, y volví a girarme para mirarle.

-Voy a darme una ducha, ¿vale? Si quieres puedes ir pidiendo la cena.

-Eso era lo que esperaba escuchar – respondió, sonriendo de verdad, mostrando sus dientes.

Sonriendo como a mí me gustaba, revolviendo todo mi interior.

Me terminé el zumo de un trago, dejé el vaso sobre mi mesita y cogí un pantalón y una camiseta limpia, ambos más sugerentes que el pijama. No sabía qué estaba haciendo, o qué pretendía con todos aquellos gestos; pero me metí bajo el grifo de agua fría con la esperanza de aclararme rápidamente.

Cuando salí del baño, con la melena húmeda cayendo por mi espalda, toda la casa olía a pizza.


Me dejé caer en el sofá, junto a Timothée, que estaba cortando ambas pizzas con un cuchillo en forma de rueda. Le miré con media sonrisa mientras lo hacía, y noté cómo él luchaba para no sonreír también, al mirarme de reojo.

-Hueles muy bien – dijo.

-Gracias – respondí – Tú también deberías haberte duchado.

Lo dije solo para picarle, y reí cuando él dejó de cortar la pizza y se giró rápidamente hacia mí, con expresión dolida.

OUT OF TOUCH (Timothée Chalamet)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora