Nuestra Primera Relación Sexual.

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Él y yo, hicimos el amor dos días después de conocernos, es decir, dos días después de hacernos novios.

Yo llevaba aproximadamente un mes sin tener sexo, la última vez fue con un chico que conocí por Facebook, pero bueno, eso se los contaré en otro capítulo. El asunto es que tenía muchas ganas de hacelo con él, después de vernos esa primera vez, chateamos de cómo podría ser nuestro primer encuentro sexual, cómo nos gusta que nos traten, las posiciones que nos gustan, hablamos de todo, fue una conversación muy caliente, me excité demasiado hablando de eso, estaba mojada, con muchas ganas de que me lo hiciera, de estar desnuda frente a él, de que me besara, de que me tocara y de que me hiciera suya.
Solo había un pequeño problema, no teníamos en dónde hacerlo, por las fechas, ninguno de los dos tenía dinero de más como para pagar un motel, en mi casa no se puede, ya que siempre hay gente.

Él sugirió hacerlo en su casa, ya que de lunes a viernes su mamá trabajaba todo el día, así que no estaba en casa y podíamos aprovechar para hacerlo en su habitación, su hermano sí estaba pero según él siempre se la pasa en su cuarto, por lo que no se daría cuenta de que estuve ahí y la chica de la limpieza, pues ella no importaba, tampoco diría nada. Yo estaba entre la espada y la pared, por supuesto que sí quería, moría por hacerlo con él, pero al mismo tiempo no, porque no quería ser maleducada y entrar en la casa de su madre sin su consentimiento, imagínense si llegaba o si se enteraba.
A fin de cuentas, él el fin de semana me convenció, lo haríamos el lunes.

Una noche antes me preparé porque quería que él me viera de la mejor manera, depilé mis piernas, mi parte íntima, exfolié mi cuerpo, pinté las uñas de mis pies y manos, elegí la ropa que llevaría, así como la ropa interior.
Llegado el lunes, me levanté temprano, hice las tareas del hogar que me corresponden y al terminar empecé a arreglarme, me bañé, me puse la ropa interior, un cachetero negro y un sostén negro también, éste se desabrocha en frente, en medio de mis pechos, un pantalón súper pegado que deja ver perfectamente la silueta de mis piernas, nalgas y cintura. No es por presumir, pero tengo un cuerpo bien cuidado y estilizado, mis pechos no son grandes ni pequeños, para mí, tienen el tamaño perfecto, tengo una cintura pequeña y un trasero redondo y bien parado (las horas en el gimnasio no ah sido por gusto), podríamos decir que tengo cuerpo de reloj de arena; y para terminar el conjunto, me puse una blusa manga corta que deja al descubierto parte de mi abdomen, una chalina en cima por el frío de la noche y mis tenis.

Estaba muy emocionada por lo que pasaría esa tarde, solo pensarlo me excitaba.
Llegamos a su casa a las tres de la tarde más o menos, cuando entramos no había nadie en la sala y camino a su cuarto tampoco nos topamos con alguien, eso me hizo sentir más tranquila.

Ya en su habitación con llave, nos hundimos en un mar de besos, y al instante nos empezamos a quitar la ropa, los zapatos, los pantalones, la blusa, la playera, hasta dejarnos solo en ropa interior, me encantó sentir su piel sobre la mía, lo caliente que estaba, veía en sus ojos la desesperación de tenerme completamente desnuda sólo para él.
Lo acosté sobre su cama y me coloqué encima de él, cuando quiso quitarme el sostén, no sabía cómo, nunca había visto uno así (tuve que enseñarle), cuando mis pechos estuvieron al descubierto en frente de él, los devoró con su boca mientras los tomaba con sus manos, lamió mis pezones con pasión, podía sentir perfectamente su lengua caliente y húmeda moviéndose al rededor de ellos, yo cerraba los ojos y disfrutaba de esa sensación, mientras que con mis manos hundía más su cabeza a mis pechos... me encantaba.

Cuando terminó, estaba tan excitada que no aguantaba ver su miembro, aún tenía puesto el calzoncillo rojo, que puesto en esa piel blanca, lo hacía ver tan sexy.
Pude sentir su pene erecto desde que estaba sobre él, rozamos nuestras partes íntimas una que otra vez en ropa interior, pero no aguantaba a sentirlo piel a piel.
Así que bajé y le quité los calzoncillos, no podía con lo que estaba viendo, era un pene súper erecto y venoso, bien dotado por cierto, de un tamaño ideal para mí, pero lo mejor no era eso, era lo grueso que era, no podía esperar a que estuviera dentro de mí.
Se dio la vuelta, me acostó sobre su cama y me quitó el cachetero que llevaba puesto, me abrió las piernas y se dispuso a penetrarme, sin antes rozar una que otra vez su delicioso pene en mi vagina. Estaba que explotaba, ¡lo quería adentro ya!
Agarró su pene y empezó a penetrarme, pero algo extraño sucedió en ese momento, ¡su pene no entraba! Era demasiado grueso y yo demasiado estrecha.
Decidimos cambiar de posición para que la entrada fuera más fácil, me coloqué encima de él, lo bese desenfrenadamente, mientras nuestros sexos rozaban, estaba demasiado lubricada, así que su pene se deslizaba fácilmente sobre los labios de mi sexo, lo sentía suave y caliente, gemíamos ante tal situación, estuvimos así por varios minutos, no queríamos que esa sensación terminara, intentó penetrarme de nuevo, pero otra vez no entró, él no quería lastimarme, era demasiado lindo y tierno conmigo, estuvimos así, disfrutando del roce de nuestros sexos por un rato más.
Al cabo de unos minutos, como aún seguía encima de él, decidí agarrar su pene con mis manos e introducirlo en mi vagina, no aguantaba más, necesitaba sentirlo dentro de mí, ese roce me estaba torturando, fui bajando poco a poco, sentía perfecto cómo la cabeza de su erecto y rojo pene abría espacio dentro de mi vagina, sentía un dolor que nunca antes había sentido, pero era un dolor placentero, al cabo de unos segundos... Ya estaba completamente adentro, al principio no podía moverme porque sentía que me dolería más, fui moviéndome de a poquitos, de atrás hacia adelante y en círculos también.
Desde mi perspectiva, podía ver el rostro excitado de él, en repetidas ocasiones lo escuché decir: - "qué rico mi amor".
Después de unos segundos, mi cuerpo estaba adaptado a él, podía moverme con toda la libertad, así que empecé a cabalgarlo, primero lento y poco a poco fui más rápido, sentía como su pene entraba y salía de mí, me recosté sobre su pecho, tomé con mi mano una de sus manos, nuestros dedos se entrelazaron, pero sus embestidas no paraban, le besaba los labios y por ratos el besaba mis pechos, mis pechos se movían, brincaban de un lado a otro por los movimientos, así que por momentos aprovechaba para ponérselos en la cara, y así ver cómo rebotaban sobre su rostro.

Cambiamos de posición, esta vez, él se puso sobre mí, abrió mis piernas una vez más y está vez me penetró de un solo movimiento, sus movimientos eran lentos y suaves, me encantaba tener un pene grueso dentro de mi, lo hacía tan bien, no quería que terminara nunca. De repente paró, me miró a los ojos, tomó una de mis manos y me dijo el primer "te amo" mientras me volvía a penetrar con pasión. Agarré su cuello, lo acerqué a mí, lo besé con desesperación mientras él no paraba sus movimientos, entraba y salía, entraba y salía.

Cuando por fin salió, su boca bajó a mi sexo y me practicó un delicioso sexo oral, abrió paso con sus manos en mis piernas y situó su boca en mis labios del sur, exploraba con su lengua cada rincón de mi sexo, lamía y besaba cada espacio. Fue tan delicioso sentir por primera vez su lengua ahí.
Yo tampoco quería quedarme atrás, me levanté, lo acosté y empecé a masturbarlo con mis manos, poco a poco acerqué mi lengua a la punta de su pene, pude ver cómo él cerraba los ojos, cómo gemía, cómo echaba la cabeza hacia atrás de tanta excitación. Ver su rostro disfrutando ese placer me volvía loca. Me llevé todo su pene a la boca, quería tenerlo por completo adentro, tenía un sabor interesante, no era tan salado, sí tenía un toque salado pero no tanto, era una combinación entre salado y dulce... Simplemente era delicioso, me encantó. Empecé a masturbarlo pero ahora con mi boca, me encantaba sentirlo, con mis manos me ayudaba para que entrara y saliera con mayor facilidad.
Con mi lengua exploraba cada parte de su falo, podía sentir las venas que sobresalían de él, hacía círculos en la punta de su pene con mi lengua, eso lo mataba de placer.
Subía y bajaba con mi lengua, desde la punta hasta el tronco. En verdad lo estaba disfrutando, tanto él como yo.

Me volví a colocar sobre él, me encantaba la sensación de su pene cuando entraba en mí , lo sentía todo, lo sentía completo, sentía cómo mi vagina se cerraba cuando salía y cómo el glande habría camino al entrar, me encantaba cómo sentía sus manos en mi cadera, en mi cintura o en mis pechos mientas lo cabalgaba, me nalgueaba, me besaba, me decía te amo en cada embestida, él simplemente me hacía el amor tan rico.
Me encantaba hacerlo lento pero con pasión.
En eso, volteé a ver el reloj, eran casi las 5 de la tarde y yo debía llegar a mi casa a las 6.
Con gran tristeza paramos sin que ninguno de los dos terminara, pero eso no nos importó, lo habíamos hecho y pasado tan bien, que el terminar o no, era cosa secundaria.

Nos vestimos, más bien, yo lo vestí a él y él me vistió a mí. Antes de salir nos dimos un último beso, de esos besos calientes y apasionados, esperando repetirlo esos en los siguientes días.

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Cuéntenme qué les está pareciendo, si quieren que sea más expresiva o algo así, cualquier crítica constructiva es bienvenida.
No sean tímidos, los leo.

Haciendo El Amor Con Él. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora