III - Secretos

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Nota: La narrativa cambiará de segunda a tercera persona en algunos cambios de escena. 

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Hay cosas que nunca dices. 

Hay cosas que son feas, horribles sobre ti, y es mejor dejarlas ocultas. Y cuando la miras, y ella te mira por igual; lo sabes. Entiendes que son iguales. Y no quieren que la oscuridad del otro los toque. 

Incluso con un alma que grita por ayuda, hay secretos que nunca debes dejar salir. 

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Lavanda y cardamomo viajan en el aire húmedo. Hay un ligero vapor que flota sobre el piso del baño. Se extiende hasta las baldosas, dejando marcas de agua que chorrean a los pocos segundos, el ligero brillo translúcido que queda se refleja en las lámparas de iluminación tenue en la habitación.

Es un ambiente cálido que te da mucha paz. La suave voz de tu pareja se superpone a tu respiración acompasada. Estás a nada de quedarte dormido. Lena lee el libro que la acompaña todo el tiempo en los últimos días. Su voz usualmente apacible se ha nivelado en un tono apagado, adormeciendo tus sentidos ya sensibles por el baño de espuma que toman desde hace media hora. El agua sigue caliente y no entiendes cómo.

Supones que el termostato del departamento de Lena hace el ambiente más caliente de lo normal.

— "... La televisión amigo Daniel, es el Anticristo y le digo yo que bastarán tres o cuatro generaciones para que la gente ya no sepa tirarse pedos por su cuenta y el ser humano vuelva a la caverna, a la barbarie medieval, y a estados de imbecilidad que ya superó la babosa allá por el pleistoceno..."

Lena salta con una risa queda escapando entre los dedos que aprieta sobre su boca.

Sobresaltado, con el sueño huyendo de ti, admiras que el ligero chapoteo que da hace que la espuma rebase el borde de la tina. Pasas un brazo sobre sus hombros, acercándola a ti en un movimiento lento, sin que afecte al agua y cuidando que su adorado libro salga victorioso de ser un montón de papel mojado. Los espasmos de su risa no han desaparecido sacudiendo tu propio cuerpo con su cercanía.

La ves reírse como una niña pequeña y tú sonríes con ella.

— Siempre he dicho que la televisión atrofia el cerebro.

Ella sopla unas burbujas sobre sus pechos, una sonrisa divertida se asoma por su rostro, sin duda esperando a que hablarás después de su lectura.

— Si. —respondió ella suavemente, cerrando el libro y depositándolo sobre el muro rectangular a un lado de la bañera que usa como mesa— Nunca dejas que encienda la televisión de tu piso.

Tarareas alegre quitando los cabellos oscuros y húmedos de su cuello de alabastro. Los aceites que le han puesto al agua se pegan a su piel dándole un brillo que consideras bonito, como un manto de luna plateada.

— No tengo nada con que veas la televisión, Len.

Yalena apoya su cabeza sobre tu hombro mientras te mira con ojos azules amargos, obligando a la sonrisa en tu cara ensancharse aún más.

— Eso es una mentira tan grande. —protestó sin quitarte la mirada de encima, te entretienes contando las pecas de su rostro medio escuchando lo que dice— Las veces que has venido aquí tampoco me dejas ver televisión. Y eso han sido dos veces.

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⏰ Última actualización: Jan 07, 2020 ⏰

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Emotional Progress |Nathaniel CDMU|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora